POLITICA
Quin se queda con los intereses?

Los futuros negocios del Grupo

La entidad pasó de ser un banco al borde de la quiebra antes del paso de Fernando De la Rúa como intendente porteño a una caja desbordante de liquidez en la actualidad. Tras la reforma de la carta orgánica, más cerca de la privatización, perfil.com revela cuáles son los negocios en puerta.

default
default | Cedoc
Una gigantesca fortaleza de más de 9 mil millones de pesos, y la puerta hacia jugosos negocios que involucran la creación de una AFJP, una Aseguradora de Riesgo de Trabajo (ART) y una compañía de seguros o una asociación con empresas de capitales privados para brindar esos servicios. Eso es el Banco Ciudad hoy en día.

Sin embargo, para empezar a vislumbrar el presente, es conveniente remontarse unos años atrás. “Como Jefe de Gobierno supe que actuaba un banco ilegal paralelo que digitaba los créditos después incobrables”. Así describió al Banco Ciudad, en tiempos en que fuera intendente porteño, el ex presidente Fernando De la Rúa en su declaración ante el juez Juan Ramos Padilla que investiga la cesión de créditos millonarios en forma irregular desde esa entidad financiera.

Claro está que el magistrado investiga la cesión de esos montos en tiempos en que Horacio Chighizola, hombre de De la Rúa, gestionaba el banco. Y el crédito fue otorgado irregularmente al ex hombre de inteligencia de la Alianza y amigo de “Chupete”, Fernando de Santibáñez, hoy procesado. Sin embargo, las palabras del ex presidente sirven para dar una imagen del porqué el Banco estuvo cerca de la quiebra en esos años.

Por otro lado, si de números se trata, cuando en 1996, Chighizola se hizo cargo del banco, la deuda oficial se redujo de 800 a 300 millones de pesos. Además, se logró capitalizar a la institución, que tenía un patrimonio negativo de 140 millones de pesos, gracias a la colocación de los bonos Tango que recaudaron 100 millones de pesos.

El frepasista Roberto Feletti fue el presidente que tuvo que enfrentar los tiempos más aciagos. En pleno proceso de megacanje, impulsado por el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, fue “obligado” a comprar más títulos públicos de los que permitía la carta orgánica del Banco (un 5 por ciento, según la norma antigua). Tiempo después, y en una maniobra de salvataje, el Banco Central reconoció los bonos del Ciudad a valor técnico, un precio más elevado de los que tenían en el mercado.

El último bastión. Todos reconocen la gestión del último presidente del Banco, Eduardo Hecker, como “positiva” y “transparente”. Sin embargo, muchos sostienen que el éxito alcanzado no se basó en su capacidad sino en la situación privilegiada de la que disfruta el Ciudad.

“Actualmente, el Banco tiene un fondeo privilegiado de largo plazo”, reveló una importante fuente del banco a perfil.com. Esto se debe a los depósitos judiciales de muy de largo plazo que la Ciudad está obligada a depositar en el banco y que alcanzan los 3 mil millones de pesos. Y además a que, en diciembre de 2005, había depositados 1800 pesos de superávit -“se sobre-cumple la recaudación y subejecuta el presupuesto”- del Gobierno de la Ciudad, de los que 300 millones que corresponden al fondo anticíclico.

Según datos aportados por el Bloque Sur de la Legislatura porteña, este año se habrían asignado 800 millones de pesos de ese superávit a diferentes obras, que “volverán en forma de recaudación”.

Pero, ¿cuál es la fórmula mágica por la cual el Banco Ciudad consiguió una “solidez inédita”? Con el dinero de los depósitos judiciales y el superávit porteño, se compraron Lebac (letras del Banco Central, o sea, deuda pública), a una tasa muy superior a la de los plazos fijos, lo que derivó en una sustanciosa rentabilidad. Por eso, el Banco dispone de mucha liquidez y tiene la posibilidad de prestar a un plazo mucho más largo y con tasas más favorables.

Es evidente que el negocio está en prestarle al Estado. Justamente, la acentuada tendencia a facilitar dinero al sector público es una de las críticas que se le hace a la gestión del banco desde la izquierda. Algunos legisladores ven con malos ojos que un banco de fomento destine, a diciembre de 2005, un 31,36 % de sus activos a los prestamos al sector público, mientras que al privado sólo le fía un 18,50 %. En una comparación rápida, el Banco Credicoop presta el 32,59 % de sus activos al sector privado (principalmente pymes). En tanto, destina sólo el 16,58 % al sector público no financiero.

Millones en danza. En agosto de 2002, el entonces secretario de Finanzas de la Nación, Guillermo Nielsen, le hizo suscribir al ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, una carta para el ex jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra. Allí recomendó la privatización de “cierto porcentaje” del Banco Ciudad. Sólo tres años después, y tras la modificación de la carta orgánica hace casi un año, el hombre del lavagnismo logró tal poder para impulsar lo que alguna vez había recomendado el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Desde el nielsenismo, sostuvieron que lo de la privatización “es un delirio” y que en 2002 barajaron esa posibilidad porque se necesitaba frenar “la corrida bancaria”.

Pero, ¿qué permitió la reforma de la carta orgánica? Uno de los artículos, el que regula el nacimiento del Grupo Banco Ciudad, permite el ingreso a capitales privados –en un determinado porcentaje- para asociarse con el banco en la oferta de seguros, jubilaciones (AFJP) y seguros de riesgo de trabajo (ART), dicen desde la izquierda.

Para esos sectores, este es un nicho para posibles negocios de millones de dólares e, incluso, un agujero que permitirá la intromisión de actores privados en la toma de decisión del banco. “La llegada de Nielsen cierra un círculo sumamente peligroso, ya que se trata de uno de los impulsores, junto a Lavagna, de la privatización parcial de la banca pública. Debemos estar muy atentos a que traten de asociar al banco con capitales privados cuando comience a conformarse el Grupo Ciudad", sentenció Sergio Molina, legislador del Bloque Sur.

En el nielsenismo responden que el hombre fuerte de Hacienda echó un director, Enrique Arceo (CTA), ligado al diputado nacional Miguel Bonasso, porque “no sabía nada de bancos” y que esto exacerbó a estos sectores izquierda. Por otro lado, en la centroderecha, la posibilidad de no crear una estructura cien por ciento pública como tienen los bancos Nación y Provincia, permitirá, dicen, menos gastos y burocratización. Con esta visión coincide el nielsenismo.

Mucho dinero y posibilidades de grandes negocios. Eso representa hoy el Banco Ciudad.