En política, cada época tiene su estilo, que es generado por el actor que logra capturar y mantener
la mayor cuota de poder. Hubo un estilo alfonsinista y otro menemista; ahora, domina el estilo
kirchnerista, y el resto de los actores que quieren influir en la toma de decisiones públicas se
adapta, y en ese mimetizarse contribuye a desnudarlo, a mostrar sus ventajas pero también sus
limitaciones.
El campo se ha revelado un buen alumno del kirchnerismo, ha copiado sus tácticas, ha
extremado el método del corte de caminos, y eso molesta a la presidenta Cristina Kirchner y a su
influyente esposo. El campo ha mostrado la vulnerabilidad del gobierno cuando le
suministran su propia medicina.
De otra manera, no se explica el enojo que transmitió la Presidenta en la Plaza de Mayo. Es
cierto que su impronta personal influye, pero hay algo más: el campo copió un método, el piquete,
que se legitimó en la terrible crisis del 2001-2002, pero que los Kirchner siguieron fomentando
para que los sindicatos y los grupos aliados les garantizaran el control de la calle. Ese método
fue tan efectivo que ahora ha sido apropiado por actores enfrentados al kirchnerismo.
Pueda ser que ahora que han probado lo antidemocrático que es su medicina (más allá de la
legitimidad de la protesta rural, en Córdoba murió una persona por demora en la atención médica y
hubo desabastecimiento en productos esenciales, cuyos precios aumentaron) los Kirchner se esfuercen
en garantizar que las calles y rutas sean de todos siempre.
La estrategia política de los Kirchner es la confrontación permanente. Esto no es nada nuevo;
por el contrario, es global: lo aplican conservadores y socialistas, como Bush, Chávez, Rodríguez
Zapatero y Berlusconi. También, Lula, con sus frecuentes críticas a la élite y a la prensa. Parte
del supuesto de que las sociedades están divididas en partes casi iguales y que la clave pasa por
mantener el apoyo de, al menos, la mitad más uno.
Un problema de esta estrategia es que todos los actores tienden a imitarla: los productores
rurales se enojaron y declararon un paro por tiempo indeterminado, sin mediaciones. La Presidenta
se quejó amargamente por esa intransigencia, pero, en realidad, fue copiada del gobierno, que había
despachado el último decreto sobre las retenciones sin consultar ni avisar a nadie. El otro gran
problema es que, en manos inexpertas y poco creativas, esta estrategia se come a las políticas que
deberían ser de Estado. Así, la política agraria o la política exterior pierden importancia y
terminan siendo sacrificadas.
*Editor del diario
Perfil
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