Transformaciones

Renació la esperanza

Sorpresa. Los resultados en Provincia de Buenos Aires. Foto: Bloomberg

El pasado 7 de septiembre, en las elecciones de la vital provincia de Buenos Aires, estalló una desagradable sorpresa para el gobierno nacional. Frente a su posible creencia de poder ir por todo, desechando imprescindibles diálogos, alianzas y acuerdos, despreciando modales y no ahorrando insultos, este hecho se convirtió en una derrota electoral de magnitud.

Ello, a pesar de sus logros económicos indiscutibles: las cuentas públicas, la relación entre los ingresos y los gastos, con un permanente superávit. Las exportaciones crecientes y superando a las importaciones.

Y ese eterno flagelo, la inflación, para asombro de propios y ajenos, en un increíble proceso descendente, exhibiendo un actual rango estable alrededor del 2% mensual.

Por supuesto que dichos logros fueron posibles por el achicamiento muy fuerte del Estado, con su costado doloroso de despidos, así como por la eliminación bienvenida de la intermediación (fuente de corrupción) de la ayuda social.

Esa marcha tuvo su fuerte contrapeso en la práctica suspensión de la obra pública, carencia que se hizo sentir más que nada en el interior del país, donde los argentinos dependen fuertemente de las rutas nacionales y donde la producción, especialmente la granaria, exige eficientes puertos.

No obstante, en este escenario se destacaba una gran ausencia: la conducción política.

Y sobrevino la enorme derrota de septiembre.

La oposición, envalentonada, comenzó a vapulear al Gobierno, con maniobras cuasidestituyentes, andanada legislativa y movilizaciones callejeras revitalizadas.

A más de denuncias de corrupción, la dimisión del primer candidato para las elecciones nacionales en la provincia de Buenos Aires, disputas internas, renuncias en el gabinete, efectivas o pronosticadas. El Gobierno había extraviado la agenda. Se encontraba totalmente a la defensiva.

Los augurios eran funestos para la suerte del oficialismo.

Sorprendentemente, en ese contexto, nació un nuevo cisne negro: el Presidente, fundamental protagonista, quien se puso la campaña al hombro, recorrió el país de sur a norte, se mezcló incluso temeraria y peligrosamente con la gente, y… produjo el milagro.

El 26 de octubre último ocurrió: una vuelta de campana respecto al 7 de septiembre.

Triunfo arrasador de La Libertad Avanza.

Derrota en todas las líneas del perokirchnerismo.

Otro milagro: en la noche del triunfo se lo vio al primer mandatario con dichos y presencia moderados, con un discurso breve y agradecido.

La pasada arrogancia e intemperancia dio paso a una invitación hacia sus potenciales aliados, legisladores y gobernadores.

Los resultados electorales en su expresión numérica muestran la magnitud del triunfo. Enorme distancia con los cálculos previos que pronosticaban un resultado diametralmente opuesto.

Una consecuencia del triunfo: de ser parias en el Parlamento pasó el oficialismo a convertirse en el bloque más numeroso.

Aventó el riesgo de juicio político, aseguró con su número los vetos imprescindibles, y avisora con aliados la posible sanción de las leyes fundamentales que la prosecución de su programa necesita, fundamentalmente las llamadas reformas de segunda generación, con tres grandes pilares: impositiva, previsional y laboral.

En lo político, el futuro muestra un oficialismo fortificado, un perokirchnerismo en declive camino a su disgregación y ocaso.

A su vez, las denominadas terceras fuerzas (el camino del medio) con escasa relevancia.

Y, fundamentalmente, las variables económicas, desde la mismísima noche del triunfo electoral, estallaron. Acciones, riesgo país, tipo de cambio.

El panorama milagrosamente se transformó.

Dependerá únicamente del Gobierno que se consolide y no reincida en sus errores autoinfligidos.

De lograrlo, el panorama del país puede ser sumamente auspicioso.

Renació la esperanza.

*Economista. Presidente honorario de la Fundación Grameen Argentina.