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hernan cattaneo, despues de su debut en el primer coliseo porteño

“Me emocioné al ver a mi mamá en el palco del Colón”

Desde los 12, Hernán Cattaneo es DJ. Reconocido en todo el mundo, se subió al mítico escenario para presentar un show sinfónico junto a una orquesta. “El público entendió que estábamos en un teatro y no en una fiesta”, señaló.

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DJ. A Cattaneo le gusta decir que es el arquitecto del show; en este caso, hizo bailar a la orquesta. | silvestro

Hernán Cattaneo ha recorrido el mundo varias veces. Visitó 300 ciudades y lleva brindados dos mil shows. En su casa, tiene 12 mil discos que atesora luego de cuarenta años con esto de ser DJ, hasta hace un tiempo, un género musical criticado por un sector de la música. Cattaneo se ríe y hace oídos sordos ante una discusión que para él pasó de moda. “¡Yo soy DJ, no soy músico! Cuando hago música, me junto con músicos y soy un arquitecto, un productor. Los DJs somos felices siendo DJs, ¿eh?, no es que nos creemos menos que otros”, suelta a PERFIL este padre de familia, que a los 52 años cumplió con el objetivo que venía masticando desde hacía más de un año: tocar en el Teatro Colón.

Ayer, junto a otro grupo de músicos y una orquesta, realizó la tercera función de Connected, en el marco de Los Unicos, el ciclo de shows que une a artistas de distintos géneros musicales en el Colón. “Estuvo muy bueno; teníamos mucha presión encima, no te voy a mentir”, dice emocionado al día siguiente de las dos primeras fechas del jueves.

Arriesgado, el DJ: la primera vez que decide hacer un show sinfónico, es en un teatro como ese. “Estuvo rebueno, sentíamos que nadie se podía equivocar en nada. Además, tuvimos que dar batalla a esta cuestión de que un DJ no podía estar en el Colón”, dice.

—¿Te preocupa lo que se diga al respecto?

—En absoluto. No me interesa si les gusta o no lo que hago; sí me interesa que nadie diga que hago las cosas mal. Para mí era imperdonable estrenar un show en el Colón y que no fuera todo del máximo nivel.

—¿Sentís que venciste el prejuicio de que no podías estar ahí?

—Sí. Fueron shows increíbles, todos los que participamos, ¡la orquesta!, Gerardo (Gardelín) con la dirección orquestal, los músicos invitados, las visuales... Fue un gran desafío que no habíamos vivido. Está bueno salir de la zona de confort y meterse en la cueva de los leones, como dicen (risas).

—Parece que a la orquesta le gustó tocar junto a la electrónica, porque algunos músicos terminaron bailando.

—Sí, fue tremendo. Con Gerardo trabajamos hasta el cansancio durante meses cada uno de los arreglos, las fusiones. El lunes nos juntamos por última vez, y nos miramos como diciendo: “Esperemos que salga todo bien”. Y así salió. Ellos nunca habían tocado sobre música electrónica, ni nosotros sabíamos cómo tocar junto a una orquesta.

—Se habló mucho de cómo podía comportarse la gente.

—Se portaron superbien, todos entendieron que estaban en el teatro y no en una fiesta. Siempre hay un montón de gente esperando que vayan cuatro pibes a hacer algo que no se debe para decir, en este caso, que la electrónica no se puede hacer acá.

—¿Y qué pasó con los famosos noventa decibeles? ¿Los superaste?

—Dos cosas sobre eso. La primera, ¿a quién se le puede ocurrir que yo, o cualquiera, puedo ir y plantearle las reglas al Colón? El teatro tiene una política recontra estricta y ahí tenés, a cada paso que das, cuarenta personas que no controlan el volumen que ponés, ¡sino dónde dejaste tu mochila! Llegaron a decir que íbamos a ponerlo a 150. Amigo, 150 decibles y nos quedamos todos sordos, ¡es una turbina de avión! De hecho, sonamos más bajo que Serrat el día anterior (risas).

—Vivís arriba de un avión, y a veces dejás a tu familia varios días. El jueves, todos ellos estuvieron ahí para apoyarte.

 —Sí, en un palco estaba mi mujer con mis tres hijas y mi suegro, y en el de al lado, mis hermanas, mi mamá y mi cuñado. Mis hijas son todo; mi mujer, qué decirte, sin ella no podría hacer nada de lo que hago. Además, desde hace un año lo único que le vengo diciendo es “Colón”, “Colón”, “Colón”. Me soportó y no se divorció.

—¿Y tu madre qué te dijo?

—Mi mamá tiene 87 años, imaginate, ¡estaba conmovida de que tocara acá! Todo lo que soy se los debo a mis hermanas y a mi mamá que, cuando era chico y a ella le decían “¿Cómo lo vas a dejar que sea DJ?”, ella decía “Dejen que haga lo que lo haga feliz”.

—Tremenda devolución de agradecimiento les hacés.

—Sí, la miraba por momentos de costado desde el escenario, y me emocioné al verla en el palco. A mis hermanas también. A ellas les debo que a los 6 años, en vez de estar escuchando música infantil, me hayan puesto El lado oscuro de la Luna, de Pink Floyd.