Marcos lópez en fundación Larivière

El talentoso Sr. López

Fundación Larivière presenta “Marcos López. Fotografías 1975 - 2025”, una auténtica exhibición antológica no sólo porque reúne más de 200 obras que abarcan cincuenta años de producción, sino porque empiezan en Santa Fe, su lugar de nacimiento e inicio de carrera, y finaliza con fotografías inéditas, que pueden ser vistas por primera vez. Con curaduría de Valeria González, la muestra traza un vasto recorrido que incluye viajes del artista por el mundo, retratos contundentes, puestas en escena de imponta pop y fotografías intervenidas; un corpus de obra que evidencia diversidad y potencia de su mirada sobre la identidad latinoamericana.

Foto: pablo temes

Proliferante, caótico, exuberante, barroco, abundante, ubérrimo, profuso, pleno, pletórico, superabundante, fecundo, copioso, frondoso, fértil, rico, recargado, hiperbólico, prolífero. Exagerado, aumentado, agrandado, amplificado, ponderado, abultado, hinchado. La lista puede continuar. Estas entradas, términos encadenados, son como tickets que se adquieren para ver la gran muestra de Marcos López. Fotografías 1975 – 2025. Una verdadera exhibición antológica no sólo porque reúne más de 200 obras que abarcan cincuenta años en su producción, sino porque empiezan en Santa Fe, su lugar de nacimiento e inicio de carrera, y finaliza en fotografías inéditas, que pueden ser vistas por primera vez. 

Además, hay un gesto suplementario que es el de recortar la figura del artista nacido en 1958 en su tarea señera, única y sin par: la fotografía. Sobre todo, porque Marcos López la traspasó, la rebalsó, incluso, quiso abandonarla. Dejó de ser fotógrafo para ser artista visual en sus últimas exhibiciones. Tanto Debut y despedida, la gigantesca muestra que ocupaba todo el espacio (literal y metafórico) de la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta como en la reverberación en las instalaciones, puestas en escena, performances de Ser nacional en el CCK, fueron una actualización de aquellas buscas iniciales que están en las fotografías que hoy vemos en la Fundación Larivière. Un ensayo que anticipa teorías, modela esquemas visuales y devela, una vez más, ese enigma de la identidad argentina y latinoamericana, al mismo tiempo.

Es pintor, retratista, creador de objetos. Hizo instalaciones, grandes sitios específicos que poco tenían de esto y mucho de un ensamble extremo de paisajes, referencias, revistas, grandes cuadros, muebles, ladrillos, casas prefabricadas, colores, telas, platos y sillas, luces. El collage, el pastiche. De la cultura popular a la alta cultura, del fotoperiodismo a la pintura de caballete. Lo político y lo social. Un ensayo de interpretación nacional que está hecho de imágenes: desde el Manual del Alumno Bonaerense hasta La Enciclopedia de los Pequeños, pasando por la revista Gente y el Facundo de Sarmiento. Hecho con las ruinas de una modernidad periférica. Sin argumentos, sin conectores. A fuerza de yuxtaponer se da la potencia de juntar pedazos y hacer estallar los lugares comunes. 

Su modus operandi fue un cadáver exquisito gigante que arrojó varias exhibiciones que, vistas a la luz de esta retrospectiva, son imposibles sin el pensamiento que fue cosiendo en cada una de las fotos, cuentas de un collar y eslabones de una cadena rebosante de imaginación. Fue y es un inteligentísimo interpretador de imágenes y en un conceptualizador fenomenal de lo que pervive en el siglo XXI de las teorías del siglo pasado. 

Hablo de esas muestras porque allí el plagio y la copia, la política y el arte, la ironía y los sentidos derivados aparecían como posibilidades en cada una de las obras. Se vislumbraba una educación sentimental que iba desde la casita de los viejos hasta lo trash como el verdadero producto del capitalismo. Que lo vinculaba con la desmesura, ese gran golpe de efecto sobre aquello que había dejado de tener su valor de mercado original para obtenerlo en el del arte. Las obras de gran formato montadas como altares, construcciones, casa ¡con pileta! y esculturas se unían a los cuadros, fotos, afiches y dibujos, mientras diseñaban un coro en aquel Debut y despedida y que hace que Marcos López. Fotografías 1975 – 2025 sea la precuela de una saga interminable. De atrás hacia adelante y viceversa en el tiempo cronológico. Pero, sobre todo, el origen del mundo del sr. López que, aunque conocido, se vuelve fascinante. Una suerte de épica a la manera de George Lucas, cuando lanzó la Trilogía de Star Wars y nos hizo conocer el entrenamiento del poderoso joven Anakin Skywalker, como Jedi bajo la tutela de los Maestros Obi-Wan Kenobi y Yoda, su caída al lado oscuro de la Fuerza y renacer como Darth Vader, además de saber sobre la corrupción de la República Galáctica. El pop latino está, entonces, en el inicio: en las primeras imágenes, una fotografía de regalo de cumpleaños familiar, hasta en la terraza bostera, los sastres, las reversiones de los clásicos, rostros iluminados como santos, justos y pecadores, muchachas de barrio, trabajadores de oficios varios, transeúntes, Constitución, esquinas y bocacalles.  Una aristocracia arrabalera, el rey del queso, los endomingados, el Falcon y la estación de servicio. Sobre esto mismo, desde otra óptica, la curadora de la exhibición, Valeria González, escribió: “Es el momento perfecto para volver la mirada sobre el artista que marcó uno de los puntos de origen de la fotografía argentina contemporánea en 1993, cuando inició su serie Pop latino. En esa época no había Google, ni Photoshop: haciendo alarde de marginalidad, Marcos López se apropió de un estilo primermundista y publicitario para pronunciarlo mal, para erigir escenas de cartón pintado por cuyas fisuras se colaba toda la irreverencia y el candor de una estética de pe-riferia. Sus alegorías documentales reavivaron, en una coyuntura clave, la identidad política de la fotografía latinoamericana”.

De todo como en botica. Las enumeraciones caóticas, escribió Leo Spitzer en un texto que analiza la poesía moderna, son como “catálogos del mundo moderno, deshecho en una polvareda de cosas, que se integran no obstante en una visión grandiosa del Todo-Uno”. En la poesía de Walt Whitman, continua el romanista e hispanista austríaco, se nos ofrece en toda su pureza este rasgo estilístico que “acerca violentamente unas a otras las cosas más dispares, lo más exótico y lo más familiar, lo gigantesco y lo minúsculo, la naturaleza y los productos de la civilización humana como un niño que estuviera hojeando el catálogo de una gran tienda”. En ese sentido, en el fantástico mundo de Marcos hay lugar para muchos: la familia, la religión, la villa, el Arte (así con mayúsculas), la ciudad, el dinero, el capitalismo y sus excedentes de una cultura postindustrial, la política, el amor.   

Hay una mirada amorosa y risueña para los retratos de cuerpo entero que podrían, casi a la perfección, definirse con la frase de Néstor Perlongher: esa que habla sobre la potencialidad de las “serialidades menores”. Las serialidades barriales y su facultad productiva, para decirlo con palabras del poeta, están en muchos versos, pero sobre todo en “Por qué seremos tan hermosas”, publicado en Austria-Hungría en 1980, pri-mer poemario de Perlongher (único redactado íntegramente en Buenos Aires) por la célebre editorial Tierra Baldía, dirigida por Rodolfo Fogwill. Una suerte de manifiesto de esta busca obsesiva por rascar en la letra, y en cuerpo, una estética chingada y chonga. La que combina perfecto con el término neobarroso, un neologismo como boutade inventado por él mismo. Una lectura que no es solo un cambio de consonante, sino la posibilidad de analizar todo de otro modo; por empezar, como si en el realismo encontrara su límite en las tradiciones y consensos. Con el neobarroso se puede penetrar ese muro, intensificar y disolver las categorías. Como si este invento abriera la compuerta y dejara que el dique se rompiera por el barro. Hasta inundarlo todo de esa masa blanda compacta de tierra y agua que va a destruir el cliché, salirse del molde y perforar estas identidades, las serialidades barriales, por ejemplo, y volverlas una máquina de repetición y diferencia.

El nuevo gran teatro del mundo. Como en la tragedia, las imágenes y formas de Marcos López se debaten entre lo apolíneo y lo dionisíaco. Menos como fuerzas rivales, –la claridad y la poesía del primero en contra de la intoxicación y éxtasis del este último–, sino con la potencia artística y el uso estético que Nietzsche le daba a los dos conceptos como fusión necesaria de los impulsos para que se produzca la creación artística. 

Si bien el filósofo alemán los pensó para el arte dramático y esto puede leerse en El nacimiento de la tragedia (1872), la evocación puede resultar pertinente si, por caso, pensamos que lo que López hace es una arrasadora puesta en escena. Su lugar, entonces, vendría a ser un poco el que escribe con imágenes y objetos la tensión que se puede dar entre la claridad y las tinieblas, la civilización y la naturaleza. El equilibrio o el frágil balance, –según Nietzsche que consideraba a Esquilo y Sófocles como los dos grandes exponentes y el momento más alto de la tragedia–, se rompe con la interpretación de Sócrates. Cuando hace intervenir a la ética y la razón para dilucidar o “resolver” el pacto entre los dioses Apolo y Dionisio. En ese sentido, Marcos López con notable intuición trágica no permite una bajada de línea ética, sin por ello prohibir múltiples interpretaciones. 

En América, la novela de Franz Kafka, hay un capítulo que se llama “El Teatro de Oklahoma” que es el lugar al que llega Karl Rossmann, el protagonista, luego de una serie de peripecias pero, sobre todo, de fracasos. Un espacio al que todos son bienvenidos y tendrán la oportunidad, irreal, de conseguir trabajo. Una solución imaginaria en la que los desclasificados del mundo podrán encontrar su “gremio” y vivir felices: “¡En el hipódromo de Clayton hoy se contratará, desde las seis de la mañana hasta la medianoche, el personal para el teatro de Oklahoma! ¡El gran teatro de Oklahoma los llama! ¡Y llama sólo hoy, sólo una vez! ¡El que pierda ahora la ocasión, la perderá para siempre! ¡El que piense en su porvenir es de los nuestros! ¡Todos serán bienvenidos! ¡Este es el Teatro que está en condiciones de dar empleo a cualquiera! ¡Todos tendrán su puesto! ¡Felicitamos de antemano a todo el que se decida! ¡Pero apresúrense a fin de que sean atendidos antes de medianoche! ¡A las doce cerramos todo y ya no volveremos abrir! ¡Maldito sea quien no nos crea!”. 

En este sentido es un nuevo gran teatro del mundo pero de cabotaje. Aunque con la pompa y glamour de una estética chingada, a la que, deliberadamente, se le ven las costuras y los frunces bajo su superficie brillante de colores y purpurina. Porque Marcos López, el titiritero de estos artefactos (un poco esperpénticos) conoce, como pocos, los recursos para crear monstruos. 

Figuras bifrontes que realiza por medio de la parodia a los grandes maestros. Como homenaje: en la posibilidad que este recurso da. Menos como burla y desprecio sino, tal como enseña Gérard Genette, como una transformación como función lúdica. Si la tragedia desarrolla una acción alta en el modo dramático y la comedia una acción baja, la parodia refleja, según este autor, las dos acciones en el mismo modo narrativo. Es el caso de Asado en Mendiolaza y su referencia directa a La última cena de Leo-nardo da Vinci. Toda la luz en el torso descubierto del comensal central que entroniza la figura de Cristo, al tiempo que asesta el cuchillo en la carne. La carne y el vino como elementos universales y argentinos. La última cena deviene criolla, campera, del Interior, sudorosa y masculina. 

Otro ejemplo tan complejo es La Autopsia, una imagen que mezcla el cuadro “La lección de Anatomía del Dr. Tulp” de Rembrandt con la emblemática foto del Che muerto en La Higuera, Bolivia. En este sentido, Marcos López confirma que “acepto las influencias, las contradicciones del mercado del arte y trato  de reciclarlas desde la periferia. La publicidad, el cómic, el arte pop, la puesta teatral, la pintura, la fotografía documental directa, el humor, la tragedia,  la post-producción digital, las citas históricas, la intuición y la reflexión conceptual sobre el medio y el lenguaje fotográfico, la credibilidad,  son recursos que empleo a la hora de crear mi trabajo”. 

Asimismo, el nombre de la fotografía indica que es posible hacer un examen anatómico de esa pieza artística y confirmar que va de la alta cultura a la cultura de masas con la habilidad de un demiurgo que impulsa su propio universo. A veces, tan enorme que se escapa y, justamente, por esa fuga es más complejo y atractivo. Una fantasía que abre una vez y cierra para siempre. Y malditos sean, los que no le crean.

 

Ficha técnica

Marcos López. Fotografías 1975-2025 Curadora Valeria González 

Fundación Larivière 

Caboto 564, La Boca 

Jueves a domingo, de 12 a 19. Desde el 15/12/25 hasta el 11/1/ 26 la fundación estará cerrada.

Entrada general: $ 5 mil. 

Jubilados y estudiantes (con acreditación): $ 2.500.

Vecinos de La Boca (con documentación): sin cargo. 

Menores de 18 años: sin cargo.