SOCIEDAD
UNA FAMILIA UNIDA POR LA RELIGION

“Mi tío despertó la fe en mucha gente”, afirma el sobrino de Francisco

José Ignacio Bergoglio compartió sus recuerdos con el Papa y se emociona con los cambios que generó. “Está hecho un pendejo, le encanta lo que está haciendo”.

José Ignacio, en la caminata a Luján.
| Marcelo Aballay

“Cada uno debe buscar la manifestación de la Virgen que le caiga mejor, para abrazarse a ella. Hoy la Virgen de Luján está abrazando a todos los jóvenes que caminan. Creo que el mensaje que transmite mi tío despertó la fe en mucha gente”, reflexiona José Ignacio Bergoglio, sobrino del papa Francisco.

El hijo menor de María Elena, la única hermana viva del ex cardenal, estuvo junto a PERFIL en la 40ª edición de la peregrinación de la Virgen de Luján, que se realizó desde el mediodía de ayer, y se emocionó al ver el fervor religioso en los jóvenes, algo que relaciona directamente al cambio que realiza su tío, el papa Francisco.

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“La fe nunca se pierde, se anestesia, se duerme. Uno se siente con más o menos fe, y en momentos depende de quién te inspire. Muchos volvieron a ir a misa o a rezar por mi tío. Hasta el menos creyente le enseña la oración del ángel de la guarda a un niño; o en un momento clave reza un Ave María. Y se nota que la gente está recuperando su fe”. José Ignacio dice que a su tío lo nota “rejuvenecido”. “Está hecho un pendejo, le encanta lo que está haciendo y se emociona porque sabe el cambio que generó”, confiesa.

Desde pequeño, José creció con un vínculo muy cercano a la religión. Cuenta que su mamá es catequista, su padrino de bautismo es sacerdote, su tía era monja y ahora su otro tío es nada menos que el Papa. “La fe es enorme en mi familia”, sostiene y da detalles sobre su vínculo con el ex cardenal. “Estamos igual de cerca que antes, con la diferencia de que no lo puedo ir a ver cuando quiero. Siempre llamaba para saber de todos y ahora lo sigue haciendo. Mínimo una o dos veces por semana habla con nosotros”, afirma.

A su vez, repasa algunos de los momentos donde se divertía con él. “Cuando estaba en la Catedral, iba a verlo y le contaba sobre mis cosas. En una de mis visitas, fui con un amigo, y como él estaba en una audiencia lo esperamos comiendo galletitas que preparaban las monjitas. Se reía porque siempre nos daban algo. Es un gran consejero y siempre te da su opinión como tío, no como cura o ahora Papa”, comenta.

Mientras José Ignacio repasa su historia y la de su familia, los peregrinos, junto a sus carteles, banderas y promesas, siguen la caminata sobre avenida Rivadavia para llegar a la Basílica. Allí también estuvo José, en 2003. “Caminé a Luján movilizado por la fe. Me llamaba la atención y lo hice junto a una amiga. Por error, paramos más de una hora para tomar mate y luego nos costó seguir. Caminé en ojotas franciscanas y, pese a lo que me decían muchos, no me ampollé”, recuerda y asume que pronto volverá. “Fui como creyente, porque la Virgen de Luján es la patrona de los argentinos. No pedí nada, siempre tuve mucho para agradecer y más ahora. Recuerdo cómo la gente se abrazaba al llegar y me emociono”, cuenta.

José Ignacio asistió a jardín de infantes, primaria y parte de su secundaria en la escuela de Esclavas de Ituzaingó. Reza todas las noches y realizó varios retiros espirituales. “En cuarto grado les pedí a mis maestras tomar la comunión con mi tío y aceptaron”, cuenta señalando la única fotografía que tiene de ese momento. “Mi confirmación también pude tomarla con él y cuando me dio el cachetazo (que es parte de la ceremonia) me dio un tortazo tan fuerte que me giró la cara. Me miró, me guiñó el ojo y se rio. Fue una broma más de las muchas que me hacía”, suma.

Ahora José se fue a vivir con su novia y sueña que cuando se case su tío será el que oficie la ceremonia. “Ya se lo pedí, no sé si será posible pero es mi deseo”, revela.

Con tranquilidad al hablar y sin dejar de sonreír, demuestra su orgullo al saber que su tío, que decía que su lugar en el mundo era Argentina, “hoy encontró su lugar en el mundo, que es el mundo mismo”.

El nombramiento de Bergoglio no sólo cambió para siempre su vida, sino también la de su familia. La exposición fue abrumadora en un principio pero recién ahora, a un año y medio del papado de Francisco, empiezan a “vivir en la normalidad”. Ninguno de ellos viajó a Roma y esperan verlo pronto.“Creo que veré a mi tío en el país muy pronto. Hay tanta gente que necesita verlo que preferimos esperar y no viajar. Ese día será una revolución en todo el país porque él genera eso con su transmisión pura de fe”, finalizó.