UNIVERSIDADES
equilibrio educativo

Qué lugar ocupa la vocación en la elección de una carrera

La participación del Estado es fundamental para motivar a muchos jóvenes que dudan sobre qué profesión estudiar. De esta manera, se podría articular entre las diferentes opciones educativas.

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“Feminización” y “Masculinización”. Según un estudio hay aulas donde predominan los hombres como en tecnología, y en otras las mujeres como en educación. | Cedoc

La razón de mayor peso para elegir una carrera universitaria en la Argentina es la salida laboral que esa carrera promete a quien la elige. La pregunta sería, entonces, por qué esto es un problema. ¿Por qué una Nación se perjudica si sus habitantes eligen una profesión sin privilegiar su vocación, sin plantearse un camino donde sus intereses ocupen el primer lugar, más allá de la tranquilidad económica o laboral que pudieran obtener a futuro en caso de optar por una alternativa más segura? ¿Cuál es la incidencia del Estado en este contexto? En un país como el nuestro, ¿las vocaciones son realmente estimuladas a nivel público?

Al parecer, en la Argentina, de acuerdo con un estudio que la Dirección de Orientación al Estudiante (DOE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA) llevó a cabo en 2016, este problema se da de manera pronunciada en los egresados varones de la escuela secundaria. A partir de un universo de 1.124 alumnos encuestados, el 63% de los hombres dijo priorizar recompensas exteriores como la estabilidad laboral y el sueldo a la hora de seleccionar una carrera del amplio abanico de oferta universitaria, mientras que solo un 37% de las mujeres declaró optar por ese camino. La mayoría del universo femenino dijo haber elegido su carrera a partir de motivaciones internas, relacionadas con la vocación y el desarrollo personal.

Según el estudio de la DOE, esta escisión implica consecuencias en términos de “feminización” y “masculinización” de determinadas carreras. Es decir: ciertas aulas son pobladas predominantemente por hombres (las vinculadas con ciencia, tecnología, ingeniería y matemática) y otras por mujeres (las relacionadas con la salud y la educación). Se trata de un fenómeno que ya lleva unos años, aunque en el último tiempo se ha cristalizado de manera más potente. Los datos laterales del estudio permiten, además, desmitificar prejuicios y nos presentan una mirada distinta respecto de la imagen que tenemos hoy de los adolescentes. La idea de que hay una falta de entusiasmo en los jóvenes respecto de su futuro es esencialmente falsa. El adolescente desganado, pasivo frente a las decisiones que la vida le va presentando, no existe o existe en menor proporción de la que se cree: un 52% de los chicos encuestados realizó voluntariamente al menos un curso de orientación para despejar dudas y elegir de manera informada. Esto repercute positivamente en la tasa de abandono posterior, ya que, si un alumno entra en una carrera con conocimiento de sus materias, de sus limitaciones y de sus niveles de exigencia, las posibilidades que deje de cursar son mucho menores.

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El estudio de la DOE también confirmó que el diálogo en el entorno familiar sigue siendo el mayor factor de influencia en las decisiones que toman los adolescentes respecto de su futuro profesional (79%), mientras que la información disponible en internet ocupa el segundo puesto (62%). El fin de otro mito: en tiempos donde los jóvenes parecen cooptados por las redes sociales, la opinión de padres y hermanos mantiene su preeminencia.

El problema se encuentra en otra parte. De acuerdo con un relevamiento de Adecco llevado a cabo entre argentinos de 18 a 30 años, ocho de cada diez personas, de uno u otro sexo, saben perfectamente bien cuál es “el trabajo de sus sueños”. El mismo porcentaje declaró, además que no tendría inconvenientes en dejar su trabajo actual para ir en persecución de ese empleo ideal. Si muchos adolescentes eligen una carrera a partir de razones externas a su vocación y una gigantesca mayoría de los jóvenes adultos cambiaría en un santiamén su trabajo por otro más interesante, hay algo en el medio que hace ruido. La correlación entre la elección de la profesión y el inicio del recorrido laboral presenta un claro desacople.

Vocación. Nuestra tesis es que la vocación debería ser el motivo primordial para dedicarse a un estudio profesional determinado, pero que muchas veces esa vocación no emerge sola, por obra y gracia de su propia intensidad. Muchas vocaciones pueden ser despertadas desde afuera, bajo el influjo de una estimulación seria, exhaustiva y bien desplegada

El Estado debería poder hacerse cargo de esa tarea. Un equilibrio en la distribución laboral es indispensable para el correcto desarrollo social e infraestructural de un país. En la Argentina sobran ciertos tipos de profesionales y faltan otros, especialmente en lo concerniente a logística e ingenierías. Las rutas, las vías, las construcciones, las redes de conexión web, las autopistas y las cloacas no se hacen solas. Necesitamos profesionales que puedan encarar ese trabajo y colaborar para que la Nación alcance, de una vez por todas, todo su potencial. Es muy posible que muchos alumnos del nivel secundario desconozcan la vocación que atesoran en sus interiores. Quizás haya ingenieros frustrados que no percibieron el despertar de esa vocación solo porque nadie se ocupó de ayudarlos en el camino, de responder a las preguntas que a los 16 ó 17 años no podían contestar por sí solos.

En 2014 y 2015, según datos oficiales del Ministerio de Educación publicados en 2017, 904.328 jóvenes empezaron una carrera universitaria en la Argentina. Las carreras más elegidas son las de siempre: abogacía (83.030 personas), administración de empresas (49.642), contaduría (48.858), enfermería (41.848) y psicología (41.148). La primera ingeniería que aparece en la lista ocupa el decimotercer lugar: ingeniería en sistemas, con 15.838 nuevos estudiantes en todo el país.

No nos moviliza el gusto de una carrera por sobre otra. No estamos detrás de una reivindicación de las ingenierías por encima de, digamos, la psicología o el derecho. No existen carreras mejores: sí existen carreras más necesarias en determinadas coyunturas. La Argentina es un país donde el desarrollo se produce a cuentagotas y buena parte de nuestra población se halla ocupada en tareas que no ayudan a acelerar el proceso de generación de una sociedad más equitativa, de bienestar para todos.

Acompañar y construir

Hay una realidad objetiva que ya es de larga data, pero no se trata simplemente de convertirnos en un país con más ingenieros, sino en un país con más y mejores ingenieros. Con “ingenieros ingeniosos”, como los llama Waldo Geremía, director de la carrera de ingeniería informática de la Universidad Blas Pascal. Eso se puede lograr desde el nivel educativo inicial, a través de un Estado que movilice a los alumnos de primaria –y también de secundaria– a partir de Ferias de Ciencias, “Hackatones” sobre áreas y rubros específicos, mesas de ingenio para construir prototipos y estimular el trabajo creativo, talleres de robótica, experimentos y laboratorios de innovación, entre otras alternativas.

La tarea es posible. Solo debemos acercarnos a los estudiantes, ayudarlos a descubrir un mundo de posibilidades sumamente atractivas que, muchas veces, debido a inquietudes que a primera vista pueden parecer más urgentes de lo que en realidad son, se les pueden pasar por alto.

* Autor de El poder de la educación. Editorial Dunken. (Fragmento).