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Los pros y los contras de la educación a distancia

Con una resolución nueva la modalidad online genera cada vez más interés entre los alumnos a la hora de estudiar. Sin embargo, sigue siendo preponderante el número de jóvenes que van a cursar.

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A estudiar. Entre algunos de los beneficios de la modalidad online se encuentra el del tiempo: se requiere un 40% por ciento menos que la educación presencial. | AFP

El desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación han posibilitado en los últimos años un gran impulso a una modalidad educativa que propone una formación más democrática y accesible: la educación a distancia mediante herramientas digitales. Se trata de una opción pedagógica que irrumpe en la academia, posibilitando la capacitación de personas que, por cuestiones económicas, familiares, laborales o geográficas, antes se veían imposibilitadas de acceder a mayores niveles de educación. También, permite mayor individualización de la enseñanza, seguimiento particularizado a los estudiantes y una variada gama de recursos didácticos, muchos de ellos interactivos.

Esta modalidad de educación además se inscribe en la perspectiva del desarrollo humano sostenible, con el objetivo de garantizar la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. A modo de ejemplo, se puede señalar que –junto a romper con los condicionamientos antes señalados– requiere un 40% menos de tiempo que la educación presencial –producto del ahorro de viajes, esperas, etc.– y hasta un 90% menos de consumo de energía, con sus positivos efectos medioambientales.

Dichas ventajas fueron percibidas a principios de este siglo por algunas universidades argentinas pioneras en el dictado de carreras de grado y posgrado bajo esta modalidad. También las empresas y otras organizaciones detectaron la utilidad de los medios tecnológicos para la capacitación de su personal, y hoy son muchas las que tienen instancias virtuales de instrucción y entrenamiento.

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En esta modalidad la calidad educativa se conserva: lo que cambia es el modo de interacción entre el estudiante y los materiales de estudio, los docentes y los compañeros. Ese diferente modo de relacionarse fue visto por algunos con recelo, especulando con que el graduado tendría un desempeño inferior al presencial. Sin embargo, en diversas pruebas tomadas en Brasil, Colombia y México, no se encontraron diferencias significativas entre los profesionales de una u otra modalidad. En nuestro país los títulos universitarios que expiden las universidades no indican en qué modalidad realizó sus estudios el graduado.

Hay algunas críticas a la enseñanza a distancia. Quizás la más fuerte sea que esta modalidad no permite el crecimiento de las relaciones personales cara a cara. Hay que reconocer esa limitación, pero remarcar que la distancia no es un obstáculo insalvable. Conozco casos de sólidas amistades y de ricos proyectos de colaboración y ayuda nacidos de compartir el espacio educativo tecnológico; como el de aquellos Licenciados en Sistemas, uno de Neuquén y otro de Buenos Aires, que estudiaron juntos (en el espacio digital) algunas asignaturas, y ahora viajan con frecuencia, familias incluidas, a visitarse. O excelentes relaciones entre estudiantes y docentes, nacidas de la comunicación digital hablada o escrita, a partir de las cuales se han construido fructuosos diálogos intelectuales o personales. Si el acceso a la conectividad es satisfactorio, el estudiante online nunca está solo: puede chatear y conversar, incluso con mayor continuidad de la que permite la presencialidad, limitada por los ámbitos aúlicos y los horarios de clases.

También es cierto que estudiar a distancia requiere mayores esfuerzos que hacerlo presencialmente. Primero, porque hay que familiarizarse con el sistema en general y con las plataformas académicas y administrativas en particular. Segundo, porque el estudiante debe organizar su tiempo de manera autónoma, sin horarios preestablecidos por terceros. Luego, porque en muchas ocasiones carece de un entorno físico exclusivo para el estudio. Y finalmente: porque pensó que estudiar de manera virtual era más fácil, lo cual no es cierto: una buena educación online trabaja con los mismos contenidos, exigencias, e incluso con los mismos docentes que la educación presencial.

Las razones anteriores influyen para que en la modalidad virtual el porcentaje de abandono de los estudios sea –en algunos casos– más alto que el de los estudiantes presenciales, sobre todo en los primeros seis meses de cursado. Pero los resultados de esas supuestas desventajas son positivas: al término de la carrera, encontramos un graduado con competencias y conocimientos bien pulidos, con mucha autodeterminación, organizado, con disciplina en el uso del tiempo y contracción al trabajo, orgulloso del esfuerzo realizado, ilusionado con sacarle provecho mediante un ejercicio profesional serio e intenso, y dispuesto a seguir formándose mediante algún posgrado online.

Nueva norma. En lo que hace a la educación superior, la Argentina tiene una alta regulación estatal. La normativa sobre educación a distancia databa del 2004 y había quedado desactualizada frente a los avances tecnológicos y, sobre todo, el crecimiento de carreras en esta modalidad.

Luego de un largo proceso en el cual también intervinieron las universidades, el Ministerio de Educación estableció mediante Resolución 2.641/17 los estándares mínimos que deben ser cumplimentados por el Sistema Institucional de Educación a Distancia (SIED) de cada Universidad, y encargó a la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau) evaluar los SIED de las instituciones universitarias que hayan incorporado o decidan incorporar la Opción Pedagógica y Didáctica de Educación a Distancia.

Dicha Resolución define a esta modalidad como la opción pedagógica y didáctica donde la relación docente-alumno se encuentra separada en el tiempo y/o en el espacio, durante todo o gran parte del proceso educativo, en el marco de una estrategia pedagógica integral que utiliza soportes materiales y recursos tecnológicos, tecnologías de la información y la comunicación, diseñados especialmente para que los/as alumnos/as alcancen los objetivos de la propuesta educativa. Se entiende que quedan comprendidos en la denominación Educación a Distancia los estudios conocidos como educación semipresencial, educación asistida, educación abierta, educación virtual y cualquiera que reúna las características indicadas precedentemente.

Sin datos precisos

En la Argentina no existen datos oficiales fehacientes que permitan precisar la cantidad de estudiantes universitarios online, pero de los datos proporcionados por las mismas universidades, se puede inferir que representan solo el 7% de la matrícula total: unos 130 mil para un universo de 1.900.000. Entre las cerca de 130 instituciones universitarias argentinas, solo seis tienen más estudiantes online que presenciales: de ellas, dos son públicas y el resto privadas. Pero todas, tanto públicas como privadas, unas más avanzadas y otras menos, tienen en desarrollo importantes proyectos para brindar estudios formales o actividades de extensión o educación continua online. Y no es para menos, puesto que en Latinoamérica la tasa de crecimiento de los estudiantes online es muy superior a la de estudiantes presenciales: un 8% anual contra un 3% anual.

* Rector de la Universidad Blas Pascal.