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Quiénes son Harald y Sonia, “el príncipe y la costurera” que llegaron a Argentina

Por primera vez en la historia, vienen a nuestro país los Reyes de Noruega. Su historia de amor dio la vuelta al mundo.

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Harald V y Sonia, reyes de Noruega | AFP

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El destino de Sonia Haraldsen prometía ser discreto. Su vida estaba condenada al anonimato. Era una simple estudiante de moda, la bonita hija de una familia burguesa de Oslo y empleada en una tienda de ropa. Pero no contaba con que el príncipe heredero del trono de su país, Harald, se enamoraría perdidamente de ella y estaría dispuesto incluso a renunciar a su corona por ella. Protagonistas de una historia de amor que sacudió a las monarquías europeas en los años ‘60, cincuenta años después el “rey-ciudadano” Harald V de Noruega y la reina Sonia, la primera reina plebeya de Noruega, visitarán oficialmente Argentina esta semana.

El rey Harald V nació hace 81 años en Oslo y el mismo día, 4 de julio, nacía el amor de su vida, Sonia. Sus orígenes son muy distintos a los de su esposa: hijo del rey Olav V y de la princesa Marta de Suecia, desciende de las grandes dinastías de Inglaterra, Alemania, Holanda, Rusia y Dinamarca. Pero su familia es muy democrática: rey sin corona, su tiene un trato muy familiar con sus conciudadanos y no se entromete en política. Sin embargo, no duda en decir lo que piensa, sobre todo cuando se trata de juventud, discriminación, violencia y otros asuntos de actualidad.

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En 2016, el rey sorprendió al mundo con un encendido discurso en el que llamó a la concordia, la tolerancia y la integración. "Los noruegos son gente del norte, del centro y del sur del país. Pero noruegos son también quienes han emigrado aquí desde Afganistán, Pakistán y Polonia, desde Suecia, Somalia y Siria", dijo Harald, que apuntó a las dificultades sentimentales a la hora de establecer la identidad: "No siempre es fácil decir de dónde somos, a qué nacionalidad pertenecemos. Lo que llamamos hogar es donde está nuestro corazón y, a veces, no es fácil delimitarlo en fronteras definidas".

El rey también hizo una defensa de la libertad religiosa. "Los noruegos creen en Dios, en Alá, en todo y en nada", dijo. En un guiño humorístico, llegó incluso a señalar: "Hay noruegos a los que les gusta el fútbol y noruegos a los que les gusta el balonmano. Pero hay muchos que prefieren quedarse sentados en el sofá". Tampoco dudó en pronunciarse a favor de los derechos de los homosexuales. "Noruega son chicos que aman a chicos, chicas que aman a chicas y chicos y chicas que se aman".

"En otras palabras, Noruega eres tú. Noruega somos nosotros", dijo el rey que, para concluir su discurso, apeló al amor al prójimo como base de la construcción de una nación. " La mayor de mis esperanzas para Noruega es que seamos capaces de cuidar los unos de los otros. Que construyamos el futuro de esta nación en la confianza, la fraternidad y la generosidad. Que sintamos que, a pesar de todas nuestras diferencias, somos un solo pueblo".

A punto de renunciar por amor



El currículum de Harald incluye estudios en Estados Unidos y una diplomatura en Ciencias Políticas y Económicas por la Universidad de Oxford, Gran Bretaña. Además, fue cadete de la Marina y la Caballería noruegas, y trabajó en la Compañía Naviera del Ártico y la Comisión de Bosques. En 1957 se convirtió en el príncipe heredero de su país y fue entonces cuando su nombre saltó a las portadas de las revistas ‘del corazón’ de Europa.

Harald y Sonia se conocieron en un baile en 1957 y, como sucede en las telenovelas, no los dejaron amarse. La familia de Sonia decidió enviarla a estudiar al extranjero, con el fin de que se olvidara del príncipe, y los funcionarios de la corte elaboraron una lista de princesas que podían casarse con Harald. Pero las reiteradas negativas del joven tenían una sola explicación: Sonia.

Durante diez años, el rey Olav trató de hacer cambiar de idea a su hijo, pero Harald no cedió a pesar de que, según la Constitución desu país, arriesgaba el trono y la corona para él y sus descendientes si se casaba con una “plebeya”. Durante todo este tiempo, Harald fue conocido como “el príncipe triste”, pero se mantuvo firme: “Me casaré con Sonia o renuncio”.

El rey Olav se encontró entonces ante una encrucijada: Harald era el único hijo varón que tenía, y no tenía hermanos no tíos, ni sobrinos que pudieran sucederlo en el trono. Finalmente, en 1967, el monarca se dio cuenta de que su hijo jamás cambiaría de idea y aceptó que se casara con Sonia, esa bonita y tímida empleada de comercio. A la inmensa mayoría de los noruegos les encantó la idea de que fuera reina esa chica que confesaba que había sido “educada para ser ama de casa”. Desde entonces, la monarquía noruega es una de las más demócratas de Europa.