TURISMO
Francia a pulmón

Recorrer la campiña francesa en bici, una propuesta de turismo "slow"

El suroeste de Francia cuenta con una ruta de turismo slow. Son 290 kilómetros y está trazada para ser recorrida en bicicleta.

Aquitania en bicicleta
Aquitania. El Chateau de la Marthonie se encuentra en el pueblo Saint-Jean-de-Cole, departamento de Dordoña. | Shutterstock

Por carreteras secundarias -alejadas de los circuitos tradicionales- y por vetustos trazados ferroviarios es posible conocer Aquitania, en Francia, desde Thiviers, en Dordoña, hasta el castillo Rochefort, cerca del Océano Atlántico. La novedad es que el recorrido es una propuesta para hacer en bicicleta. Así, los turistas slow podrán disfrutar sin apuros de los encantos de la campiña francesa, de algunos pueblitos de películas de autor y de sitios que, de otro modo, no se conocerían en plenitud. El plan de viaje contempla 290 kilómetros en siete días.

De París a Thiviers puede arribarse en un tren que recorre el tapizado verde del departamento de Dordoña. Ya en la ciudad, los postigones, los maceteros y las chimeneas de ladrillo delatan el aire provinciano. La vida aquí fluye tranquila. La propuesta es alquilar una bicicleta en Flow Vélo y emprender la marcha a la mañana siguiente. Partir hacia Saint-Pardoux-la-Rivière recorriendo un viejo trazado ferroviario reconvertido en sendero para las bicicletas. A ambos lados del camino se aprecian praderas verdes, los árboles están recubiertos de musgo y hiedras. Aquí crecen robles, hayas, castaños, avellanos y retamas. La grava rechina debajo de las ruedas. El aire es fresco, libre de contaminación industrial.

Parque Nacional Yosemite, tierra de osos

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Una de las paradas de este recorrido es Saint-Jean-de-Côle. Con 359 habitantes, esta localidad está rankeada en la lista de los pueblos más bonitos de Francia. Su monasterio y el Castillo de la Marthonie recuerdan al Medioevo. Al pasar por Saint-Pardoux-la-Rivière si necesita ajustar algo en su bicicleta, ingrese a la ciudad, a dos minutos del camino, ya que ahí se encuentra la única bicicletería en 30 kilómetros a la redonda.

La ruta sigue con bastante comodidad a través del campo, con algunas pequeñas subidas algo más complicadas, curvas y rectas. Cuando se llega a Feuillade, el cansancio comienza a sentirse y conviene hacer noche ahí. Por la mañana lo despertará el canto de los pájaros, el viento que corre y el ruido de las ramas que se agitan. El camino sigue a través de praderas lisas de un verde intenso.

Con sus 42 mil habitantes, Angulema parece una gran ciudad: lleva un tiempo ingresar en ella, hay ruido y bocanadas de humo salen del caño de escape de los vehículos. Pero las ventajas de conocerla valen estas incomodidades. El mercado, las veredas floridas, los murales callejeros y la cultura gastronómica hacen la gran diferencia.

Impulsan el desarrollo turístico de los barrios porteños

Después de algo de urbanidad volverá a la pradera, que se recorre en paralelo al río Charente, hasta llegar a Châteauneuf-sur-Charente, zona de viñedos. Allí se pasa por un racimo de pequeños pueblos productores. Y, al día siguiente, lo esperaran numerosas bodegas productoras de cognac, como Baron Otard, que atesora su producción en un castillo. "Cuando se toma cognac añejado siempre se bebe un pedacito de historia", dice Elisabeth Gillett, la guía del sitio. A la salida, una vez más, el camino transcurre entre praderas y pasturas. Desde un estanque se escucha un concierto de sapos. Hasta que se llega al destino del día, Saintes.

Esta localidad tiene varios sitios que merecen una mirada: las orillas del río Charente, la catedral, la iglesia Saint-Eutrope y el anfiteatro romano. A continuación, sigue la etapa de 58 kilómetros hasta Rochefort, donde lo sorprenderá la belleza de las flores, botón de oro (que parecen amapolas amarillas) y la enorme cantidad de vaquitas de San Antonio. Aunque no dé esa primera impresión, la civilización no está completamente ausente por aquí. Por momentos se escucha el ruido del tránsito y no muy lejos se divisan silos. La entrada a Rochefort es complicada, por el tránsito. Pero una vez más, tendrá su premio la paciencia, cuando ingrese a la zona portuaria, el mercado, la plaza principal y vea la  réplica de la histórica fragata L'Hermione.

Un camino agradable a lo largo del río lleva hacia la salida de Rochefort. A partir de aquí, las zonas húmedas se extienden hasta el Atlántico hasta llegar al balneario de Fouras. En el puerto, puede tomar un ferry hasta Aix, un viaje de sólo 20 minutos (por  la bicicleta le cobrarán otro boleto).

En verano, viajan a la pequeña isla masas de turistas, aunque fuera de temporada el clima es menos acogedor. El recorrido por la isla lleva a fortalezas, costas rocosas y una playa principal en medio del graznido de las gaviotas y el aroma de los pinos. Después de Waterloo, Napoléon pasó en julio de 1815 sus últimos días en suelo francés en la isla de Aix. Un monumento lo recuerda en el museo local. Al igual que el emperado, en algún momento el ciclista deberá abandonar la isla. Napoleón partió hacia el destierro. Los ciclistas irán, en cambio, a la próxima estación de trenes para regresar a Rochefort. O, en todo caso, a Thiviers.

DPA/MM