SOCIEDAD
expertos no descartan producir a pesar de las condiciones climaticas

Arman viñedos artesanales en casas muy cerca del Obelisco

Aunque aún no los venden, cada vez más entusiastas se animan con vinos ‘urbanos’. Y en plena pampa proliferan las bodegas boutique.

‘Parrales de Villa Urquiza’. Así bautizó Juan Carlos Gómez Lardies (der.) su producción con uvas cultivadas en su terraza.
| Agustín Marcarian

En la terraza de su casa en Villa Urquiza, Juan Carlos Gómez Lardies tiene un parral que este año le permitió hacer 18 botellas de vino, a las que bautizó, en honor al barrio porteño donde vive, “Parrales de Villa Urquiza”. Gómez Lardies es, además, el presidente del Centro de Enólogos de Buenos Aires, y las botellas de vino artesanal que elabora, por ahora, las regala a vecinos o a amigos.
Así, contra todos los pronósticos, especialmente por los factores climáticos, ya que en el imaginario social sólo se dan vinos en la zona de Cuyo o en el norte del país, en la Ciudad y sus alrededores hay entusiastas que prueban con el sueño del viñedo propio y, en la pampa húmeda, a pocos kilómetros del centro, crecen  pequeñas bodegas que elaboran vinos y abren sus puertas a los visitantes.
“Las zonas más aptas para la vid son las semidesérticas; en las húmedas como Buenos Aires, donde llueve cada vez más, las elaboraciones son siempre más complicadas”, explica, aunque no rechaza la idea de que pudieran existir en la Ciudad viñedos “urbanos”. Además del clima, para él uno de los principales impedimentos son los hongos que pudieran atacar las uvas y, sobre todo, los pájaros. “En mi casa tuve que poner una protección para defenderlo de los zorzales”, dice. Allí cosecha dos tipos de uvas, es decir que logra un bivarietal con Moscatel Rosada y Ugni Blanc.

Allí, y en otras casas con parrales propios, Daniel López Roca, director del sitio especializado ArgentineWines.com, dio cursos de elaboración artesanal de vino, donde cada vez se anota más gente. “Todas las casas de barrio tenían una parra para dar sombra y uvas en verano. Si se puede hacer un viñedo en Nueva York o en París, seguramente se puede hacer también en Buenos Aires”, opina.
Caballito, Lugano, Escobar, Martínez: son muchas las zonas donde abundan los parrales en patios y terrazas, y desde hace algunos años  existe una resolución para que todos aquellos que elaboran vino casero se inscriban y puedan validar su producción en el Instituto Nacional de Vitivinicultura para saber  primero que es apto para el consumo, e incluso para que pueda venderse.
“Para muchos es un hobby, pero podría transformarse en un pequeño negocio si se hace bien”, aseguran a PERFIL distintos expertos del sector vitivinícola nacional.

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Sin alejarse. “Cumplí el sueño de ser bodeguero a 60 kilómetros del centro”, dice Gabriel Jinkus, uno de los responsables de Cava Pampa, en Brandsen, uno de los tantos viñedos que en los últimos años se instalaron en zonas de la provincia de Buenos Aires, a pocos kilómetros del Obelisco. Incluso bodegas de gran tamaño, como Trapiche, instalaron un viñedo que recibe visitantes a pocos metros del Atlántico, en Chapadmalal.
“Nuestro emprendimiento empezó con la idea de armar algo inmobiliario, pero en una lluvia de ideas se nos ocurrió armar lo del viñedo, y dijimos ¿por qué no? Nos basamos en el modelo de los viñedos que hay en Uruguay”, cuenta Jinkus. En 80 hectáreas tienen plantadas Chardonnay y Sauvignon Blanc, para el vino blanco; y Merlot y Pinot Noir para los tintos. “Malbec no plantamos porque ahí sí: nadie puede ganarle a Mendoza”, se sincera.
Tandil, Sierra de la Ventana, Médanos (a 40 km de Bahía Blanca)  son otros de los puntos bonaerenses donde los enólogos recomiendan ir en busca de las mejores cepas.
Entre Ríos y Córdoba son provincias donde la producción vitivinícola también ganó su espacio. Incluso en ciudades como México DF o Nueva York buscan innovar más aún con los viñedos “urbanos”: en Brooklyn instalaron el primero en una terraza de un edificio (ver aparte). Y si bien en Argentina eso todavía no sucede, podría llegar en cualquier momento.

 

Vinos top made in Brooklyn

Con vista al Brooklyn Bridge de un lado y a Manhattan desde el otro, la compañía Rooftop Red instaló este año en Brooklyn, en Nueva York, el primer viñedo ‘urbano’, que, según dice en su página web, permitirá comercializar un vino producido allí.
Según explican, para esto desarrollaron un sistema especial de plantación que les permitirá lograr una producción en grandes cantidades, lo que lo haría competitivo (otra de las principales contras, además del clima, que se encuentra para este tipo de producción en Buenos Aires). Sin embargo, la idea es generar un espacio que sirva, una experiencia distinta a la hora del encuentro después del trabajo o en eventos privados, tanto para los neoyorquinos como  para los visitantes que llegan en busca de los tan famosos rooftops (terrazas) de esa ciudad.
Y si bien el tipo de producción allí podrá ser único, lo cierto es que los viñedos urbanos existen en otras partes del mundo, en ciudades italianas y francesas, e incluso en Polanco, en ciudad de México. Allí cosechan 300 variedades de vides, como Malbec, Merlot, Cabernet Sauvignon, Chardonnay y Sauvignon Blanc, entre otros.

 

De cata

El fanatismo argentino por los vinos es reconocido, y en la Ciudad de Buenos Aires, Sol Linares –que en la casa de sus abuelos en Lugano también tiene un parral– encontró además cómo aunar su pasión con un nicho de negocio: hace casi diez años organiza el Wine Tour Urbano, un circuito que arrancó para acercar más a las mujeres al mundo del vino, y que se expandió a distintas locaciones, desde calles históricas del microcentro porteño hasta locales en pleno Palermo Viejo, donde sus integrantes pueden participar de catas con expertos sommeliers.
“El conocimiento aumentó muchísimo, la gente demanda cada vez más información a los sommeliers, y ya armamos catas privadas. Viene gente de todas las edades, que busca etiquetas no conocidas”, cuenta.