Ya no se trata de si te llama o no, de si estas enganchada vos o el, de si hay compromiso o no. Las cosas están claras y la histeria pasó a la historia.
Sin darte cuenta, te encontrás programando compras en el super para dos, le hacés un lugar en tu placard, conviven 2 cepillos de dientes en tu baño y el desodorante masculino irrumpe como un totem fálico en el medio de tu santuario de cremas.
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Así estaba Laura hace un par de semanas, cuando contó a sus compañeras de trabajo que se sentía expectante por la próxima convivencia, no tanto por un futuro arrepentimiento, sino por el miedo natural a lo desconocido.
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