SOCIEDAD
El “señor k”

Narcovalijas: el cerebro de la banda cayó en Alemania

Andréi Kovalchuk fue capturado por Interpol en Brandeburgo, cerca DE Berlín. Se lo vincula con el escándalo narco en la embajada rusa.

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Señuelo. Los investigadores del caso cambiaron la cocaína por harina y monitorearon el envío de las 12 valijas hasta que fueron retiradas en Moscú. | cedoc perfil

El “señor K”, el alias que se utilizó en la causa para reservar el nombre del empresario Andréi Kovalchuk, fue detenido por Interpol el jueves por la noche en la ciudad de Brandeburgo, cercana a Berlín. Es señalado como el organizador y financista del envío de 389 kilos de cocaína, ocultos en 12 valijas, halladas en un anexo de la Embajada de Rusia en Argentina. Ahora espera en Alemania, país donde residía, el pedido formal de extradición al país donde se celebrará el próximo mundial de fútbol.

El ruso se movía con holgura en Buenos Aires. En su última visita a Argentina, el 11 de octubre de 2017, llegó en un vuelo privado, con la única finalidad de llevarse la droga. No se alojó en un cinco estrellas, pero ocupó una habitación de un hotel de Retiro, que supera los mil pesos por noche y está ubicado a solo dos kilómetros de la sede diplomática.

Durante su estadía, se reunió con el subinspector de la Policía de la Ciudad Iván Blizniouk y con Alexander Chikalo, otro miembro de la banda, en bares porteños como Dandy, La Leyenda, La Pasadeña y la confitería My House. También con funcionarios de la embajada, ubicada en la calle Posadas al 1600, a quienes no se cansó de ofrecer habanos y coñac, “regalos” que siempre llevaba consigo.

Todos sus movimientos y conversaciones fueron registrados por detectives de la Oficina Antidrogas de Gendarmería, fuerza a cargo de Gerardo Otero, por orden del juez Julián Ercolini. En las intervenciones telefónicas queda en evidencia que los involucrados conocían el contenido de las maletas, que habrían sido colocadas en el depósito antes de julio de 2016, con la complicidad de Ali Avuanov, ex administrador económico de la embajada, detenido en Rusia en diciembre pasado.

Asimismo, se puede palpar la ansiedad de Blizniouk, que comenzaba a notar que los funcionarios diplomáticos lo esquivaban. Con insistencia, le pedía al “señor K” venir al país para que pudiera, de una vez, llevarse la carga. Pese a sus numerosos intentos, el “señor K” se fue con las manos vacías el 18 de octubre.

No todo fue pérdida. Se lo notaba satisfecho por las conexiones diplomáticas que había sembrado y su pacto para que las valijas viajaran en un avión oficial: no sabía que se trataba de una trampa orquestada entre las fuerzas de seguridad de ambos países.

Antes de su partida, el empresario ruso “olió” que algo malo sucedía. A punto de despegar en un vuelo privado con bandera letona, llamó a Blizniouk y le comentó que en el aeropuerto de Ezeiza lo habían controlado “bastante” y que le habían sacado una foto a su pasaporte, algo que no había pasado en ninguna de sus diez visitas anteriores, desde 2013.

Fuentes de la investigación, en la que colaboró la Procunar, a cargo de Diego Iglesias, indicaron a PERFIL que, si bien consideran que la pata de la banda en Argentina fue desbaratada, existe un eslabón por encima de Kovalchuk. Se trata de un hombre de nombre Constantin y apodado “Kostia”, que aún no fue identificado.

En declaraciones a la prensa, el abogado de Kovalchuk, Vladimir Zherebenkov, dijo que el empresario “está convencido de que la droga la puso la Policía argentina y que en esa provocación participaron también los servicios secretos de Estados Unidos, todo con el fin de desacreditar la labor de la misión diplomática rusa”.

Kovalchuk afirmó que las maletas que dejó en la escuela de la embajada rusa contenían artículos personales, regalos, alcohol y café.

“Tiene todos los tickets, todos los resguardos, e incluso testimonios de testigos que confirman que compró café”, dijo su abogado.

Sin embargo, las escuchas que figuran en el expediente dan cuenta de los desesperados intentos del ruso por llevarse el equipaje.

Si bien trascendió que el “señor K” trabajaba para la firma Bossnar, el jefe de la firma alemana lo desmintió y aseguró que lo conoció como un miembro de los servicios de inteligencia.