Dos, tres, muchos Parker
Un crítico no debería (no puede en realidad) erigirse en el papel del moralista que establece lo que puede y lo que no puede decirse, o lo que puede o no puede hacerse. Simplemente no es su papel, no le pagan para eso. La conciencia individual, las normas sociales, la filosofía, la religión o la razón dirigen sin embargo sus pensamientos, y como le pagan para decir lo que piensa entonces se sienta y escribe lo que piensa. Parker, el personaje creado por Donald Westlake en una larga serie de novelas firmadas como Richard Stark, es alguien muy conocido para mí, por razones que escapan a las normas sociales, la filosofía, la religión o la razón: simplemente lo amo, como amamos tantas cosas sin hacernos demasiadas preguntas. Su aparición en el cine data de 1966, cuando Jean-Luc Godard decidió basarse en una novela de Stark, The Jugger, para filmar Made in USA, haciendo un desastre imperdonable con la novela, cosa que nadie le reprocharía de no ser porque lo que dio como resultado es una de las peores películas de Godard. Allí Parker aparecía metamorfoseado en Anna Karina, alias Paula Nelson, como para demostrar desde el comienzo que en este juego del cine uno puede hacer lo que quiera (siempre y cuando pague los derechos, cosa que Godard no hizo, razón por la cual la película nunca pudo proyectarse en los Estados Unidos; pero vamos, tampoco se perdieron gran cosa).
Luego vinieron muchas películas más, donde Parker aparecía con otros nombres (Walker, Georges, McClain, Macklin, Stone, Porter), hasta que en 2013 Parker, encarnado por Jason Statham, recuperó su propio nombre. Westlake, que temía perder el control sobre su personaje, había muerto en 2008 y ya no podía hacer nada para impedirlo: lo bueno de morir es que uno ya no tiene que controlar nada. Hasta hace unos días, cuando Juego sucio, protagonizada por Mark Wahlberg, se estrenó en alguna plataforma (yo la vi pirateada, que es como se ven y se leen las películas y los libros sobre los que uno cree que, por razones de conciencia individual, normas sociales, filosofía, religión o razón, de alguna manera le pertenecen). Debería decir que la película está bien, pero en realidad no está tan bien.
Es decir, es una buena película de acción, pero la objeción nace porque nada es como debería haber sido. Lo cual tampoco tiene mucho sentido, porque, como decía al comienzo, estoy lejos de ser un moralista. Pero tratándose de Parker puedo objetar algunas cosas, cosas que me hicieron cerrar los ojos (tratándose de una película, cerrar los ojos representa la manifestación de un problema muy serio). El Parker de Wahlberg (llamémoslo así, aunque Wahlberg no tiene la culpa, es un actor y hace lo que le dicen que haga) está normalizado, standarizado, enderezado. En primer lugar la trama: demasiado compleja, demasiado Misión imposible. La película no está basada en un libro de Stark, sino que los guionistas, entre los que se encuentra el director, Shane Black, tomaron momentos de varias novelas, y seguramente inventaron muchas cosas. Lo cual no tiene nada de malo. Lo que me inquietó desde el principio al fin fue no reconocer a Parker, no ver a Parker, sino a un farsante.
No es que Wahlberg no tenga el aspecto de Parker: tranquilamente podría ser él, sino que no hace ni dice las cosas que Parker diría o haría. Justamente en el decir está el problema: Parker habla muy poco, en realidad no habla nunca. Lo que hace todo el tiempo es observar y pensar, no hablar. Lacónico hasta el paroxismo, cuando suelta un discurso, éste nunca dura más de medio minuto. Y Wahlberg habla mucho. Hay varias distorsiones propias de nuestra época: hay muchas mujeres (en las novelas de Stark aparecen poco: son esposas o telefonistas) y Grofield, el álter ego de Parker, su complementario y su contrario, un rubio apuesto, locuaz y seductor que roba para sostener su teatro de verano, en Juego sucio es un negro. Una tarantineada que podemos pasar por alto. Lo que no podemos pasar por alto es que Parker sonría: allí sí cometieron un grave error, porque privaron a Parker de su máscara. Y eso es imperdonable.