Distintos especialistas consultados por
Perfil.com destacaron la previsibilidad de la renuncia.
Los conceptos que apresuraron el final.
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Cedoc
Al día siguiente de la renuncia de Martín Lousteau al frente del Palacio de Hacienda, distintos economistas dialogaron con Perfil.com para analizar la salida de la joven promesa que no fue. A pesar de sus diferencias ideológicas, todos coincidieron en que la noticia no generó sorpresa.
“Muy sorprendente no fue”, afirmó el economista peronista Eduardo Curia, quien agregó que el jefe de la cartera económica saliente “tuvo expresiones equívocas” con respecto a la inflación. “Cuando habló de desacelerar la economía: esa fue una de las gotas que rebalso el vaso”, dijo.
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Curia, una da las voces consultadas por Julio De Vido desde el ministerio de Planificación, opinó que Carlos Fernández “tiene la importancia, de entrada, de su remisión directa a lo que es hoy el pináculo de la conducción política”, además “no tiene la mácula de haber sido un poco el disparador del conflicto, no carga con esa hipoteca”.
Pablo Rojo, en tanto señaló que la salida de Lousteau era “francamente inevitable”. El ex presidente del Banco Hipotecario no tuvo piedad al momento de calificar los 137 días de gestión del ex ministro: “Su paso por el Gobierno ha sido un mamarracho, pero no quiero hace leña del árbol caído”, dijo.
Asesor de Carlos Menem en la campaña de 2003, Rojo consideró que el Gobierno “no va a cambiar la manera de combatir la inflación”, al tiempo que cuando Perfil.com le preguntó sobre las características del flamante ministro de Economía, Carlos Fernández, atinó a decir: “No lo conozco”.
Finalmente, el director de la consultora Exante, Aldo Abram, manifestó a Perfil.com que no cree que la situación se modifique demasiado, porque "tampoco creo que haya cambiado mucho con el ingreso de Martín Lousteau al Gobierno".
Abram interpretó que es "adecuada" la llegada de Carlos Fernández al Ministerio de Economía, porque responde verticalmente a los mandatos del matrimonio presidencial, sin embargo el economista aclaró que esa obediencia extrema "no me parece bien".
