SOCIEDAD
una maniobra ingeniosa y arriesgada

Una banda de “chicos bien” juntó más de un millón de pesos con tarjetas clonadas

Obtuvieron datos clasificados de los plásticos de clientes de un hipermercado de Santa Fe. Adquirían artículos de electrónica por internet y luego los revendían en sitios de compra y venta.

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Libres. Tomás Cometto (arriba) y Sebastián Krinisky (izq.) recibieron una pena condicional de tres años de prisión al declararse culpables en un juicio abreviado. | Cedoc Perfil
La información clasificada que un supuesto estudiante de ingeniería obtuvo de un hipermercado de Santa Fe lo llevó a convertirse en un delincuente de guante blanco. Una carpeta con los datos de las tarjetas de crédito de los clientes fue suficiente para llevar a cabo una maniobra millonaria. La banda comenzó a operar hace cerca de dos años y creció, no sólo el rédito económico que obtuvieron, sino también en su cantidad de integrantes.  
    
La estafa es difícil de calcular”, aseguran los investigadores del caso. Básicamente, porque es complejo llegar a un número final de víctimas. ¿Cómo operaban? Con los números de los plásticos robados del hipermercado realizaban compras de artículos de electrónica por internet que después revendían en sitios de compra y venta como Mercado Libre.
El ideólogo está prófugo, pero uno de los cabecillas, sus padres, y otros dos miembros fueron identificados y puestos a disposición de la Justicia santafesina. Lucas Escobar, de 21 años, es uno de ellos: sería el líder y el principal nexo con los chicos que se encargaban de retirar los productos y comercializarlos. Su crecimiento patrimonial fue tan fugaz como sorprendente. Por ejemplo, adquirió un VW Scirocco, un auto valuado en 700 mil pesos, que no podría justificar.

Escobar fue procesado  por el juez de la investigación penal preparatoria, Jorge Patrizi, como autor de los delitos de “estafas reiteradas, lavado de dinero y asociación ilícita en calidad de jefe”. Está preso en la comisaría 12ª de Santo Tomé, a unos diez kilómetros de la ciudad de Santa Fe. Walter, su papá, es un ex alcaide mayor del Servicio Penitenciario de Santa Fe que prestaba servicio como subjefe en la Unidad Nº3 de Rosario. Al igual que su esposa, Isaura Gómez, también detenida, se lo considera partícipe necesario.    

Segunda línea. En el otro escalafón de la organización aparecen Sebastián Krinisky  (23) y Tomás Cometto (21), dos jóvenes estudiantes que se sumaron al grupo en los últimos meses. Los detuvieron a principios del mes pasado. Pero ya fueron juzgados, condenados y liberados en un juicio abreviado.

La pena que recibieron es de tres años de cárcel pero condicional. En el acuerdo al que llegaron los abogados particulares, Ignacio Alfonso y Alejandro Otte, y la fiscal María Lucía Nuzzo, los chicos se comprometieron a resarcir a las víctimas en concepto de reparación por el daño causado. Krinisky deberá pagar 70 mil pesos y Cometto 20 mil.
Según fuentes consultadas por PERFIL, Krinisky  cursa la carrera de ingeniería mecánica en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN). Cometto trabajaba con su padre en una empresa constructora pero planea retomar sus estudios terciarios.

No son íntimos pero se conocían de la rotonda de la costanera santafesina, el punto de encuentro de los “chicos bien” que formaban parte de esta organización. Allí, además de definir los roles y las compras con las tarjetas clonadas, exponían sus coches lustrados y tuneados.“Cometto no llegó a percibir dinero alguno”, asegura a PERFIL Alejandro Otte, su abogado defensor. “Iba a ser un revendedor, pero desconocía que detrás existía una organización. En su declaración hizo hincapié en que no tenía conocimiento de la operatoria”, agregó el letrado.

Lucas Escobar negó ser el jefe de la banda pero aportó información valiosa para la causa al revelar detalles de la maniobra.

La organización quedó al descubierto el 3 de febrero pasado, cuando una mujer que reside en la provincia de Buenos Aires advirtió que un tercero había comprado un televisor Led de 40’ con su tarjeta de crédito y automáticamente radicó la denuncia. Como el producto todavía no había sido entregado al comprador, los investigadores del caso lograron determinar que iba a ser retirado en una sucursal del Correo Argentino de la Ciudad de Santa Fe. Cuando la operación se concretó demoraron a los mandaderos  y pudieron dar con algunos de los principales miembros de la organización.