Ni carrilero ni volante mixto: lo viejo funciona
Es cierto que el partido del otro día de la Selección contra Puerto Rico fue apenas un entrenamiento televisado y con público, por lo tanto es difícil sacar concusiones, además con jugadores que en un momento levantaron el pie, jugaron pensando más en no lesionarse y no desgastarse que en otra cosa. Pero hubo, sí, un hecho que me llamó la atención: el nivel de Aníbal Moreno. Más allá de las precauciones esbozadas en el párrafo anterior, la actuación de Moreno fue superlativa. Pero tiene un problema: hay muchos buenos 5 en la Selección, todos con muy buen pie. Por momentos Moreno jugó de Enzo Fernández, como un 5 adelantado, poniendo pases entre líneas, y en otros funcionó más a lo Paredes, lanzando pases largos para los laterales (en especial a Montiel) a las espaldas de los defensores. No cabe dudas de que Moreno demostró tener nivel de Selección. Y no cabe duda tampoco de que a Scaloni le gustan esa clase de 5: jugadores que armen juego, que abastezcan a los delanteros o al 10. Enzo, Mac Allister, Paredes, ahora Moreno, cada uno con sus diferencias, además de la obligación de cortar y quitar, tienen además la misión de comandar al equipo, de hacerlo jugar.
En otros tiempos, no tanto la de quitar, pero sí la obligación de armar juego, la de ser un compañero de ruta del 10, la cumplían los 8. Pero Scaloni busca otro tipo de 8, como De Paul, más de dinámica que de organización. No discuto esa decisión: disfruto tanto de cómo juegan sus 5, que entiendo que un puesto, para mí hermoso, como el del 8, pase a ocupar un lugar secundario. Mal no le fue a Scaloni, obviamente. Pero, como decía, en otros tiempos, el 8 tenía casi el talento de un 10. J.J. López, por citar un caso, no jugaba de 10 simplemente porque estaba Alonso, pero era un crack. Tenía pase corto y largo, entre líneas, y tiro de media distancia. Era el eje de ese River de Labruna, tal vez de los mejores de la historia.
Hablando del mejor 8 que vi, ese fue Brindisi. También podría ser 10, por su talento, y de hecho terminó jugando de 9/10 en el Boca campeón del 81, con Maradona. El equipo jugaba con dos wings por afuera (Escudero y Perotti, que además tenía gol), con Maradona y Brindisi intercambiando posiciones; a veces uno era 10 y el otro 9, y otras veces lo contrario (mientras tanto el Chino Benítez era un 8 posicional, sin demasiado vuelo). Lo que jugó Brindisi ese año pocas veces lo vi. Maradona tuvo grandes socios, como Burruchaga (que también jugó de 8), Ramón Díaz en el juvenil del 79, Careca en el Napoli, pero nadie como Brindisi. Jugaban como si hubieran nacido para jugar uno con el otro.
Luego vino Verón que, como decía Bilardo, más que 8 era un “todocampista”. Pero en general arrancaba de 8, para terminar cerca del área rival, con muy buen tiro de media distancia y una gran dinámica. Fue el primer 8 moderno. Y tal vez el último gran 8. Después aparecieron los carrileros (¡como si correr mucho fuera un mérito!), y el puesto fue perdiendo importancia. Hoy, como decíamos sobre la Selección, el 5 manda por sobre el 8. Pero deberíamos hacer el elogio del 8: lo viejo también funciona.
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