POLITICA

La tesis Carrió

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Hubo un tiempo en que las tensiones entre periodismo y política eran prácticamente inexistentes. Era cuando los fundadores del periodismo argentino estaban fundando, a la vez y sobre todo, las bases de la Argentina moderna. Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento, Juan Bautista Alberdi y tantos otros fueron, al mismo tiempo, estadistas, periodistas, historiadores, diplomáticos y hasta militares. Eran polemistas y hombres de acción: parece que, más allá de las razones que los impulsaban y de los desaciertos que supieron cometer, aún resultaba trascendente que el decir y el hacer fueran de la mano.
Hoy, la política y el periodismo se han profesionalizado tanto y tan cada uno por su lado, que suelen presentarse demasiado seguido como términos irreconciliables. Como dos lados de un mostrador que separa a los que hacen de los que cuentan cómo lo hacen aquellos. La contradicción es evidente. Y conflictiva. Ahora tenemos, otra vez, un presidente capaz de dedicarles media hora de discurso en la Casa Rosada a los periodistas que “informan mal”, como si la información sobre las gestiones del Gobierno en el tema papeleras y demás temas, brotara como hongos y no fuera suministrada (o negada, lo cual en general provoca el mismo efecto desinformativo) desde los propios despachos oficiales.
Creo que el periodismo argentino (y con él la opinión pública) sufrió una gran pérdida el día en que Rodolfo Terragno, por ejemplo, decidió saltar el cerco que separa su profesión original de la política. Y tal vez hubiera ganado mucho el periodismo si el Chacho Alvarez de sus mejores tiempos lo hubiera saltado también, aunque a la inversa. Hombres los dos de ideas claras y agudísimos análisis, han sido hasta ahora más productivos a la hora de decir que a la de hacer. Qué curioso: el mayor traspié de los dos se llamó Alianza. Lo mismo sucede, acaso, con Elisa Carrió. Sagaz, osada y didáctica, la diputada oriunda del Chaco ha creado hasta ahora mejores pronósticos y diagnósticos que construcciones perdurables.
La última tesis de Lilita apunta a demostrar que Mauricio Macri es el opositor elegido por Néstor Kirchner para garantizarle un segundo turno en Balcarce 50. Dice que Macri pactó con el Gobierno para dividir a la oposición (de la mano de Juan Carlos Blumberg) a niveles nacional y porteño, asegurando que no haya una segunda vuelta en las presidenciales de octubre y que sí la haya en las elecciones a jefe de Gobierno, para que se imponga el candidato pingüino, Daniel Filmus. ¿Qué gana Macri con todo esto? Consolidarse como recambio a la presunta centroizquierda K desde una supuesta centroderecha “digerible” o “moderna”. En el centro del eventual pacto, Carrió ubica al empresario energético Nicolás Caputo, un macrista que viene realizando muy rentables negocios con el Estado nacional y se ve muy pero muy seguido con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, a la sazón organizador del intangible acuerdo bajo la mesa.
Por ahora resulta incomprobable dicha movida. Para estas cosas nadie pierde el tiempo en firmar papeles, claro. De todos modos, resulta verosímil: ninguno de los presidenciables cree, en la intimidad, que pueda tener chances ciertas de correr a los Kirchner en el próximo turno. Y sería Macri el único en razonar que, si la derrota es inevitable, de algún modo (el más redituable, seguro, como lo indica la conducta histórica del grupo económico familiar) habrá que unírseles hasta que aclare.
El problema del inquietante “análisis periodístico” de Carrió es que, una vez más, puede dar en la tecla pero no construye. Y atiza el modo de obrar de un Presidente que (no) debate con los opositores como si fueran periodistas, mientras insiste en atacar al periodismo como si se tratara de un enemigo político.