SOCIEDAD
sueos de libertad

“Cuando salga quiero abrir un restaurante”

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“Estar en una cárcel es lo mismo que estar muerto en vida. Es muy duro. Acá sufrís hambre, frío, calor y soledad. La soledad es lo que más sufro. Veo a mis hijos dos o tres veces por año porque el padre no los trae y necesito que lo haga.” En un mes, Luna cumple tres años de encierro. No está conforme con su nueva vida pero se mantiene ocupada. Este año comenzó a cursar abogacía en la Universidad Nacional de La Plata, participa de las recreaciones del penal, trabaja en sanidad y cuenta que la relación con las otras internas “es buenísima”. “Las actividades están buenas porque te hacen abrir la cabeza y cada tres meses tengo que rendir examen, entonces me trasladan a la universidad o a otras unidades.”
—¿Cómo son esas salidas?
—Está bueno ver vidrieras, gente, chicos jugando con la mamá. Me trae mucha nostalgia. A veces me da miedo tener la libertad. Me preguntó qué será, que haré en la calle, ¿me la pasaré encerrada como estoy acá?

La mesera de Las Heras comparte la unidad con otras 69 internas, entre ellas Tamara “La Cheta” Blanco y la griega Panagiota Alexopoulos –otra homicida–. La Unidad 54 del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) es de máxima seguridad. “El régimen es muy diferente al de uno semiabierto. Acá caminás con una custodia siempre al lado tuyo. A veces me cuesta. Fueron muchos años y todavía queda esperar. Nunca pensé que iba a estar acá, en este lugar. Yo llevaba una vida tranquila, normal. Y me perdí la adolescencia de mis hijos. Mi hija se hizo señorita hace unos meses y me enteré por un llamadito que hice. Cada vez que los veo, los veo más grandes. Parece mentira. Duele no tener ese abrazo, ese cariño, esa ternura de transmitirles cuánto lo siento, cuánto los amo.”

Sin embargo, la labor que encontró tras las rejas le trae satisfacción: “Siento que tengo que ayudar al otro y estando en sanidad está bueno porque siempre estoy ayudando”. Luna asegura que no es agresiva. “Siempre voy con la palabra porque hablando se entiende la gente. Acá adentro trato de evitar los conflictos entre otras internas y tengo tres veces ejemplar diez en conducta y concepto”, dice con orgullo. A diferencia de algunas de sus compañeras, Luna se niega a las visitas intercarcelarias. “No va conmigo”, asegura. “Admiro a las que pueden hacerlo”, agrega.

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El mazazo a Carola Bruzzone puede haber terminado con sus sueños de novia, pero la cárcel no pudo con ella. “Cuando salga quiero estudiar y trabajar como lo estaba haciendo afuera. Eso quiero mucho, progresar. Me gustaría abrir un restaurante”, confiesa. Ese es su nuevo anhelo.