PROTAGONISTAS
de la cocina a la alfombra roja

El chef argentino que impuso en Hollywood el clásico chimichurri

Gerardo Bozoghlian tiene un restaurante en Los Angeles con clientes famosos. En los Oscar, el actor de Mi pobre Angelito viralizó una foto con el aderezo nacional.

20190303_chimichurri_hollywood_usa_gb_g
Chef argentino. Gerardo Bozoghlian tiene un restaurante en Los Angeles con clientes famosos. | G.B.

Hace varios años que Macaulay Culkin, conocido por ser el actor de Mi pobre angelito, realiza un show paralelo a los Oscar donde satiriza la entrega de premios. El domingo último mientras lo hacía subió una imagen a Instagram donde se lo veía con un frasco de chimichurri Gardel’s que lleva la leyenda “auténtica salsa argentina”. Las redes sociales se llenaron de comentarios al respecto y PERFIL contactó a Gerardo Bozoghlian, creador del producto y cuya familia lo popularizó en Hollywood, para conocer el detrás de escena. “Mac (Caulkin) viene a nuestro restaurante hace más de veinte años y es amigo de la casa, pero no teníamos ni idea de que iba a subir esa foto”, explica entre risas mientras cuenta sobre otros famosos de Hollywood amantes de ese tan argentino aderezo.

—¿Se sorprendieron al ver la foto?  

—No sabía que la iba a poner. Es más, lo vi el lunes después de los Oscar y me contó que mientras hacía el show le dieron ganas de comer un bife con nuestro chimichurri y por eso puso la foto. Es fanático, y se lo ha regalado a sus amigos y familiares para las fiestas y otros eventos.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

—¿Y hay otras celebridades que también sean fans?

—Vienen muchos artistas. Penélope Cruz y Javier Bardem son grandes amigos hace muchos años. Son fanáticos del chimichurri, como también el músico argentino Lalo Schifrin, los chicos de Maná, Kate Hudson, Matthew McConaghey, Sofía Vergara y Eva Longoria. También Jonathan Gold, que falleció el año pasado y fue el único periodista gastronómico en ganar un premio Pulitzer. Gold descubre el chimichurri a través de nosotros en 1997, y siempre que habló de la salsa usó el nombre de nuestro restaurante como su primera experiencia y como el ejemplo a seguir.

—¿Cómo llegaron a Los Angeles?

—Emigramos a Estados Unidos en los 90, y en el 96 abrimos un restaurante llamado Carlitos Gardel en la calle Melrouse en West Hollywood, que es muy famosa. Es interesante porque estamos en una calle muy fashion donde los restaurantes duran cinco o seis años porque los conceptos cambian y rotan mucho. Nosotros hicimos completamente lo opuesto abriendo un local tradicional que se ha mantenido durante 23 años.

—¿No pensaron en hacer franquicias?

—Creo que parte de la razón por la que nos va tan bien y por la que tenemos la amistad que tenemos con los artistas y con nuestros clientes es porque no fuimos por ese camino. Tuvimos y seguimos teniendo oportunidades por parte de inversores para abrir más restaurantes pero no queremos.  Restaurantes de franquicia donde no están los dueños hay millones. Nosotros somos cinco en la familia, de los cuales cuatro estamos activos en el local, y nuestra  fama se da porque estamos todos los días acá atentos a cada detalle.

—¿Por qué el chimichurri?

—Cuando abrimos yo tenía 15 años y no podía estar en el salón porque se servía alcohol. Así que me la pasaba en la cocina ayudando a mi mamá, que es la chef del restaurante. Una de las tareas principales mías era preparar el chimichurri, y hasta el día de hoy lo hacemos en gran cantidad porque cuando llegan los clientes los recibimos con pan y chimichurri en vez de pan y manteca. Es algo que ellos piden y aparte lo servimos con diferentes platos de carne. Se volvió uno de los grandes protagonistas.

—¿Cuándo se transformó en una marca propia?

—Con el tiempo recibimos una llamada de un supermercado importante y de algunos restaurantes que nos pedían hacer el chimichurri para venderlo en los locales. Ahí fue cuando lo empezamos a desarrollar como un producto. Me llevó cinco años poder fabricarlo manteniéndolo auténtico sin ponerle ninguna clase de agregado, que a veces se le pone y termina siendo algo que no es chimichurri. Nosotros queríamos hacer algo tradicional y que el cliente recibiera lo mismo que recibe cuando viene al restaurante.