SOCIEDAD
las otras victimas

El dolor de los hijos que crecieron sin sus papás

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“Lo que más nos duele es que nuestros hijos no tuvieron un abuelo”, se lamenta Yesica Mendieta junto a sus tres hermanos. “Un día me quedé sola con dos criaturas que con menos de 12 años perdían a su papá”, recuerda Silvia Sánchez. A ambas familias les cambió la vida el incendio en el boliche de Once porque estos seis chicos tuvieron que crecer sin un padre. A diez años de Cromañón, el relato de las otras víctimas de la tragedia.

Yesica, Germán, Miguel y Micaela tenían entre 18 y 13 años cuando vieron por televisión que el local bailable donde trabajaba su papá como seguridad se incendiaba. “Fueron mis tíos los que nos dijeron que lo habían encontrado muerto”, recuerda la más grande de los Mendieta.
Para el momento de la tragedia los chicos no convivían con Evaristo Mendieta (39) porque estaba separado de la mamá de ellos. “Casi no lo veíamos, por eso mis hermanos más chicos casi no tiene recuerdos de él. Igual era nuestro papá y te duele pensar que por culpa de Cromañón nos quedamos sin él”, se sincera Yesica, aunque destaca que el mayor dolor que tienen los hermanos es que los ocho hijos que tienen en total “no pudieron disfrutar de un abuelo”.

De cero. “Yo era una ama de casa feliz, tenía todo lo que necesitaba y un marido que se ocupaba de todo hasta el 30 de diciembre de 2004 cuando de repente me quedé sola con dos criaturas”, rememora Silvia, esposa de Christian Frías (33). Para ese momento, sus hijos Nahuel y Ayelén tenían 12 y 7 años. “Los senté en la mesa y les conté lo que había pasado. Mi hija me preguntó: ‘¿y ahora que vamos a hacer sin papá?’. En ese momento les prometí que yo me iba a encargar de todo”. Silvia no sabía cómo, pero lo iba a intentar.
La mujer tuvo que empezar a trabajar para mantener la casa y criar a sus hijos. “Aunque suene loco yo siento que no crié sola a mis hijos porque cuando lo necesité Christian estuvo. Se me aparecía en sueños y hablábamos”, cuenta a PERFIL. “En el último año de secundario, con Nahuel tenía algunos problemas y ya no sabía qué hacer. Sentía que las cosas se me habían ido de las manos. Una noche soñé que mi marido hablaba con nuestro hijo y al día siguiente las cosas entre nosotros se calmaron”, ejemplifica, y agrega: “A los chicos todavía les cuesta hablar de Cromañón y recién el año pasado pudimos empezar a tocar el tema, todavía es una herida que tenemos a flor de piel”.

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