“El Presidente tiene planeado descansar unos días en la casa
de Chapadmalal”. Todos los veranos, el anuncio circula por los pasillos de la Casa
Rosada y aparece en los diarios. Y entonces l
a residencia se prepara para la gran llegada. Los cocineros
elaboran un menú especial, la Policía Federal y Prefectura se alistan para desplegar efectivos. Los
caseros acomodan los cuartos, dejan relucientes los ventanales del mirador, le pegan un vistazo a
la playa privada y se dan una vuelta por el muelle gigante de doscientos metros.
Pero Néstor Kirchner nunca llega: prefiere El Calafate,
lejos de los problemas de Buenos Aires, cerca del glaciar Perito Moreno.
El jefe del Ejecutivo se refugia siempre en la villa santacruceña,
en su nueva casa con vista a la Bahía Redonda.
En la Argentina, el sillón de Presidente viene con el derecho tácito a usar bienes de lujo
que son financiados con fondos estatales.
Privilegios que disfrutaron los mandatarios anteriores y que nadie
cuestiona, porque la costumbre los convierte en algo tan normal como el bastón de Bernardino
Rivadavia. El avión presidencial Tango 01 es un ejemplo.
¿El Presidente necesita una inmensa aeronave que por dentro tiene
desde una silla de peluquería hasta un baño con jacuzzi? Alguna vez el tema despertó
polémica. Pero hoy
K lo utiliza para todo, hasta para viajes que no son
oficiales.
La cómoda casa de Chapadmalal –construida por orden de Juan Perón– es otro
inmueble reservado a los presidentes, como lugar de vacaciones. La diferencia con el Tango 01 es
que nadie lo utiliza:
los Kirchner estuvieron apenas diez días. Aquí, la historia
de una residencia oficial que
está solventada con dinero del Estado,
pero que hace tres años que se encuentra deshabitada.
Veranos oficiales. Algunos más, otros menos, todos los
presidentes anteriores frecuentaron el chalet de Chapadmalal, a 30 kilómetros de la ciudad de Mar
del Plata.
Raúl Alfonsín no fue la excepción y una célebre anécdota
sucedió ahí. En diciembre de 1984, el imitador televisivo
Mario Sapag
consiguió entrar al predio disfrazado del entonces canciller Dante
Caputo. Caracterizado como el ministro,
engañó a la custodia y se coló en las instalaciones.
Otro radical que se hizo habitué del lugar fue
Fernando de la Rúa. La crisis económica no lo inhibió de
vacacionar varias veces en las playas oficiales, donde posaba sonriente para las revistas del
corazón.
El que estaba enamorado del lugar era el mismísimo
Carlos Menem. Cada vez que podía, se subía al helicóptero
de la Presidencia para aterrizar en el helipuerto propio que tiene la casa.
Había tomado la costumbre de jugar al golf en un campo
cercano y aprovechaba la ocasión para hacer reuniones políticas.
Como fanático de la pesca,
el riojano ordenó que construyeran un enorme muelle. La
desproporcionada construcción se terminó a fines de los noventa. Pero levantó polémica, porque
les sacó arena a las playas vecinas y eliminó el balneario de
Santa Isabel.
Piruetas del destino, esa escollera fue muy agradecida por su archienemigo
Eduardo Duhalde. El ex gobernador bonerense –otro
amante de la pesca– se escapaba los fines de semana, a salvo de las manifestaciones
callejeras porteñas.
En realidad,
el primero que usó la casa de verano para esconderse de las
cacerolas fue el efímero Adolfo Rodríguez Saá. En diciembre de 2001, arregló una reunión de
gobernadores peronistas, último manotazo para aferrarse a la Casa Rosada. La “
Cumbre de Chapadmalal” fue un fracaso, pero
pasó a la historia como el momento previo a la renuncia del
puntano.
Ausente sin aviso. Los Kirchner, en cambio, estuvieron en
el chalet
sólo dos veces. Ambas visitas fueron al comienzo de la
“era K”. La primera, un fin de semana de noviembre de 2003. El santacruceño llegó el
viernes 7 con su esposa,
Cristina Fernández, y sus dos hijos.
Máximo y
Florencia querían aprovechar los escasos tres días para
hacer playa. Pero ni siquiera eso:
el cielo estuvo nublado y llovió fuerte.
La segunda –y última– visita la hicieron dos meses después, el 2 de enero de
2004. Aunque el Presidente estuvo por el fin de semana, la estadía fue más larga.
Cristina,
Florencia –con amigas– y
Máximo –con su novia– se quedaron una semana.
Como es su costumbre,
la senadora aprovechó para hacer compras en Mar del Plata.
La familia presidencial
no volvió más a la casa y desde entonces está vacía. PERFIL
intentó averiguar
cuánto dinero invierte el Estado nacional para mantenerla, pero la
cifra no se encuentra detallada en el Presupuesto.
Aunque parezca increíble,
el kirchnerismo usó ese lugar de veraneo como cortina de humo para
tapar unas vacaciones que la Primera Dama y su hija se tomaron en Estados Unidos. En enero
de 2005, distintos funcionarios K deslizaron en privado a la prensa que la llamativa ausencia de
ambas se debía a que estaban en Chapadmalal. Como se supo después, en realidad
se encontraban en Orlando, disfrutando del parque de diversiones
Disneyworld.
Como todas las temporadas, este verano Kirchner anunció su presencia en Mar del Plata. Fue
una promesa a
Daniel Katz (el intendente de “La Feliz”) para
mediados de febrero, con motivo de la nueva estación ferroautomotora. Y como todos los años, ahora
la residencia de Chapadmalal se está preparando para recibirlo. No vaya a ser que esta vez, después
de tres años, el anuncio al final se cumpla.
Perón la hizo construir
La construcción de la residencia de veraneo presidencial fue impulsada por
Juan Domingo Perón. Está ubicada en el predio de la Unidad
Turística Chapadmalal, un complejo hotelero que pertenece al Estado nacional. Esta instalaciones
son utilizadas para el llamado “turismo social”:
da alojamiento a personas de bajos recursos.
Según cuentan los historiadores de la zona, l
as obras empezaron en el año 1947. Antes, el líder
justicialista
tuvo que expropiar más de 10 mil hectáreas. En aquel
momento, las tierras eran
propiedad de los Martínez de Hoz, la legendaria familia
terrateniente a la que pertenece
José Alfredo, el ex ministro de Economía del dictador
Jorge Videla.
Aunque el Hotel Provincial de “La Feliz” se construyó con una cómoda suite
presidencial, los jefes del Poder Ejecutivo la usaron poco. Para su alojamiento eligieron la casa
de Chapadmalal, que cuenta con jardines, un privilegiado mirador con vista a la costa y una
pacífica playa privada.