SOCIEDAD
De los 3 meses a los 2 años

El Colón, en pañales: por primera vez abrió sus puertas a los bebés

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Asombro. Las funciones mezclan música y ballet. Y los chicos pueden acercarse a los instrumentos. | Aballay

Para ingresar al Teatro Colón y a los grandes coliseos del mundo suele haber un código de vestimenta. Esta vez, con llevar pañales es suficiente. Porque ayer, por primera vez, el Colón abrió sus puertas a los bebés.

“La capacidad de asombro de ellos es permanente; la nuestra –la de los adultos– dura 15 segundos”, dice antes de empezar una mujer vestida de época. Y así sucede desde que las niñas y los niños entran al Salón Dorado en brazos de sus padres.

Miradas a los techos con sus imponentes arañas, columnas talladas, vitrales y alfombras rojas. No alcanzan los ojos.

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De fondo, los acompañan dos pianos (uno bebé, a tono), un cello, una flauta, una celesta y un xilofón, además de una bailarina, que se presentarán antes de la función. Todo forma parte de una experiencia multisensorial enfocada a los bebés, y a los padres también.

La actividad empieza con los padres –descalzos– y sus hijos sentados en un piso encastrable de goma EVA, entre juguetes de tela y al compás de la música, una adaptación de la suite musical de El Carnaval de los animales, compuesta en 1886 por el compositor francés Camille Saint-Saëns. La animadora indica primero unos ejercicios de relajación. No se escuchan gritos ni llantos: el asombro sigue.

Entra en escena un piano bebé, y después una bailarina –el cisne– que recorre todo el salón y que los niños siguen como si fuese un faro. Más adelante, es el turno de jugar con unos paños de tul y descubrir que detrás de una tela transparente puede haber otro mundo. Y uno de los momentos más alegres es cuando mamás y papás bailan un vals con su bebé. El Salón Dorado se llena de sonrisas. Otra vez al piso, y a relajar y asimilar los estímulos.

Después de casi una hora, va terminando la función. “Pónganles la mano en el corazón a sus bebés. Todo esto pasó por primera vez por el corazón”, cierra la presentadora. Alguna lágrima se escapa. Y el aplauso final, de padres y niños, es un buen indicador: todos disfrutaron.

Ningún detalle quedó descuidado. El Colón se adaptó a estos nuevos espectadores y a sus necesidades: organizaron un estacionamiento para cochecitos, y agregaron cambiadores en baños de mujeres y varones, espacios de lactancia y un guardarropas.

Con idea y dirección artística de Eugenia Schvartzman y Mariana Cincunegui, Colón para bebés empezó ayer, sigue hoy y también está programado para el sábado 29 y el domingo 30. Los horarios de la actividad varían de acuerdo con la edad de los niños, a los que se dividió en tres grupos según su edad: de tres a nueve meses, de diez a 18 meses y de 19 meses a dos años. “Nos encanta que haya un poco de lío: este teatro es para todos, y nunca es demasiado temprano para empezar a venir”, había dicho su directora artística, María Victoria Alcaraz, al anunciar el proyecto.

Es cierto que los adultos pierden la capacidad de asombro muy rápido. Pero este tipo de experiencias sirven para recordar cómo fuimos alguna vez. Mientras, ellos siguen en el asombro permanente.