Las elecciones en Córdoba quedaron teñidas por
sospechas de irregularidades después de una
noche histórica plagada de nervios, una lentitud injustificable en el escrutinio y extraños
manejos en la dinámica de suministro de datos.
La sorpresa inicial se produjo cuando cerca de la diez de la noche la justicia electoral
empezó a difundir los primeros cómputos oficiales que daban a
Juan Schiaretti una ventaja de 20 puntos por sobre Luis Juez, en asimetría absoluta con las
encuestas a boca de urna que le daban al intendente cordobés una ventaja de entre uno y
dos puntos.
El recurso fue cargar primero las mesas del interior de la provincia, en las que el peronismo
es más fuerte. Por contrapartida, durante las primeras horas sólo se había cargado el 1 por ciento
de los sufragios emitidos en la capital, bastión del juecismo.
Cerca de las 23 el viceintendente electo, Carlos Vicente, salió al cruce de los datos
oficiales para
cuestionar el modo discrecional en el que se estaba haciendo la carga de datos, y
dijo que el Frente Cívico y Social, liderado por Juez, se imponía por 20 puntos en la capital y por
amplias cifras en Colón y Punilla, dos distritos populosos del conurbano.
La lentitud del escrutinio ya empezaba a ser muy evidente por lo que el gobierno cordobés
mantuvo activo al secretario de Comunicación provincial, Marcelo Falo, quien ofreció constantemente
información que contradecía lo dicho en el bunker juecista.
A la medianoche tuvo que salir a hablar Pérez Conti, integrante de la junta electoral, para
decir que las demoras eran lógicas en una elección tan compleja.
En ese momento se
produjo un fenómeno insólito: Juez empezó a crecer vertiginosamente en el
recuento. Cada cinco minutos le restaba medio punto a Schiaretti. "Por fin empezaron a
contar las mesas de la capital", argumentaron en el hotel Sheraton, donde el juecismo había hecho
base.
A la 1 de la madrugada, apenas se habían escrutado el 34 por ciento de los votos. Juez ya
estaba a sólo 5 puntos de Schiaretti, después de descontarle 15 puntos. Durante todo ese período
Juez siempre subió y Schiaretti siempre bajó.
A la 1.20 Juez irrumpió en el hall del hotel para decir que tenía una ventaja de entre 4,5 y
5 por ciento y para adelantar que estaba "dispuesto a pasar la noche en vigilia para garantizar la
continuidad del escrutinio".
En forma simultánea apareció Schiaretti, quien se encontraba en la Casa de Gobierno con José
De la Sota, para decir que aventajaba a Juez por una diferencia del 3 por ciento, una expectativa
menor al 7 por ciento que había anticipado a la tarde.
"Podemos decir con toda claridad que hemos ganado por 40.000 votos. Vamos a
esperar que la junta electoral ratifique estos datos", sostuvo y logró despertar los primeros
festejos entre sus militantes.
Pocos instantes después el candidato oficialista salió a un escenario que estaba preparado
afuera de la Casa de las Tejas y en medio de papelitos y fuegos artificiales prometió "un gran
festejo" a los escasos seguidores que habían permanecido en el lugar.
El contraste con el cuartel juecista era notorio. Allí había miles de militantes
enfervorizados que seguían por las pantallas cómo Juez descontaba la ventaja de Schiaretti. Como si
se tratara de un partido de básquet, cada vez que se actualizaban los datos, la gente estallaba de
alegría.
A las 2.38 se produjo el milagro: Juez tenía 36,70 por ciento de los votos y Schiaretti
36,60. Locura total, papelitos y cantos contra De la Sota y el "Pichi" Campana.
Pero misteriosamente cerca de las 3 se cerró el centro de prensa donde se estaban difundiendo
los datos oficiales y ya no hubo información en televisión. Juez entendió que el conteo estaba en
peligro y convocó a todos sus militantes a trasladarse a la sede del Correo Argentino para evitar
un escándalo. En caravana partió la pueblada nocturna del juecismo.
En ese lapso, se cortó sorpresivamente la tendencia alcista de Juez en el sufragio, después
de cuatro horas de crecimiento ininterrumpido. Schiaretti recuperó la delantera por medio punto y a
las 5 de la mañana lograba extenderla a 1,30 por ciento.
Al mismo tiempo, y mientras unas doscientas personas hacían guardia afuera, uno de los
apoderados del partido, Ernesto Martínez, era retirado del edificio del Correo Argentino.
La jueza electoral, Marta Vidal, amenazó hacer lo mismo con el otro apoderado, Miguel Ortiz
Pellegrini, pero éste se resistió .
"La constitucionalidad está en juego, no me voy a dejar robar", exclamó Juez,
cuando el sol empezaba a despuntar sobre Córdoba. Una noche muy negra para la política local había
pasado.