—En los últimos años, en Rosario crecieron los crímenes sicarios vinculados al narcotráfico, ¿cree que pueden conformarse carteles de las mismas características de los mexicanos? —Hay que diferenciar aquellas estructuras de organizaciones criminales en México, que tienen dos variables: una, estos carteles que, por lo general, están asociados a apellidos como Ochoa Félix, Guzmán o Leyva, tienen una estructura familiar que permite, incluso, hasta matrimonios entre diferentes integrantes de esos carteles y tienen una permanencia gracias a ese vínculo familiar. En cambio, otras estructuras más violentas, como Los Zetas, que ahora están con una fragmentanción importante, tienen una estructura y formación militar. Son más sanguinarios y no tienen vínculo familiar. No tienen respeto por la vida humana y cometen delitos conexos al narcotráfico: extorsiones, secuestros, pagos de piso. En mi país, el 1% detenta el 43% de la riqueza, es una iniquidad atroz. Si no nivelamos esto, vamos a seguir teniendo problemas de este tipo. Porque los jóvenes que son captados como sicarios no tienen oportunidad de desarrollo, tienen grandes retardos sociales y siempre elijen, lamentablemente, mimetizados en una sociedad donde las manifestaciones y símbolos del narcotráfico son aspiracionales. Hay casos de niñas que quieren novios narcotraficantes porque los ven como héroes.
