SOCIEDAD
forzado cambio de costumbres

Vivir sin clases, todo un desafío para las familias bonaerenses con paro docente

A cuatro semanas del comienzo del ciclo lectivo, los alumnos de las escuelas públicas de la Provincia apenas si tuvieron clases. Cómo reacomodar la trastrocada rutina habitual.

El deber y el ocio. Fernando y Gonzalo, en casa en horario escolar.
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Manuel Caro es médico y vive en San Nicolás con su mujer y sus hijos. Allí, los dos más chicos, Felicitas, de diez años y Lucas, de seis, van al colegio. Pero, como el resto de los alumnos bonaerenses, todavía no han logrado tener una semana completa de clases como consecuencia de los paros de 48 horas que los maestros vienen realizando desde hace cuatro semanas y los días en que hay manifestaciones.
Los paros afectan, también, a los padres. Y la complicación no pasa siempre por quién se queda con los chicos. “Yo tengo uno que recién empieza y otra que está en quinto grado. El de seis años todavía no ha producido nada nuevo desde el jardín y en ese sentido el colegio es irreemplazable”, cuenta Manuel, que no obstante defiende la escuela pública.
Dice entender el reclamo de los docentes, pero considera que dejar a los chicos sin clases no es la mejor decisión. “La hermana mayor los cuida y les hacemos hacer ejercicios, aunque no es lo mismo”, resalta.
Mañana los chicos tendrán clases, pero la continuidad del conflicto está sujeto al acuerdo al que lleguen los gremios en sus respectivos congresos. Luego el Frente Gremial Docente informará los pasos a seguir en el conflicto que comienza su quinta semana. Sapod y FEB, dos de los gremios, ya advirtieron que el ánimo de continuar con el reclamo persiste.
En tanto, el ministro de Trabajo bonaerense Oscar Cuartango, volvió a decir ayer que el gobierno ya realizó la “mejor oferta”, y que sólo están dispuestos a negociar “desde una base real” (ver recuadro). La paritaria fue cerrada de forma unilateral con 22,6% de aumento. Los docentes, por su parte, reclaman 30%.
El caso de Manuel es el de muchos padres que se encuentran en una contradicción, porque creen que el reclamo es justo, pero no que sus hijos no tengan clases.
Cristina Turza, es mamá de dos mellizos de 15 años, Fernando y Gonzalo, que van a dos escuelas distintas en Wilde. Uno tiene clases, el otro no. Para ella, el paro de 48 horas “afecta porque no terminan de arrancar, y algunos todavía no conocen a los profesores”. Mientras están en la casa, los chicos “hacen los deberes, ven televisión, o se juntan con amigos a jugar a la PlayStation”, dice.
En La Plata, a Mariela, que tiene dos hijas –Victoria (11) y Martina (12)– no siempre le saben decir qué va a pasar en el propio colegio. “A veces nos dicen que miremos las noticias para enterarnos cómo sigue todo”, relata.
Sus hijas también se quedan en casa y la ayudan a ella con las tareas domésticas. “Uno como padre ve las necesidades que tiene el colegio del Estado, que el presupuesto no alcanza”, dice.
Como el resto, entiende el reclamo, pero cree que el paro “complica los tiempos para readaptarse al colegio, porque las chicas no se acuestan a tiempo y no hacen las tareas”. Y concluye: “Les hace falta el apoyo del docente”.