"¿Y si lo secuestramos a Carlitos?", preguntó uno de los jóvenes mientras tomaba
cerveza en las escaleras de los monoblocks de Fuerte Apache, en Ciudadela, al oeste del conurbano
bonaerense. Al resto de la banda, la propuesta le entusiasmó. Era mucho más tentadora que robar un
banco o un blindado. Secuestrar a Carlos Tevez (26), ilustre ex vecino con el que se habían cruzado
varias veces y hasta llegaron a jugar al fútbol con él en los potreros de la villa, era un plan que
podía ser redituable.
Al final, el secuestro que comenzó a gestarse hace cuatro años, y que fue confirmado a
NOTICIAS por uno de sus familiares, no se concretó. Resignados, los jóvenes que lo
planeaban se convencieron de que la maniobra podía resultar riesgosa. Pero detrás del hombre
exitoso y versátil –que se anima a desafiar a Julio Grondona y después a perdonarlo–,
el que lleva facturados unos US$ 30.000.000, capaz de escapar a la marginalidad, se oculta una
historia dramática nunca ventilada públicamente por el jugador.
Su hermanastro y su cuñado, quien todavía vive en Fuerte Apache, están presos en Córdoba
acusados de robar un blindado. Y aunque Tévez no perdone a sus parientes por este episodio
policial, tuvo que hacerse cargo de contratar costosos abogados para evitar un escándalo mayor.
El jugador se debate
entre el rencor y el amor a su familia de origen -en especial, hacia su madre que
lo abandonó cuando era bebé- y sólo reconoce como hermanos a los primos con los que se crió. Sin
embargo, todos se disputan y exigen arañar un poco de su nueva riqueza.
La nota completa,
en la última edición de la
Revista Noticias.