Descubrimiento científico revela que el 'Big One' podría manifestarse como dos terremotos sincronizados en la costa oeste de EEUU
Un estudio reciente en Geosphere indica que un megaterremoto en la zona de subducción de Cascadia podría desencadenar otro en la falla de San Andrés, agravando riesgos para ciudades como San Francisco y Seattle.
Un estudio publicado en la revista Geosphere encendió una alarma entre los científicos al proporcionar la evidencia más sólida hasta la fecha de que un megaterremoto en la zona de subducción de Cascadia (placa geológica frente a las costas de Canadá y Estados Unidos) podría activar un evento sísmico subsiguiente en la falla de San Andrés, transformando el temido "Big One" en un escenario de doble catástrofe.
Esta investigación, liderada por el geólogo marino Chris Goldfinger de la Universidad Estatal de Oregón, analiza sedimentos marinos profundos que revelan patrones históricos de sincronización entre estas dos fallas principales en la costa oeste de Estados Unidos.
Los hallazgos se basan en el examen de núcleos de sedimentos extraídos del fondo marino cerca del punto de convergencia de las fallas, conocido como la Triple Unión de Mendocino. Estos núcleos contienen turbiditas, depósitos sedimentarios submarinos generados por deslizamientos de tierra provocados por terremotos.
Los investigadores identificaron patrones inusuales en estas capas, denominados "dúos invertidos", donde sedimentos finos y limosos aparecen en la base, cubiertos por arena más gruesa. Esta configuración sugiere que un terremoto inicial en Cascadia deposita material fino desde una distancia mayor, seguido rápidamente por un evento en San Andrés que añade sedimentos gruesos debido a una sacudida más intensa y cercana.
El análisis abarca un período de 3.000 años y documenta al menos 18 terremotos sincronizados, con ocho de ellos ocurriendo en estrecha proximidad temporal, posiblemente separados por minutos u horas.
Un ejemplo destacado es el megaterremoto de magnitud 9 en Cascadia en 1700, que generó un tsunami que afectó costas distantes como Japón y, según la evidencia, desencadenó un sismo de magnitud aproximada de 7,9 en la porción norte de San Andrés. Esta correlación no es coincidente, sino que responde a la transferencia de tensión sísmica entre las fallas, donde la ruptura en Cascadia comprime y estira la corteza terrestre, impulsando a San Andrés hacia el fallo.
El Big One podría traer tsunamis lejanos, como en Japón
Chris Goldfinger, autor principal del estudio, enfatizó las implicaciones en una declaración: "Estamos acostumbrados a oír hablar del 'Big One' en Cascadia como algo catastrófico y enorme. Resulta que no es el peor escenario posible". Agregó que un solo evento en una de estas fallas "podría agotar los recursos de todo el país para responder" y, si ocurren en tándem, ciudades como San Francisco, Portland, Seattle y Vancouver enfrentarían emergencias simultáneas en un marco temporal comprimido.
Jason R. Patton, coautor e ingeniero geólogo del Servicio Geológico de California, señaló que "esto sugiere que el terremoto en San Andrés ocurrió muy cerca en el tiempo después del de Cascadia", aunque precisó que no se puede determinar con exactitud si fueron minutos, horas o meses.
Otros expertos coinciden en la relevancia de estos descubrimientos. Amanda Thomas, geofísica de la Universidad de California en Davis, quien no participó en la investigación, describió la evidencia como "alentadora" para demostrar la interacción entre fallas, similar a patrones observados en zonas como la Fosa de Nankai en Japón.
Sin embargo, Thomas advirtió que métodos alternativos, como el datado por radiocarbono, carecen de precisión para confirmar intervalos exactos, y factores como tormentas podrían generar patrones sedimentarios similares.
Históricamente, las fallas han mostrado actividad recurrente. La zona de subducción de Cascadia produce terremotos mayores cada 220 años aproximadamente, mientras que la falla norte de San Andrés lo hace cada 200 años.
El último gran evento en Cascadia fue en 1700, y en San Andrés en 1906, lo que indica que ambas están atrasadas para rupturas significativas. Evidencia arqueológica y oral de comunidades indígenas, como los Cowichan en la Isla de Vancouver, respalda el impacto del evento de 1700, con relatos de praderas convertidas en océano y canoas arrojadas a los árboles debido a tsunamis y subsidencia costera.
La costa oeste de Norteamérica se vería afectada
Los riesgos asociados son profundos. Un terremoto de magnitud 9 en Cascadia podría generar tsunamis con olas de hasta 24 metros, afectando más de 140.000 millas cuadradas en tres estados estadounidenses y partes de Canadá, con proyecciones federales estimando miles de muertes y daños superiores a los 70.000 millones de dólares.
Un evento en San Andrés de magnitud 7,8 podría causar más de 1.800 fallecidos, 50.000 heridos y pérdidas económicas de 200.000 millones de dólares, con sacudidas prolongadas que durarían más de dos minutos. En un escenario sincronizado, la respuesta de emergencia se vería abrumada, exacerbando la destrucción en infraestructuras críticas como puentes, carreteras y puertos.
Afortunadamente, el estudio no encontró evidencia de correlación inversa: un terremoto en San Andrés no necesariamente activa Cascadia. No obstante, Goldfinger destacó un aspecto positivo: un evento en Cascadia podría actuar como un sistema de alerta natural para preparar a California ante un posible sismo en San Andrés.
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Los expertos recomiendan medidas de preparación, como adquirir seguros contra terremotos, reforzar estructuras antiguas y conocer protocolos de respuesta, tales como "agáchate, cúbrete y agárrate". Ben Deci, del Autoridad de Terremotos de California, subrayó la interconexión de riesgos ambientales y la necesidad de fomentar una "ecología de resiliencia".
Este descubrimiento obliga a revisar modelos de riesgo sísmico, que actualmente no incorporan interacciones entre fallas. Aunque la ocurrencia exacta del próximo evento es incierta—con una probabilidad del 37% para un gran terremoto en Cascadia en los próximos 50 años—, la investigación insta a una planificación más integral para mitigar lo que podría ser el desastre sísmico más grave en la historia moderna de la costa oeste.
Qué es el Big One, el temible "megaterremoto"
El término "Big One" se refiere comúnmente a un megaterremoto anticipado en la costa oeste de Estados Unidos, particularmente asociado con la zona de subducción de Cascadia o la falla de San Andrés. Este concepto ha sido popularizado en la cultura y la ciencia para describir un evento sísmico de magnitud extrema que podría causar devastación masiva en regiones densamente pobladas. Históricamente, se basa en evidencia geológica que indica rupturas periódicas en estas fallas, con impactos que incluyen tsunamis, colapsos estructurales y pérdidas humanas significativas.
Megaterremoto
En el contexto de Cascadia, el "Big One" implica un terremoto de magnitud 9 o superior, capaz de generar olas destructivas y subsidencia costera, afectando desde el norte de California hasta Columbia Británica. Para San Andrés, se asocia con eventos como el de 1906 en San Francisco, que provocó incendios y destrucción generalizada. Estudios recientes enfatizan que estos no son eventos aislados, sino potencialmente interconectados, elevando el nivel de amenaza.
La preparación ante el "Big One" incluye la creación de kits de emergencia, planes familiares y refuerzos en infraestructuras. Autoridades como la Oficina del Gobernador de California recomiendan evacuar hacia el este en caso de tsunamis y asegurar objetos peligrosos en el hogar para minimizar riesgos.
BGD/ML
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