UNIVERSIDADES
pensar en el futuro

Educación continua, un mundo de oportunidades

La capacitación y actualización permanente permite dar cuenta de los desafíos que presentan los procesos de cambios constantes. Cursos, seminarios y talleres con rigurosidad académica, al alcance de todos.

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Desarrollo. A diferencia de lo que sucedía en el pasado, se observa un fuerte proceso de inserción e institucionalidad de la formación permanente en las universidades. | UBP

La educación continua o la formación permanente no son conceptos inéditos ni novedosos, pero hoy resurgen con una fuerza especial y deberían estar en las agendas prioritarias de ministerios de educación, de universidades, de empresas, de agrupaciones gremiales y de muchos otros organismos vinculados a la vida en sociedad de jóvenes y adultos.

Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible –aprobada por los dirigentes mundiales en septiembre de 2015 en una cumbre histórica de las Naciones Unidas– entraron en vigor oficialmente el 1º de enero de 2016. El Objetivo Nº 4 expresa lo siguiente: “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos. A su vez, este objetivo tiene diez metas más específicas. En la Meta Nº 4 se define: “Para 2030, aumentar sustancialmente el número de jóvenes y adultos que tienen las competencias necesarias, en particular técnicas y profesionales, para acceder al empleo, al trabajo decente y al emprendimiento”.

Pero decíamos que no es tan novedoso este “mandato”. En 1965, el Comité Internacional de la Unesco para la Educación de Adultos recomendó que se adoptara el concepto de la educación permanente. A partir de ese año, la Unesco definió que las instituciones de educación superior ya no debían dedicarse exclusivamente a la enseñanza tradicional, sino también enfocar su atención en otras necesidades educativas de la sociedad. En 2009, el Marco de Acción de Belém, aprobado por 144 delegaciones de los Estados miembros de la Unesco en la Sexta Conferencia Internacional de Educación de Adultos (Confintea VI), en Brasil, reafirmó el papel del aprendizaje a lo largo de toda la vida para enfrentar los problemas del desarrollo global.

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Según las estimaciones en el Informe de Seguimiento de la Educación para Todos, realizado por Unesco en 2012, 200 millones de adolescentes, incluyendo los que terminan la escuela secundaria, no tienen las habilidades que necesitan en la vida y en el trabajo. Si como comunidad global se cumple con la promesa de la educación para transformar vidas y proporcionar beneficios sociales, económicos y medioambientales a la sociedad, es preciso asegurar que las personas desarrollen el conocimiento y las habilidades que necesitan para ser ciudadanos productivos en el mundo.

La educación es un derecho humano fundamental y una puerta para las oportunidades individuales. Y en ese marco, es innegable la importancia de la educación continua en nuestras sociedades actuales.

Proceso. En un mundo sometido a procesos de innovación y cambios constantes, la actualización de conocimientos y la capacidad de adaptarse a las nuevas situaciones ya no son opciones, sino que pasan a ser condiciones de mínima para desarrollarse en la vida y el trabajo. Las universidades respondemos a estos requerimientos sociales a través de programas no formales de educación continua (cursos, seminarios, talleres, diplomaturas, etc.). Normalmente, las universidades han invertido sus mayores esfuerzos en la formación formal (terciaria). Esto progresivamente ha ido cambiando y en la actualidad es notorio que también se le esté dando importancia, inserción e institucionalidad a la educación continua en el ámbito universitario.

Para las universidades argentinas, diseñar, documentar, presentar y luego obtener la acreditación de una maestría o especialización puede ser un proceso que lleve tres o cuatro años. En muchas actividades profesionales, estos tiempos hacen que el diseño original probablemente quede obsoleto luego de ese período. Hay disciplinas que avanzan más rápido, los tiempos se aceleran. La naturaleza flexible e innovadora de la educación continua permite introducir cambios y reaccionar más rápidamente ante las demandas sociales, en comparación con la educación tradicional, esto posibilita a las instituciones de educación superior realizar contribuciones valiosas a la sociedad con pertinencia y agilidad.

Como en muchos aspectos de la gestión universitaria, no se trata de blancos o negros, no se trata de educación continua vs. educación reglada. El desafío es que cada universidad encuentre el tono de gris que mejor refleje la articulación de una oferta que complemente formación formal de grado y posgrado, con actividades de educación continua de alta calidad y pertinencia.

Repensar las universidades. Puertas adentro de las universidades, la penetración y crecimiento de la educación continua forzosamente rompe algunos paradigmas, introduce lógicas académicas, pedagógicas y de gestión que son diferentes a las predominantes en las carreras de pregrado, grado y posgrado.

Las cuestiones relevantes sobre el rol de las universidades en la educación continua son muchas y diversas. Solo a los fines de presentar una enumeración no taxativa de elementos que merecen ser discutidos, reflexionados y llevados al plano de las políticas y acciones universitarias, se podrían mencionar:

◆ El rol de la autonomía universitaria y las leyes que regulan la actividad (o la falta de normas, en todo caso).

◆ La inserción de la educación continua en la estrategia institucional.

◆ Los diversos modelos posibles de gestión de la educación continua.

◆ Los requisitos de acceso.

◆ El reconocimiento de aprendizajes previos.

◆ La autoevaluación, la acreditación y el control de calidad de los programas.

◆ La transferencia de créditos entre diversos niveles.

◆ Las fuentes de financiamiento y la gestión económica.

◆Las estrategias educativas (pedagógicas y didácticas).

◆ La inserción de las TIC (tanto en modalidades presenciales como a distancia).

◆ La internacionalización.

 Todo lo anterior nos conduce a una pregunta obvia: ¿las universidades y el sistema de educación superior de Argentina están preparados para liderar estos cambios?


Ser un eslabón en la cadena

Tal como afirma Pau Verrié (ex directivo de la Universidad Pompeu Fabra y uno de los fundadores de Red de Educación Continua de Latinoamérica y Europa - Recla), si se asume que la educación continua es una línea de actividad con entidad propia y que su ejecución requiere dotarla de fórmulas de colaboración con agentes exteriores a la universidad, parece evidente que difícilmente se pueda llevar adelante este objetivo sin crear una estructura organizativa propia con responsabilidades claras en cuanto a la gestión de los programas, tanto desde el punto de vista académico como económico.

La educación continua debe ser parte estructural del modelo educativo de las universidades, con orientaciones y estrategias precisas, que respondan a estándares de calidad. La educación continua requiere ser considerada como una herramienta que contribuye a reducir la brecha ocasionada por el acelerado desarrollo científico-tecnológico y la falta de equidad en el acceso. La educación superior debe establecer una normatividad que propicie el desarrollo de la educación continua y favorezca su necesaria articulación con la docencia, investigación y extensión, además de tener claridad en cuanto a la definición del concepto y características, para su adecuada instrumentación (Anuies 2010).


*Secretario de Posgrado y Educación Continua, Universidad Blas Pascal.