El punto central no tiene que ver con el poder letal que tenga o no tenga un arma. La sola presencia de ésta para disuadir cualquier amenaza o circunstancia externa, puede provocar que la otra parte no comprenda que no puede hacerle daño, y reaccione de la peor manera. Este tipo de estrategias defensivas surgen de la percepción de un clima de miedo y amenaza construido y siempre funcional a determinados fines: condicionar la vida social y pública en beneficio del consumo de soluciones mágicas y efectistas que no hacen mas que alimentar la espiral de miedo y psicosis social. La “ola de saqueos” que por estos días se instala como predicción inevitable ciega la capacidad de cualquier tipo de sociedad de reaccionar en beneficio propio. Es necesario que reflexionemos respecto del tipo de cultura del miedo que reproducimos y el lugar del que podemos ser parte, al reaccionar mediados por certezas que no son tales. La idea de partir de que un arma es una solución siempre viene mediada por la presencia de enfrentar “amenazas” presentadas como inciertas y difusas, expresadas a partir de experiencias que conocemos o nos pasó. La responsabilidad de una sociedad por garantizar relaciones sociales democráticas tiene que encontrar su límite en la no reproducción de los circuitos de violencia a partir de la apertura de espacios de reflexión crítica respecto de la función social que el miedo genera
