Retazos de una literatura migrante

La locura arltiana pone a dos inmigrantes venezolanos a discrepar en una fantasmal islandia, a metros del Botánico, “en el momento en que la ciudad conocida y la desconocida te resultan igualmente extrañas”. Esta escena porteña de Ricardo Añez Montiel, uno de los treinta narradores compatriotas recogidos en “Salvar la frontera”,  abre de los tantos desvíos que irán colándose en estas mudanzas, y van en melancolía, aprendizajes, lo cotidiano aturdido, nuevas identidades y reajustes ideológicos. Ya decía Octavio Paz, “los latinoamericanos estamos condenados a buscar en el extranjero nuestro país”. 

Entre lenguas naufragaban estos relatos de autores de trayectoria, como el caso del bien conocido por los argentinos Carlos Ávila, mención honorífica del Fondo Nacional de las Artes en 2021 por “Marejada feliz”, y que enfáticamente los compiladores definen de muestra de la literatura venezolana producida en distintos países. No antología ni tampoco selección aunque en este muy desparejo pantallazo compilado, entre otras lianas endebles como cualquier comunidad imaginada, la temporalidad sin espacio confirma testimonio que marca a las generaciones de la diáspora venezolana, “¿Dónde rayos está el centro? Una no puede vivir sin centro” en “ La zona donde vivo” de Miguel Gomes. 

Entre los pocos cuentos que ponen taxativamente la esencial problemática del migrante, uno se detiene lúcido en eso que Jacques Derrida escribía sobre los desarraigos, “me gustaría llegar a ti, mi único destino”. En “Un lugar junto al río” de Gabriel Payares, el viaje de la madre a Buenos Aires cicatriza heridas de la lejanía mientras los personajes escapan de la garúa, en sentido opuesto. 

Alejandro Zambra y Mario Bellatin son además las sombras de los escritores venezolanos, en tanto un nuevo canon latinoamericano que revuelve las fisuras de las narraciones familiares y sociales con una mirada de los vaivenes del amor. Pocos se animan a un sendero diferencial como el caso de la cortazareana “Raymond Roussel se queda en casa” de Fedosy Santaella o la cyberpunk “Yestermorrow” de Juan Carlos Chirinos. O “El fin de los aeropuertos” de Eloi Yagué Jarque, ganador del Premio Rulfo y autor de la trilogía de Castelmar, de las mejores para entender la estela del pueblo venezolano después del Caracazo, que empuja un “vuelo que ya no sería un sueño ininterrumpido sino el recuerdo de nuestro origen celestial. Estamos a salvo bajo las alas del tiempo y de la vida”.

En la tapa de la edición continental se imprime un camino incendiado de libros. En la local, en cambio, el “Miranda en La Carraca” del fotógrafo venezolano Nelson Garrido, que trabaja en clave pop y camp su identidad de manera cercana al argentino Marcos López. El caraqueño Francisco de Miranda, precursor en sentido borgeano de la independencia latinoamericana, como así del horizonte de errancia, iluminaciones y traiciones para sus hijos, advertía a sus paisanos: “No los piedras duras, robustos leños, ni artificiosos muros forman las Ciudades; más dondequiera que hay Hombres que sepan defenderse por sí mismos, ¡allí están las ínclitas Ciudades!” A esta comunidad con más tiempo que lugar apelan relatos de la nueva vaina.

Salvar la frontera: Muestra de cuentos de autores venezolanos migrantes
 

Autores: Gustavo Valle y Carlos Sandoval (comp.) 

Género: relato

Editorial: Equidistancias, $ 20 mil