SOCIEDAD
hoy termina el VIII congreso internacional de la lengua española

En Córdoba, miles tomaron las calles para disfrutar de la palabra

Más allá de las ponencias oficiales, la gente llenó recitales e hizo largas filas para escuchar a escritores y cineastas. Hubo un espacio disidente.

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Atentos. Estudiantes, docentes y familias en una de las 400 actividades programadas por el Festival de la Palabra, en paralelo al CILE. | CILE

Horas de fila para conseguir una entrada y se agotaron en minutos: ni bien se anunció, en el Cabildo del centro histórico de esta ciudad, que se iniciaba la entrega de tickets para escuchar a Joaquín Sabina y a otros artistas de tango que le rindieron homenaje ayer, tras la disertación del cantante y poeta en uno de los plenarios oficiales, desaparecieron. Y la gente, programa o app en mano y lejos de frustrarse, elegía otra actividad para hacer.

Esa escena es solo una de las muestras por las que el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) se convirtió, desde mucho antes de su puesta en marcha el miércoles y hasta hoy, en un fenómeno cultural de masas.

El mismo Felipe VI –antes de errar el nombre de Jorge Luis Borges en su discurso inaugural el miércoles– lo señaló, asombrado, cuando dijo que el país era el único hasta ahora en haber repetido sede y que el encuentro de 2004 en Rosario, el del famoso discurso de Roberto Fontanarrosa, transformó para siempre lo que hasta entonces había sido un pesado simposio de claustros en una “fiesta de la calle y la gente”, según dijo.

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Y de ese mismo espíritu parecieron contagiarse los cordobeses y los miles de visitantes que llegaron a la ciudad para disfrutar fuera de las ponencias oficiales. Aunque las cifras del CILE impresionan –200 expositores de 32 países y casi 5 mil asistentes a los plenarios, para discutir un idioma que hablan 580 millones de personas en todo el mundo, la segunda en importancia según la Real Academia Española–; fueron las más de 400 actividades paralelas organizadas en el Festival de la Palabra, que había empezado el 20 y termina también hoy, las que resultaron más convocantes.

No solo el Museo del Prado transformó una de las calles peatonales del casco histórico en una de sus salas al aire libre –montaron 53 de sus obras icónicas allí–; también hubo muestras sobre Gabriela Mistral y Rafael Alberti, homenajes a Eva Perón y Atahualpa Yupanqui y hasta una instalación callejera que deslumbró: Global Rainbow, de la artista Yvette Mattern, atravesó el cielo cordobés con siete haces de luces de colores que se vieron a 40 kilómetros.

Es que lo irresistible de poder sentarse, de primera mano, a escuchar a Eduardo Sacheri relatar cómo pensó cada una de las ‘escenas’ –como él mismo definió a los capítulos de su novela– de lo que luego se convirtió en la película El secreto de sus ojos, con anécdotas al mínimo detalle sobre las escenas que luego sirvieron a la Academia de Hollywood para premiarla con el Oscar; o a Claudia Piñeiro y su homónimo con otra grafía, Marcelo Piñeyro, revelar cómo el lenguaje literario que la primera plasmó en su novela Las viudas de los jueves se convirtió en el guión de la película que luego el segundo filmó, con las palabras transformadas en un texto cinematográfico, llevaron a que los escenarios previstos para esas clases magistrales –el auditorio del Cine Club Municipal para el primero; y el bellísimo Cabildo para los segundos– resultara escaso.

Los organizadores, la Secretaría de Cultura de la Nación y el Incaa, se mostraron sorprendidos por las repercusiones. También programaron el recital gratuito de Les Luthiers, que el jueves vieron 24 mil personas –aún sin Marcos Mundstock entre sus filas– y un ciclo de cine al aire libre en la Plaza de la Intendencia.

Igual o más que el premio Nobel Mario Vargas Llosa, que presentó la nueva versión de Rayuela editada especialmente para el congreso, Piñeiro se convirtió en un fenómeno en sí mismo: en escasos dos días presentó una ponencia sobre la era digital; participó en otra junto a Alejandro Dolina (ver aparte) en la que se animó hasta a cantar en qom, y dio la clase con Piñeyro, pero también se sacó selfies y tuvo que ser ‘rescatada’ por sus acompañantes para poder llegar a tiempo a todo. El autor de Crónicas del Angel Gris también generó cuadras de fila.

Además, las intervenciones de la escritora pusieron de manifiesto un eje que no ocupó un espacio formal en la agenda oficial, pero sobrevoló las conversaciones: los temas de género. El director de la RAE resistió hablar de lenguaje inclusivo, sí; pero por primera vez, el 36% de las disertantes fueron mujeres –unas noventa– y los temas vinculados a la legalización del aborto también se manifestó no solo en pañuelos y pulseras verdes sino también en la forma en la que las mujeres se pensaron y escribieron a sí mismas.

A contramano de lo oficial

Si todas las actividades fuera de los claustros del Congreso se consideran estos días como un ‘off-CILE’, la organizada por un grupo de alumnos y docentes de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC se convirtió en el contracongreso. Con el lema ‘Los derechos lingüísticos como derechos humanos’, las sesiones, actos y ponencias que sumaron ochenta reuniones, pusieron el contrapunto al discurso académico oficialista.Durante la inauguración, el miércoles, ocuparon calles aledañas al corralito montado alrededor del Teatro del Libertador. Los silbidos llegaron difusos hasta Mauricio Macri y los reyes de España. En el contracongreso participaron también académicos invitados a los plenarios, como la escritora cordobesa María Teresa Andruetto, que esta tarde cerrará el CILE. “Estos espacios de pensamiento son necesarios, básicos para pensar una lectura a contrapelo de la densidad política que se construye en estos acontecimientos”, dice Malena Tatian, organizadora.