POLITICA
El negocio de la minera argentina

Los números en el paraíso legal

Gracias a una legislación permisiva, desde comienzos de los ’90, la minería tuvo un crecimiento sin precedentes en la Argentina, pero luego de las crisis de 2001, las perspectivas positivas (para los empresarios del sector) se dispararon al infinito.

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Las cifras son irrevocables: la inversión en la industria minera alcanzó el año pasado los $ 2500 millones, un 24% más que en 2004, y en 2006 se elevará un 340%, hasta llegar a 11.000 millones, según pronostica la Secretaría de Minería.

Las empresas ven el sector y su estable marco legal con muy buenos ojos para la inversión, ya que la rentabilidad es alta y no hay retenciones a las exportaciones o controles de precios que molesten, como en otras ramas de la economía. Por el contrario, las leyes y resoluciones para la industria fomentan las ganancias empresariales de manera exponencial (ver aparte). No sorprende, entonces, que la cantidad de proyectos mineros aumentara de 50 a 200 en los últimos dos años.

La exploración del suelo local ya superó los 300.000 metros de perforaciones. En tanto, la exportación de minerales y productos derivados aumentó en un 31% el año pasado, superando los $ 4.700 millones. Pero ninguno de esos pesos volvió al país, ya que la minería es la única industria que no liquida sus divisas en el Banco Central.

Aunque parece una actividad sin rivales, caso por caso o provincia por provincia, las cosas se ven a través de otros lentes. Por ejemplo, el canon de la actividad minera en La Rioja (donde las regalías son del 1,5% valor boca de mina, cuando la ley de inversiones mineras tiene como techo un 3%) deja $ 60 millones por año, estiman en la Coordinadota de Asambleas de Chilecito y Autoconvocados de Famatina. Un número poco atractivo si se tiene en cuenta que sólo en julio de 2006 la provincia acumuló $ 34 millones gracias al turismo, según estiman funcionarios de esa cartera en la provincia del ex presidente Carlos Menem.

Cooperativa La Riojana –la bodega que vende más vinos orgánicos argentinos a Inglaterra- obtiene, por citar otro ejemplo, ganancias de alrededor de $ 80 millones por año a través de la comercialización vitivinícola, hoy en riesgo por la intensiva utilización de agua por parte de la actividad minera y la posible contaminación de ese recurso (ver aparte). Suecia devolvió 80.000 botellas de vino orgánico chileno, cuya bodega estaba cerca de una empresa de celulosa que contaminaba el agua.

Algo similar ocurre en Catamarca, donde la mina Bajo La Alumbrera, que consume alrededor de 100 millones de litros de agua por día, eliminó el 70 por ciento de ese recurso del Valle Calchaquí, según los datos relevados por los vecinos de Santa María. El problema hizo que la producción agraria (nogal, olivo, pimiento y pimentón, comino, tomate y viñedos) y ganadera, principal actividad económica de esa región, bajara en un porcentaje similar.

“La agricultura de Santa María, -localidad catamarqueña cercana a la mina bajo La Alumbrera y lindante al proyecto de Agua Rica- movía por año cerca de 30 millones de pesos. Actualmente, esta cifra cayó al 50 por ciento”, señala desde Catamarca el ingeniero y especialista en refacciones de pozos, Roque Chaile.

La ocupación. Según los números oficiales, la generación de empleo en el sector minero aumentó por arriba de un 10 por ciento, con lo que el sector alcanzó los 32.000 puestos de trabajo directos y más de 120.000 indirectos, creados por proveedores de bienes y servicios.

Sin embargo, muchos críticos de esta industria sostienen que la creación de empleos no es tan trascendente en la minería: “En los países tradicionalmente mineros de Sudamérica (Brasil, Perú y Chile), esta industria ocupó, respectivamente en 2005, a 91.000 personas (lo que representa apenas el 0,1 % de la población económicamente activa), a 75.000 (0,9 %), y a 78.000 personas (1,4 %)”, según datos publicados por Noticias Aliadas, una organización no gubernamental peruana sin fines de lucro especializada en la producción de información y análisis sobre el acontecer latinoamericano y caribeño.

“Si a mí me dan a elegir entre tomar 300 empleados por, como mucho, 20 años o tomar 12 personas por más de 50 elijo la sustentabilidad en el tiempo. Esto es algo en lo que este tipo de minería no puede competir”, afirmó a perfil.com Humberto Kadomoto, integrante de la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Esquel.

¿Los proyectos en marcha?. El año pasado hubo nuevos desembolsos de dinero en varios yacimientos ya productivos: Aguas de Dionisio (Catamarca), Cerro Vanguardia (Santa Cruz), Aguilar (Jujuy), Bajo de la Alumbrera (Catamarca) y Río Turbio (Santa Cruz). A esto se agregó la reciente construcción de Veladero (San Juan).

En proceso de exploración final, o ya ingresados en la fase de construcción, aparecen los proyectos Casposo, Pachón, Pascua Lama (en San Juan), Potasio Río Colorado (entre Mendoza y Neuquén), Paramillos (Mendoza), Agua Rica y Diablillos (Catamarca), Manantial Espejo, Huevos Verdes San José (Santa Cruz), Navidad (Chubut), Arizaro Lindero (Salta), La Mexicana (La Rioja), Calcatreu (Río Negro), Pirquitas y Olaroz (Jujuy), entre otros.

Las cifras son elocuentes. El dinero invertido es mucho. Los puestos de trabajo creados, indican los mismos trabajadores, no son tantos y el riesgo medioambiental es alto. Para las provincias, las regalías son bajas pero las ganancias son enormes, sólo para las empresas mineras.