Cuando el ministro de Salud de la Nación,
Ginés González García, declaró la
obesidad como “una bomba sanitaria”, la Argentina
parecía
alinearse con el concepto de la Organización Mundial de la
Salud (OMS) que,
desde 1979, la considera una enfermedad epidémica.
Cuando se presentaron más de 30 proyectos relacionados en la Cámara de Diputados (y en
otras instancias), todo daba a entender que el camino estaba allanado para declarar el sobrepeso
excesivo una enfermedad. Las estadísticas nacionales e internacionales también avalaban el cambio.
Sin embargo,
hoy, los proyectos legislativos duermen en un cajón esperando que
las promesas oficialistas se transformen en hechos concretos.
Muchas iniciativas sobre la obesidad y su inclusión como enfermedad dentro del Plan Médico
Obligatorio (PMO) aguardan en la Comisión de Acción Social y Salud Pública de la Cámara de
Diputados. Pero, para
los opositores, la demora no es involuntaria. “Hay
una obstrucción que ya parece crónica para que estos temas no sean tratados en el recinto.
Los diputados del Frente para la Victoria
cajonean el proyecto”, se queja el diputado radical
Juan Acuña Kunz, integrante de la Comisión y autor de uno de esos proyectos.
El diputado por el ARI Leonardo Gorbacz también presentó una
iniciativa para que las obras sociales y prepagas se hagan cargo de los
tratamientos para la obesidad. Y coincide con el
diagnóstico de Kunz: “El oficialismo se resiste, me parece que no quieren legislar sobre algo
que no surgió de ellos, le molesta que le impongan la agenda desde la oposición o un sector
social”.
En números. Culpas o acusaciones aparte, lo cierto es que
el tema estalla.
La OMS calcula que más de 1.000 millones de personas en
el mundo sufren de sobrepeso y 300 millones de obesidad.
Por primera vez en la historia de la humanidad
los casos de sobrepeso
igualan a los de desnutrición.
En Argentina, según el Ministerio de Salud, el exceso de peso y la
obesidad alcanzan al menos a 16 millones de personas: casi el 50% de la población.
De todos estos números se desprenden los posibles impactos que, lejos de la estética, pueden
afectar seriamente la salud.
Diabetes,
hipertensión o enfermedades cardíacas son algunas de las posibles
consecuencias de acarrear muchos kilos de más. Las causas de la obesidad son muchas: vida
sedentaria en las grandes urbes, mala alimentación y avalancha del marketing de los productos
“engordantes”, entre otras.
Marco regulatorio.
Alberto Cormillot es uno de los principales impulsores del
tema. Desde el programa
Cuestión de peso realizó el 20 de noviembre un abrazo
simbólico al Congreso para reclamar una legislación que ampare el tratamiento y la prevención de la
obesidad. “Hay antecedentes: en Australia, Nueva Zelanda, varios países europeos y en algunos
estados de EE.UU. se considera una enfermedad”, señala Cormillot.
Más allá de este diagnóstico, la pregunta que sobrevuela es el por qué de la necesidad de un
marco regulatorio. “En la Comisión de Salud hay quienes dicen que no es necesaria una ley de
obesidad porque no es conveniente legislar por enfermedades –sostiene Gorbacz–, y otros
argumentan razones económicas. Sin embargo, es necesaria una ley amplia que incluya aspectos de
prevención, regulación de publicidad y obligatoriedad de los tratamientos. Por otro lado, si
existen intereses privados detrás del PMO es porque este gobierno se ha negado a fortalecer el
sistema público de salud".
Cormillot también encontró obstáculos parlamentarios: “En una reunión que tuve en
Diputados, un asesor me dijo el argumento de que no había que legislar por enfermedades. Yo le dije
que eso era correcto, pero que en ese caso habría que eliminar la Comisión de Salud porque en el
acto pierde su función. Ellos mismos están poniendo en duda su legitimidad”.
Los que apoyan la legislación desmitifican el tema de los costos. Tampoco hay que olvidar que
en Argentina la obesidad es la segunda causa de muerte prevenible después del tabaquismo. “A
Ginés le preocupan estos proyectos y habla de que el presupuesto en Salud se va a ir con los
obesos. Pero no es así. Las prepagas y las obras sociales se van a beneficiar si se previenen
muchas patologías derivadas, como el infarto”, describe Acuña Kunz.
Cirugías. Una parte del debate se desarrolla en torno de
las cirugías de
by-pass gástrico. “Se tiene que incluir como
prestación
progresivamente. Cualquier medida que se tome que no sea
progresiva va a ser un desastre. Si uno dijera que hoy se van a operar todos los gordos, no habría
suficientes quirófanos, ni médicos, ni plata, y sería una masacre. No hay menos de 150 mil casos
extremos en nuestro país, y la mitad está esperando una intervención sin cargo. Es imposible dar
respuesta”, señala Cormillot.
Ginés González García se refirió al respecto cuando presentó el Programa Argentina Camina (un
plan destinado a luchar contra el sedentarismo): “La obesidad es una epidemia mundial y hay
que combatirla, pero no siempre se puede apelar a la cirugía, que sirve para los casos
extremos”.
De incluirse la obesidad como una enfermedad, los sistemas médicos
deberían contar con personal e instalaciones adecuadas, debería haber más actividad física en los
colegios y se regularían la comida y bebidas que consumen los niños y adolescentes en la
escuela. A fines de noviembre, Catamarca fue la primera provincia que avanzó en este
sentido: se le asignó al sobrepeso el carácter de política pública y se marcó la obligatoriedad de
darle un tratamiento.
Mientras se debate el marco regulatorio, la obesidad continúa en pleno crecimiento y la
expectativa de vida disminuye.
Es hoy uno de los
principales problemas de la salud pública. A su vez, los
prejuicios arraigados y la ignorancia complican el panorama: mucha gente culpa al obeso de su
propio mal sin tener en cuenta la multiplicidad de variables que se conjugan. Quizá piensan que la
explicación es simple y de larga data: no por nada la gula es la única enfermedad que figura como
pecado capital.
En E.E.U.U. es una epidemia
Estados Unidos, pionero en tantas cosas, lo es también en cuanto a cantidad de kilogramos
extras. Es uno de los países más afectados:
el índice de sobrepeso alcanza al 65% de la población y la
obesidad supera el 30%. A la par del crecimiento exponencial de la epidemia, surgió una
fuerte condena social apoyada, en muchos casos, por investigaciones científicas.
Un trabajo realizado por investigadores de la Universidad de
Illinois calculó cuánta nafta extra se usa para transportar a los norteamericanos ahora que
aumentaron de peso. “Creemos que, más allá de la salud pública, tener sobrepeso tiene
muchas otras implicaciones socioeconómicas”, justificaron sus autores. En forma inmediata las
conclusiones se diversificaron: al aumentar el consumo de combustible, aumentan las emisiones de
dióxido de carbono y, por eso, la gente obesa incrementa el calentamiento global.
Pero las insólitas hipótesis no quedaron allí. En un encuentro anual de la Obesity Society,
una ponencia se refirió a la relación entre las personas excedidas de peso y los accidentes
automovilísticos. “Lo más gracioso es que todos se lo tomaron en serio”, explicó a
The
New York Times Eric Oliver, investigador de la Universidad
de Chicago.
Pero, más allá de las acusaciones, los expertos aclaran que los prejuicios y las críticas,
lejos de motivar a la persona a bajar de peso, perjudican el tratamiento.
Grave factor de riesgo en los chicos
Hace pocas semanas se presentaron los resultados de la primera Encuesta Nacional de Nutrición
y Salud que marcan de forma clara e indudable la problemática.
El sobrepeso es el factor de riesgo que más aparece en los
chicos. De los niños entre 6 meses y 5 años, el 9,2 por ciento se incluye en esta categoría.
O, lo que es lo mismo, 375 mil menores sufren de sobrepeso.
Este no es un problema menor. Los especialistas ven con preocupación la obesidad infantil
porque hay un serio riesgo de que la
enfermedad continúe a lo largo de toda la vida. También se
revelaron problemas de nutrición en la temprana infancia. El informe reseña que “se
detectaron inadecuaciones tanto cualitativas como cuantitativas en la ingesta de nutrientes de
niños de 6 meses a 5 años”.
La encuesta agrega que “el 44,5 por ciento de las mujeres de 18 a 49 años presentó
valores de tensión arterial superiores a los aceptados como normales; el 54 por ciento no realiza
actividad física; el 22,9 por ciento fuma, y alrededor del 20 por ciento presenta valores de
colesterolemia superiores a los definidos como normales”.