SOCIEDAD
Cuatro casos resonantes

Las mujeres asesinas sacuden Tucumán

En 2004 se inició en la provincia una ola de crímenes cometidos por mujeres. El primero fue el homicidio del juez de Menores Héctor Aráoz, por el que la Policía detuvo a su mujer, Ema Gómez. El último, ocurrido el 6 de febrero, fue protagonizado por la doctora María del Valle Dip, a quien acusan de descuartizar y “embalar” en bolsas a una contadora. El caso más resonante es la desaparición, el 31 de julio del año pasado, de la docente tucumana Angela Beatriz Argañaraz, cuyo cuerpo no aparece. La abuela Nora Rivadeneira está sospechada de envenenar a su marido y a sus tres nietos.

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Susana Acosta est involucrada en la desaparicin de la docente ngela Argaaraz. | Carlos Villagra

La saña, la premeditación y la frialdad demostrada por la doctora María del Valle Dip para, presuntamente, asesinar a la contadora Liliana del Valle Cruz, que apareció seccionada en ocho partes, que habían sido embaladas en tres cajas y en dos bolsos en una farmacia de su propiedad, no dejan de asombrar a los tucumanos que todavía no encuentran una explicación lógica para justificar semejante brutalidad.
Pero hay, en ese horroroso crimen, un factor común que se reproduce constantemente en los últimos hechos delictivos ocurridos en la provincia: una vez más la asesina es una mujer.

El macabro asesinato de la contadora Liliana Cruz ocurrió el 6 de febrero último y se descubrió porque un hijo de la doctora, Gerardo Naigeboren, llamó a emergencias policiales para denunciar un asalto en la farmacia.

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Cuando llegó la Policía, advirtieron que no había ningún asalto y se toparon con un olor nauseabundo que terminó por delatar donde estaba escondido el cuerpo del delito.

Los familiares creen que una deuda habría sido el móvil del crimen, pero los pesquisas no descartan que haya sido un drama pasional.

¿Mafia policial? La ola de asesinatos cometidos por mujeres comenzó el 26 de noviembre de 2004, tras el homicidio del juez de menores Héctor Agustín Aráoz. Ese día, nueve balazos certeros, calibre 9 milímetros, terminaron con su vida y la pesquisa apuntó a quien por entonces era su novia, la ex agente de policía Ema Hortensia Gómez y no dudaron en caratular al hecho como un crimen pasional.

Según el fiscal Guillermo Herrera que investigó el caso, la tragedia se habría desencadenado después de una álgida discusión de la pareja, cuando Gómez llamó a su ex compañero el oficial Darío Pérez para que la defendiera. “ Hubo un triángulo amoroso. Aráoz era el novio formal de Gómez y Pérez, su amante”.

Para el fiscal, la ex agente de policía habría mantenido una violenta pelea con el magistrado, ya que en sus uñas se encontraron restos de piel de Aráoz y al juez, cabellos de ella en las manos.

Sin embargo, Ema Gómez, que está presa en espera que el caso sea llevado a juicio oral, insiste en su inocencia y sostiene: “ A la Justicia siempre le resultó mucho más fácil inculparme a mí que investigar la mafia policial. La Policía está involucrada. Agustín (por el juez de menores) sabía muchas cosas”.

Durante la investigación se barajaron varias conjeturas que apuntalan la hipótesis de la ex agente de policía que van desde el tráfico de drogas, pasando por la contratación de menores para cometer robos y participar de fiestas sexuales.

Abuela peligrosa. La historia de Nora Rivadeneira, una abuela de 64 años que envenenó con pesticida a su marido y a tres de sus nietos no pasó desapercibida entre los crímenes cometidos por mujeres en el último año.

Durante la mañana del 7 de enero del año pasado Rivadeneira se dedicó a la cocina como habitualmente lo hacía, pero esta vez el guiso de fideo entrefino con pollo que había preparado, además de la sal, pimienta y el extracto de tomate sería condimentado con una abundante dosis de parathión, un poderoso pesticida cuyo uso está prohibido en el país.

Tras servirles el fatídico menú a su esposo José Herrera (64) y a sus nietos Daniel (13), Nancy (9), María (12) y Carlos Ledesma (1), se declaró inapetente y esperó con paciencia el trágico desenlace.

Los síntomas no tardaron en aparecer y los envenenados empezaron a ponerse morados. Sólo María salvó su vida; había comido una sola cucharada porque lo encontraba feo. Primero se pensó que era una intoxicación por alimentos en mal estado, pero al secuestrar la olla analizaron el guiso y encontraron el veneno.

Hasta hoy se desconocen los motivos que llevaron a Nora a cometer semejante asesinato.

Sin cuerpo del delito. El 31 de julio del año pasado la comunidad educativa del colegio Padre Roque Correa amaneció conmocionada ante la desaparición de la docente Angela Beatriz Argañaraz, que ese día iba asumir como directora. La docente salió esa mañana de su casa para dar clases, pero nunca llegó. A partir de ahí comenzó una búsqueda frenética sobre su paradero que hasta el día de hoy mantiene en vilo al Poder Judicial, porque a pesar de la infructuosa búsqueda no pudo dar con ella. Ni viva ni muerta.

La investigación en base a las pruebas que tiene supone que esa mañana Argañaraz pasó por la casa de su compañera Nélida del Valle Fernández, donde mantuvo una violenta discusión que terminó con su vida.

Fernández, según los policías no actuó sola, sino que habría contado con la participación de su pareja, Susana del Carmen Acosta y de su hermano Luis. El Gobierno nacional ofrece una recompensa de $ 120.000 a quienes aporten datos para capturar a Luis Fernández, que según la pesquisa sería el que escondió el cuerpo.