SOCIEDAD
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Expertos aseguran que nunca se recuperan los días de clase perdidos

Si bien existe una ley que obliga a la compensación para garantizar las 180 jornadas del calendario escolar, los paros y los feriados hacen que eso no se pueda lograr.

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Aulas vacías. El año pasado, los alumnos de la provincia de Santa Cruz perdieron más de 80 días de clase. Este año, el gobierno bonaerense anunció que se recuperarán los días perdidos por los reclamos docentes durante las vacaciones de invierno. | telam

Mientras el conflicto por el salario docente no encuentra solución en la provincia de Buenos Aires y muchos chicos siguen perdiendo días de clases, el gobierno provincial ya anunció que buscarán recuperar los días perdidos por las protestas docentes durante el receso de vacaciones de invierno, a la vez que buscan construir alternativas pedagógicas para suplir la falta de clases.

En ese contexto, y mientras alumnos de provincias como Santa Cruz el año pasado perdieron más de 80 jornadas de clases en el medio del conflicto docente, PERFIL consultó a especialistas en educación para saber si la finalidad de alcanzar los 180 días establecidos por ley es una meta alcanzable, y si los días que se pierden por los paros docentes logran realmente recuperarse.

“La idea de recuperación no existe, porque el tiempo que los chicos estuvieron fuera de la escuela ya se perdió. Pero la mayor pérdida de días no es por paros docentes, salvo en casos extremos, sino que está dada por el aumento de feriados, las jornadas de reflexión docente y la mala organización del calendario escolar, que hacen que no se llegue a 180 días, aun si no hubiera paros. Todo hace al daño de la pérdida de ritmo escolar”, dice por su parte Mariano Narodowski, profesor de la Universidad Torcuato Di Tella.

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“La obligación de recuperar los días es una ley que promulgó Néstor Kirchner, que dice que, en caso de incumplimiento de alcanzar los días de clases estipulados en el calendario mínimo de 180 días, las autoridades deberán adoptar todas las medidas a fines de compensar esos días perdidos. Es una obligación, no una posibilidad”, opina Alieto Guadagni, miembro de la Academia Nacional de Educación. “Por lo general nunca se compensan, porque muchos entienden que se trata de hacer una tarea adicional y no que tiene que ver con la asistencia a clase”, agrega.

Sin embargo, aporta datos que proponen otro debate más allá de los paros: sólo en el 13% de las escuelas del país no se alcanza la jornada extendida, mientras que en casi todos los países de la región, de acuerdo con datos de la Unesco, las horas de clase estipuladas para todo el año son superadoras: “Costa Rica, México, Brasil, Perú, Ecuador, Bolivia, Chile, Cuba y Uruguay tienen más horas de clases que nosotros”, explica. El caso de Ecuador, donde la carrera docente se jerarquizó en los últimos años –a tal punto que para ingresar a la universidad para ser maestro se deben alcanzar más puntos que para ser abogado–, por ejemplo, sería una iniciativa posible a debatir en el marco de salidas a la crisis que pareciera atravesar el sistema educativo.

Narodowski sostiene que si bien los días de clase no se recuperan, se puede pensar en “experiencias compensatorias”, aunque éstas siempre deben quedar a cargo de las escuelas y cada docente: “Ellos son quienes, a fin de cuentas, mejor conocen los grupos y alumnos y van a saber mejor cómo, cuándo, cuánto y qué se va a compensar”. Y agrega: “Los días de clases son sagrados, sobre todo para los chicos más pobres, cuya única alternativa de mejora social y cultural es la escuela”.

Para Irene Kit, titular de la Asociación Civil Educación Para Todos, el debate por los días perdidos sería una buena ocasión para volver a plantear qué tipo de enfoque se busca: uno que apunte estrictamente a los contenidos, o más bien otro que apunte a desarrollar las capacidades de los alumnos, como hacen países líderes en educación, como es el caso de Finlandia, donde incluso tienen menos horas de clase que en Argentina.

“¿Estamos utilizando las horas de clase de una manera tal que sean significativas y que el aprendizaje sea duradero?”, se pregunta Kit, quien plantea la necesidad de reconsiderar cómo gestionar el tiempo para que rinda mejor, más allá del debate por la extensión de la jornada. “Acá tenemos pocos días de clase y jornadas de clases muy cortas, pero agregamos una hora a cada turno, por ejemplo, buscando poner el foco en desarrollar capacidades complejas, cognitivas, emocionales y sociales de los alumnos podría darnos otra manera de organizar los contenidos”, concluye.

De la pública a la privada

“En los últimos diez años, la educación pública en la provincia de Buenos Aires se privatizó de hecho. Cada vez más familias eligen la escuela privada sobre la pública”, sostuvo María Eugenia Vidal en la apertura de sesiones de la Legislatura bonaerense y aportó que “sólo en el nivel primario la matrícula de gestión pública perdió 56 mil de 300 mil alumnos, mientras que la de gestión privada aumentó más de 100 mil. Y si bien el sistema educativo público creció en 43 mil alumnos, el privado subió 233 mil, casi seis veces más”. Desde Chequeado, sitio que verifica el discurso público, aportan que “en 2016, entre los niveles inicial, primario y secundario, había en el sistema educativo de la Provincia casi 3,8 millones de alumnos. De esa cifra, el 62% asistía a una escuela estatal, y el restante 38% a una privada. Diez años atrás, el peso de las escuelas públicas era mayor: representaban el 66% de los alumnos, mientras que las privadas, el 34%”.