SOCIEDAD
entre ollas y sartenes

Por placer o como trabajo, más hombres eligen la cocina

Cuatro reconocidos chefs analizan esta tendencia, que se refleja en programas de televisión, escuelas de gastronomía y restaurantes.

Donato de Santis se reunió con Pablo Massey, Máximo López May y Gabriel Oggero en su  restaurante Cucina Paradiso. Hubo charla, buena comida y ricos tragos.
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En la década del 50 se creía que la cocina era un ámbito exclusivo de las mujeres. Hoy, las cosas cambiaron, y la presencia de los hombres es cada vez mayor. Los restaurantes suelen tenerlos a la cabeza de sus cocinas, y cada vez son más los que tienen sus propios programas de televisión, cosechando fanáticos de todos los sexos. Incluso las escuelas de gastronomía, atentas a este interés, sumaron a sus currículas cursos como “Cocina con amigos”, donde los hombres que quieren aprender a cocinar, no de forma profesional, se acercan cada vez más.
“Ellos se anotan porque quieren cocinarles a sus novias, todo va por el lado de la seducción. En un curso de diez personas capaz que tenés dos apasionados que quieren conocer sobre cómo se cocina tal bife o pescado, el resto quiere municiones para deslumbrar”, opina divertido Donato De Santis. Junto a él, los chefs Máximo López May y Gabriel Oggero asienten. Para ellos, la figura del chef profesional, hoy vista como una especie de “celebridad”, es uno de los factores a considerar de por qué los hombres se interesan por entrar en el mundo culinario, terreno que fue, alguna vez, exclusivo de ellas.
“Es algo ‘aspiracional’, nos ven y piensan que es salir a comer siempre afuera, disfrutar y reírse todo el día panza llena. Pero (la cocina profesional) es un gran filtro, y no todos llegan a tener ese ritmo de vida”, dice López May, a cargo de la cocina del Hotel Hyatt. El protagonismo del vino es, para Pablo Massey, uno de los factores clave que acercan al hombre a cocinar, especialmente dentro del ámbito cotidiano. “Los hombres descubrieron un lado gourmet, esta mezcla con el vino, la buena comida, el agasajo, las reuniones, la seducción. Los solteros lo incorporaron, y para los que están en pareja, es un buen momento para compartir y agasajar.”
¿Existen platos masculinos y femeninos? Si hablamos del asado, la asociación será casi inmediatamente con el género masculino, mientras que la pastelería, por ejemplo, con las mujeres. “Los hombres comen más carne y las mujeres más pescado”, opina Lopez May. A su lado, Oggero, chef del restaurante Crizia, agrega que “puede ser que la carta de una chef tenga más influencia de pescados o ensaladas”. De Santis, por su parte, cree que “en el estilo del plato también se nota la parte femenina que cada cocinero tiene mucho más desarrollada que otro hombre que se dedica a otra cosa”. Y mientras que las mujeres suelen ser más ordenadas, meticulosas y atentas a la estética, “el hombre tiene manejo de los fuegos, rapidez para trabajar volúmenes, limpiar carnes y pescados”, destaca Massey, sus mejores aportes.
Sin embargo, pese a que la cocina profesional suele ser un territorio más masculino a nivel mundial, los roles nunca son fijos y van variando cada vez más. “Siempre fue más masculina la profesión porque el sacrificio estaba puesto del lado del hombre, pero ahora los roles se equiparan cada vez más”, dice Oggero. Las chefs Narda Lepes y Soledad Nardelli, reconocidas en el mundo, son buenos ejemplos.

En casa. “Tengo muchas horas dentro de la cocina. A mi mujer no le gusta, y para mí es terapéutico, me abro un vino y no me molesta para nada. Prefiero siempre comer una rica ensalada que algo congelado”, cuenta Daniel Zan, que en su casa tiene a cargo la comida de su familia, y los lunes cocina en el comedor del Hogar Cura Brochero en Olivos. Aprendió con libros de gastronomía y gracias a internet, que “revolucionó la cocina”, dice. “Ponés pata de cordero y tenés desde gente amateur a grandes chefs que te muestran cómo hacerlo”. Además, con sus amigos hacen “competencia” por quién hace el plato más elaborado, y cada vez que se juntan, “hay alta exigencia”, dice, entre risas.
Mariano Pailalef, por su parte, cuenta que hace dos meses empezó con sus clases de cocina, y desde entonces se anima cada vez más a probar entre hornallas. “Sabía cocinar lo básico y me había aburrido de comer siempre lo mismo. Me defiendo, pero llega un momento que se te acaban las ideas”, cuenta. El vive solo, por lo que sus dos horas de clase semanales le permiten practicar lo que aprende, que va desde panes hasta salsas. Y recuerda que la profesora les confirmó la primera clase lo que ya es una tendencia: que en las clases suelen ser más hombres que mujeres.