SOCIEDAD
entrevista exclusiva

Claudia Arias Celis: "Nadie sabe que yo estoy presa en Nordelta"

La colombiana Arias Celis está procesada en una causa por narcotráfico y lavado.

Prision de lujo. Arias Celis recibió a PERFIL en su casa del barrio Los Castores. Sólo sale para llevar a sus dos hijos a la escuela dentro del complejo.
| Juan Obregon

Claudia Arias Celis suspira antes de empezar a hablar. No le convence la idea de la entrevista. “Esto me produce mucho dolor y vergüenza”, argumenta sentada frente el sobrio escritorio de su casa. “En Nordelta nadie sabe que estoy presa”, confiesa a PERFIL.

Arias es colombiana y está procesada junto a su marido, Jesús Antonio Yepez Gaviria, en una causa por narcotráfico y lavado de dinero. Obtuvo la prisión domiciliaria porque no tiene quien pueda cuidar a sus tres hijos de 12, 5 y 2 años. Su empleada doméstica lo hizo durante su estadía en el penal de Ezeiza. “Fueron cinco días, pero para mí fue una eternidad. Fue horrible. Apenas entré me decían que yo era VIP y me pedían dinero. Me pegaron y me reventaron la nariz y la boca. Me la pasé encerrada en el baño”.

La casa del barrio Los Castores, uno de los más costosos de la ciudad-pueblo, es mucho más acogedora que la celda de una prisión. Pero ella sólo puede traspasar la doble puerta de madera para llevar a sus hijos al colegio, ir al supermercado en Nordelta y a visitar a Yepez en la cárcel de Devoto. Con una imponente entrada, en el living-comedor se destacan dos arañas y un gran ventanal. Las plantas del jardín están bien cuidadas y el agua de la piscina está limpia, pese al frío.

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—¿Cuándo y por qué vinieron a la Argentina?

—Vinimos hace siete años. Mi esposo siempre trabajó con operaciones inmobiliarias y su familia trabajaba con ganado. Quisimos venir acá, a ver qué posibilidades había de hacer las mismas cosas. Y, casualmente, teníamos unos amigos (los hermanos John y Fabián Grajales, también presos en la causa) que vivían en Nordelta. Cuando vinimos de visita, vimos un lugar totalmente diferente y tranquilo. Compramos esta casa, que era de un mago famoso. Mi esposo vio que esto estaba creciendo y había barrios que todavía estaban vacíos y empezó a ver qué posibilidades había de comprar propiedades y lotes, y venderlos. Y eso fue lo que hicimos. Era tal el crecimiento que nosotros comprábamos y cuando vendíamos costaba el doble y hasta el triple. No fuimos los únicos. Creo que hay mucha gente que invirtió acá.

—¿Fue difícil tomar la decisión de dejar su país?

—Sí. Pero era lo mejor porque en mi país hay mucha violencia. A mi esposo le secuestraron un hermano, se lo mataron. Por eso decidimos salir de Colombia. Allá la guerrilla te empieza a cobrar constantemente y si no pagas, te matan.

—En la causa dice que ustedes tienen muchos viajes al exterior, ¿por qué lo hacían?

—Hace tres años yo no vivía acá, porque mi esposo se fue a Uruguay pensando en proyectos inmobiliarios. Había conocido unos arquitectos para construir allá. Antes de ser detenido, mi marido había pagado la seña de un lote para construir varias viviendas de interés social. También viajábamos a Punta del Este porque tenemos un departamento allí y yo visitaba Colombia.

—¿Cómo conocieron a Walter Mosca, el arquitecto investigado por lavado?

—Lo conocimos porque él estaba construyendo el Hotel Intercontinental, y mi esposo fue a su oficina a preguntar cómo se podía invertir. Entramos allí y después supimos que construía casas en Nordelta. Walter construyó muchas de las propiedades que vendimos.

—Usted descree de las pruebas de la Justicia entonces cómo terminaron en una causa por narcolavado?

—Escuchaba en la televisión lo que pasaba con otros colombianos, pero no le prestaba atención porque no tenía nada que ver conmigo. Nunca pensé que me iba a pasar a mí. Teníamos una vida normal, nunca nos ocultamos. Nos tomó por sorpresa. Llevamos muchos años viviendo en Nordelta, pero recién hace un año y medio empiezan a revolver todo. Será que todos somos colombianos.

—¿Cree que pesa su nacionalidad?

—Sí, tenemos un letrero. Y si tienes algo de plata, peor. Hasta en un colegio vives esa discriminación. Es algo superincómodo. Lo cierto es que no tienen ni una sola prueba. Allanaron mi casa y no encontraron nada que nos incrimine. Mi abogado ha presentado todas las pruebas que demuestran de dónde proviene nuestro dinero y ellos no resuelven nada, dilatan el tiempo y lo único que hacen es destruir nuestros hogares. No hicieron las cosas bien. En las escuchas acomodaron lo que quisieron poner. Les pido a los jueces que lean la causa, nada más. Si proceden justamente, van a dar una respuesta favorable.