POLITICA

Ni amigos ni enemigos

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Ni amigos ni enemigos parece ser el empate funcional que resume la relación bilateral entre el Papa y el macrismo. Una dinámica muy diferente a la que buscó construir Cristina Kirchner.
“Hay una confusión enorme con Francisco, que es argentino, pero que ahora es jefe de Estado. Las relaciones pasan a ser muy formales”, blanqueó la canciller Susana Malcorra tras una danza de desencuentros. Por caso, no hubo llamado para felicitar al nuevo presidente y quedó trunca (¿por desaire PRO?) la mediación papal para que se hiciera el acto de asunción y el pase de mando.
“Lo que diga un papa no cambia el voto ni de diez personas, aunque sea argentino o sueco”, afirmó en noviembre pasado Jaime Duran Barba. Al día siguiente, Macri se despegó de la provocación de su asesor a través de un tuit: ni llamado de disculpas ni carta manuscrita.
El macrismo, a su vez, entiende que si bien no hay feeling con el Papa, sí hay afinidad política con el resto del mundo vaticano. En concreto, mientras el Papa no se vuelva un lobbista en contra de los intereses del Gobierno (algo que no sucederá), no les preocupa que el trato se limite a lo institucional. Así visto por el PRO, que Francisco quede asociado a la (estigmatizada) Milagro Sala bien podría resultar un beneficio indirecto de esa frialdad