SOCIEDAD
Tres millones de afectados en el GBA

Cómo se vive sin agua potable a minutos del Obelisco

Pocas calles después de cruzar la General Paz o el Riachuelo se abre un mundo distinto, donde reinan la desigualdad y la falta de las oportunidades más básicas. Unos 3.000.000 de habitantes del Conurbano bonaerense sobreviven sin agua potable ni cloacas, pese a las promesas oficiales. PERFIL estuvo en un botón de muestra, un barrio en Lomas de Zamora donde los vecinos reciben el líquido en camiones y hasta se pelean por una gota de agua.La paradoja del Estado, que construye allí casas y cárceles que no puede inaugurar.

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Pegado al barrio Cuartel Noveno de Lomas hay un complejo de viviendas nuevas. No se inaugura porque no tiene agua. | Jos Romero

Cada barrio del Conurbano bonaerense tiene sus símbolos característicos. No sólo las calles y avenidas forman los márgenes. También hay señas inconfundibles que marcan límites no aleatorios, pero mucho más representativos para sus habitantes. Por ejemplo Cuartel Noveno, en Lomas de Zamora, casi no tiene plazas, tampoco árboles, y convive con la popular Feria La Salada. Pero el sello que los marca a fuego es que en más de 600 manzanas no hay agua potable ni cloacas. Y eso lo comparten con tantas otras localidades del Gran Buenos Aires, donde las canillas parecen ser tan sólo objetos de decoración.

El mapa del agua potable, lejos de ser caprichoso, refleja en forma idéntica las desigualdades socioeconómicas. Un informe de la Fundación Metropolitana, elaborado según estadísticas oficiales, evidencia la polarización: en lugares como la Ciudad de Buenos Aires o Vicente López, la totalidad de la población accede al servicio. Pero con sólo trasladarse algunos pocos minutos fuera de la General Paz, la mayoría se inscribe en la categoría de “no usuarios”. En Ezeiza son casi 100 mil personas (el 85,3% de la población) y en Ituzaingó hay 140 mil personas (90%) en la misma situación. En suma, en la región metropolitana 3 millones de habitantes están fuera del sistema.

Vivir sin agua. Los vecinos de Cuartel Noveno son parte de las 96.000 personas sin agua potable en Lomas de Zamora. No faltaron, en sus más de 20 años de historia, promesas de todo tipo para instalar el sistema de cañerías. Pero todas resultaron falsas.

Julio Canale, un maestro de la zona que hoy encabeza una lucha popular, ilustra la situación: “ Sabemos que el Gobierno nacional distribuyó el presupuesto para hacer las obras, pero todo está muy atrasado y no hay ningún avance”. El 13 de febrero, Julio y sus vecinos se manifestaron en las puertas de AySA para exigir una solución inmediata.

¿Cómo se vive sin agua? La misma pregunta está en la mente de cada habitante. No es fácil. Nada fácil. La primera regla es estar atento y vigilante a la llegada del camión cisterna de la empresa que recorre en días predeterminados cada manzana del barrio. “ Cargamos bidones, tachos y baldes en cada casa, pero el sector es muy grande y no alcanza”, explica Fidel, uno de los repartidores, y agrega que es muy común que los vecinos se peleen entre ellos por el agua.

A la vez, como en toda situación de necesidad extrema, hay quienes intentan aprovecharse. En general, como la ración no llega a cubrir lo necesario, aparecen la compra y venta ilegales.

Un poco movidos por las irregularidades, entre los mismos habitantes organizaron el reparto. Aparte de los camiones, hay algunas “ canillas comunitarias”. Marisol Mamani es una de las “cuidadoras” de estos tanques y cuenta su trabajo cotidiano: “ Hay gente que me pide cargar más de lo permitido, pero no puedo porque el agua no alcanza. Al final nos peleamos entre nosotros y es una vergüenza”.

Una vez que se cargan los tachos, baldes o cuanto recipiente se encuentre, comienza otra odisea. Uno de los problemas es cuidarse de los mosquitos que se juntan alrededor del líquido. Y ahí la furia vuelve: “¿Cómo puede ser que el Gobierno nos diga que nos cuidemos del dengue cuando nosotros estamos obligados a juntar agua?”, se pregunta una vecina.

Tampoco saben cómo mantener una higiene adecuada para sus hijos. “ Lamentablemente nos bañamos una o dos veces por semana, mojándonos con una jarrita. A veces les tengo que decir a los chicos que no se echen más porque no alcanza”, cuenta, angustiada, Marisol.

Los más pequeños, que no conocen lo que es una ducha, se llevan la peor parte. Las diarreas y otras enfermedades relacionadas con la falta de aseo son comunes en el barrio. Según un relevamiento general de la Asociación por los Derechos Civiles, la hepatitis A está latente “debido a las condiciones sanitarias en las que vive una gran parte de niños del Conurbano, especialmente por la deficiente calidad de los desagües cloacales y del servicio de agua para consumo”. Los adultos también sufren en su cuerpo las marcas por la sobrecarga que implica llevar un balde de, por ejemplo, 20 litros de agua varias cuadras.

Recurso fundamental. Hoy el agua es considerada un derecho humano. Forma parte de una calidad de vida indispensable y es función del Estado garantizar el acceso universal. A mitad del siglo pasado, la Argentina se encontraba entre los primeros países en cuanto a cobertura y prestación del servicio sanitario. Pero el tiempo pasa y hoy ocupa puestos muy lejanos.

Los mismos vecinos de Cuartel Noveno sienten que viven como en otra época. “ En el siglo XXI, que acá no haya agua, es una cosa increíble. Es como decir que estamos en el desierto o como en el 1800, que había que esperar al aguatero. Nosotros queremos pagar el servicio, como pagamos la luz y los otros impuestos”, señala Juan Portillo, un trabajador de la zona.

La Organización Mundial de la Salud aseguró que sólo con una base de entre 50 y 100 litros diarios por persona se cubren los requerimientos mínimos esenciales de uso con riesgos relativamente bajos para la salud. Algo muy lejos del promedio en Cuartel Noveno, donde por ejemplouna familia con 8 integrantes recibe alrededor de 400 litros día por medio (salvo cuando llueve y el camión no puede ingresar).

Esa misma agua, conservada en bidones, es la que toman todos los vecinos. Los tachos, en general, están sucios de sarro o pintura. “ Otra no nos queda, lamentablemente. Si no tenemos agua para bañarnos, menos para lavar el balde”, se quejan. Y aquí entran en juego distintas formas y recursos de “hacer durar” el agua hasta la última gota. En cuanto a la ropa, se lava sólo lo indispensable, y con el líquido que queda se limpian los pisos o se tira en el inodoro. Cocinar fideos, por ejemplo, es una tarea que muchos postergan por la escasez.

Ausencia. Ironía o contradicción, la falta de agua no sólo complica a los habitantes, sino que también choca con proyectos propios del Estado. Por ejemplo, la flamante Unidad Penitenciaria Nº 10 en Lomas de Zamora no puede utilizarse (aunque ya está terminada) por esa razón. Lo mismo sucede con un barrio nuevo, al que sólo le falta el agua. Y los maestros de la escuela de la zona también deben hacer malabarismos para poder abastecerse con un tanque que lograron instalar.

El agua potable es un problema mundial, al punto de que hay quienes ya la llaman el “oro azul”. Tres millones de personas del Conurbano bonaerense saben bien de qué se trata el asunto: cada gota, para ellos, es invalorable. “ Es como el petróleo que tenés que cuidar –asegura Marisol Mamani – o como el oro.”

Todo muestra que la cuenta es inversamente proporcional: a mayor cantidad de hogares con necesidades básicas insatisfechas, se corresponde una menor cantidad de usuarios de servicios de agua potable y cloacas. Esto lleva consigo la imposibilidad de lograr una mejora en las condiciones de vida. Todo parece increíble si se compara con un solo dato: esto sucede en el área metropolitana, una región que se apoya en uno de los estuarios de agua dulce más grandes del planeta.