El futuro puede esperar
Durante 2024 (últimas cifras oficiales) 4.249 personas se quitaron la vida en todo el país, según el Sistema Nacional de Información Criminal (SNIC).
Mientras según la siempre desmesurada verborragia presidencial la Argentina estará a mediados de este siglo en el podio de las potencias mundiales (eternamente condenados al éxito, como vaticinaba Eduardo Duhalde), los datos del presente la muestran jugando en las ligas menores en varios aspectos de la realidad económica y social. Afirmar esto es una blasfemia desde el punto de vista de parte de una sociedad que, acaso víctima de un complejo de inferioridad, necesita sentirse siempre admirada y envidiada, aunque en el resto del mundo suele no ser registrada, salvo por emergencias individuales (Borges, Messi, Maradona, el Papa Bergoglio, etc.), producto de las historias y esfuerzos personales de esos emergentes. Así, en tanto esperamos la llegada del anunciado Nirvana, el presente se exhibe menos ilusorio. De acuerdo con un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), basado en datos de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT), entre noviembre de 2023 y agosto de 2025 desaparecieron más de 19 mil empresas y se perdieron 276.624 puestos de trabajo registrados (como es obvio, no hay datos sobre los no registrados, aunque sus cifras podrían ser considerables si se toma en cuenta que el 60% de la economía funciona en negro). Las huellas de la motosierra.
Estos son datos de la economía real, la que afecta a las personas de carne y hueso en su existencia cotidiana, en sus planes, en sus proyectos de vida. Se podría rastrear si existe un hilo que liga a esta cifra con otra, igualmente impactante y dolorosa. Durante 2024 (últimas cifras oficiales) 4.249 personas se quitaron la vida en todo el país, según un informe del Sistema Nacional de Información Criminal (SNIC) del Ministerio de Seguridad. Un número sin precedentes. Es la principal causa de muertes violentas de acuerdo con el informe, más que los homicidios, los femicidios y los accidentes viales. Hay quienes tienen más resistencia a la desesperanza y hay quienes tienen menos. El 19 de mayo último, al presentar un proyecto para declarar la Emergencia en Salud Mental, la diputada Marcela Campagnoli (Coalición Cívica) lo acompañaba con los siguientes datos. Más del 45% de la población argentina sufre algún tipo de trastorno emocional o psicológico (trastornos de ansiedad, depresión o estrés postraumático), más de 14 millones padecen perturbaciones mentales. Menciona, además, el aumento en los consumos de sustancias y las problemáticas de violencia familiar. Y cita a un exjefe del Servicio de Salud Mental del Hospital Posadas, quien afirma: “Muchos pacientes se ven obligados a esperar meses para una cita con especialistas. La situación se vuelve insostenible, y la posible pérdida de vidas por falta de acceso urgente resulta cada vez más probable”.
Este panorama está fuera del radar de la macroeconomía, de las especulaciones sobre el dólar y el peso, de la fascinación hipnótica con la inteligencia artificial, que por ahora destruye masivamente empleos sin crear significativamente otros nuevos, está fuera de las casi obscenas euforias por acuerdos comerciales que prometen devastar aún más a varios sectores de la economía, sobre todo los productivos, los no especulativos. Es curioso que quien odia visceralmente, como es su estilo, a John Maynard Keynes (1883-1946), el economista británico cuyas teorías sobre el papel del Estado en el impulso de la economía y la generación de empleo y consumo abrieron un rumbo en el siglo XX, termine por coincidir (acaso sin darse cuenta) con el sujeto de su odio. Mientras él promete un futuro glorioso en el mediano plazo, resuena de fondo una sentencia de Keynes: “En el mediano plazo todos estaremos muertos”. El futuro es hoy.
*Escritor y periodista.