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Miradas de lectura

Foucault y su relación con el neoliberalismo.

Foto: juan salatino

Entender la relación de Foucault con el neoliberalismo está lejos de ser una cuestión sencilla. Sus lecciones sobre el neoliberalismo, Nacimiento de la biopolítica, dictadas a comienzos de 1979, se iban a publicar en 2004 y solo aparecieron en inglés en 2008, un año funesto. Como resultado, el destino ha ligado estas lecciones –que concluyeron un mes antes de la elección del gobierno de Thatcher en el Reino Unido y casi dos años antes de que la administración Reagan asumiera el poder en los Estados Unidos– a un contexto totalmente diferente. El contexto fue la peor crisis económica en el mundo del Atlántico norte desde la Gran Depresión y la subsiguiente revalorización del legado del neoliberalismo y sus personajes paradigmáticos. Fue una crisis financiera que continúa definiendo nuestro presente, desde la deuda recurrente y las crisis presupuestarias de los países de la Unión Europea a los traumas políticos de los Estados Unidos, el Reino Unido y Francia.

Una segunda complicación es que estas mismas lecciones han llegado a nosotros en una edición a cargo de su exalumno y asistente François Ewald, lo que quizás hizo de él el más influyente seguidor y árbitro de Foucault en lo que constituye su obra. La aparente ironía es aquí que Ewald, en su trabajo con la asociación de empresas de Francia Medef, promovió lo que Maurizio Lazzarato describe como las “políticas y mecanismos para [...] reconstruir la sociedad de acuerdo a los principios neoliberales” que le fueron revelados por primera vez en las lecciones de Foucault de 1979. Hacia fines del milenio, Ewald se volvió el intelectual más importante entre los que abogaban por el boicot de los empresarios franceses contra los acuerdos corporativistas en nombre de la vitalidad de la sociedad civil. Aunque el caso del neoliberalismo de Ewald ha sido planteado desde hace tiempo por Maurizio Lazzarato, Antonio Negri y Jacques Donzelot, entre otros, la cuestión de la relación del propio Foucault con el neoliberalismo fue puesta en agenda por el propio Ewald. En 2012, en la Universidad de Chicago, conversando con el economista Gary Becker, Ewald sugirió que Foucault había ofrecido una “apología del neoliberalismo”. En efecto, las dos mayores ramas del neoliberalismo han respaldado la presentación que ha hecho Foucault de sus escuelas. Representantes de los ordoliberales han encomiado las lecciones de Foucault sobre su escuela, y el propio Gary Becker admitió que le era difícil encontrar algo crítico con respecto a su propio trabajo o al de sus colegas, y puso de relieve ante un interlocutor foucaultiano algo confundido después de leer las lecciones: “No desacuerdo demasiado”.

Su interés está guiado por la idea de que el sujeto económico abre caminos a nuevas formas de poder

Los interrogantes en torno a la relación de Foucault con el neoliberalismo están más bien intensificándose. Recientemente aparecieron varios libros en francés que sugieren algún nivel de respaldo al neoliberalismo por parte de Foucault, aunque sacando conclusiones políticamente opuestas. Entre ellos, está La dernière leçon de Michel Foucault, de Geoffroy de Lagasnerie, que describe las lecciones de Foucault como un ejercicio de “higiene mental” para la izquierda, al usar al neoliberalismo para “repensar las condiciones de elaboración de una práctica emancipadora”. Su breve libro es un ensayo polémico más que una monografía académica, y quizás haya que abordarlo como tal. Adopta un estilo informal y accesible y repasa una serie de afinidades entre Foucault y el neoliberalismo. Estas incluyen un rechazo común del vocabulario y de la orientación jurídico-política del Estado y la soberanía; una adhesión a la pluralidad (o multiplicidad), la inmanencia y la heterogeneidad; una sospecha respecto del concepto de sociedad, del conocimiento totalizante y de la teoría en general, incluidas las ciencias sociales y comportamentales; y un antitotalitarismo que plantea la fundamental ingobernabilidad que invalida la planificación estatal y el enfoque normativo del orden.

Foucault, argumenta Lagasnerie, intentó leer afirmativamente el neoliberalismo y lo usó para desarrollar un abordaje crítico. Al hacerlo, “transgredió una frontera profundamente inscripta en el campo intelectual”. La “gran audacia” de Foucault es que no se contentó simplemente con seguir los dogmas del neoliberalismo sino que adoptó la idea mucho más sutil de “servirse del liberalismo como prueba, utilizarlo como un instrumento de crítica de la realidad y del pensamiento”. Al leer el liberalismo en sus propios términos más que como contrapunto de su propia posición, Foucault pasa a emplear el neoliberalismo como una “especie de dispositivo experimental”, como una forma de crítica o como “el instrumento de renovación de la teoría”. Lagasnerie pretende entonces leer a Foucault desde la izquierda como alguien que está buscando liberar las posibilidades del neoliberalismo para el pensamiento de izquierda. Para él, el involucramiento de Foucault con el neoliberalismo señala así el camino para una nueva teoría crítica y un “proyecto de restablecer lo que Pierre Bourdieu llamaba ‘tradición libertaria de la izquierda’”.

Los interrogantes en torno a la relación de Foucault con el neoliberalismo se está intensificando

Si bien el libro de Lagasnerie ofrece un argumento incisivo, adolece de un número de llamativas deficiencias. En primer lugar, ignora todos los trabajos que han planteado esta relación en una perspectiva más contextual y situado el interés de Foucault en el neoliberalismo en relación con una afinidad cada vez mayor con la “segunda izquierda”, ejemplificada por figuras como Pierre Rosanvallon. En este sentido, la obra de Lagasnerie está completamente descontextualizada e ignora ampliamente la relación de Foucault con la CFDT, los “nuevos filósofos” o el papel de las racionalidades neoliberales y la política de izquierda desde los años en que Foucault escribió. Es como si la tercera vía, el nuevo laborismo y la administración Clinton nunca hubieran existido. 

Es más, el carácter ensayístico y polémico del texto implica que se relacione insuficientemente con la propia obra de Foucault. Puede que los lectores angloparlantes familiarizados con la obra de Foucault sobre la gubernamentalidad y la extensa bibliografía secundaria sobre neoliberalismo se encuentren insatisfechos en muchos puntos. Por ejemplo, el libro no consigue distinguir entre las diversas escuelas de neoliberalismo o entre el neoliberalismo y el liberalismo económico clásico (después de Adam Smith). De esta manera, es coherente con la manera en que los propios neoliberales presentaron sus ideas. Hay que tener el talento de un contorsionista para no ver el abismo que separa a Hayek no solo de John Stuart Mill sino también de Becker. Estas distinciones, sin embargo, son claves para los análisis de Foucault.

Básicamente, Lagasnerie solo está muy superficialmente interesado en la historia intelectual del neoliberalismo. Aunque lamenta que las afinidades políticas desplegadas por los neoliberales generalmente hayan “obstaculizado la recepción de sus obras”, sin embargo reproduce una lectura muy displicente de sus ideas. Por ejemplo, no parece percibir que si aparentemente el neoliberalismo está “del lado del desorden”, estaba, en su versión austríaca, extremadamente atento al deseo de construir un orden económico “constitucionalizado” al resguardo de los caprichos de la democracia. Uno de sus grandes logros fue precisamente no oponerse a los “impulsos autoritarios” del orden keynesiano sino “aislar” el sistema económico de los espacios democráticos mediante un sistema legal que, en palabras de Hayek, “destronaría a la política”. La “soberanía del consumidor” apuntaba desde el inicio a constituir un espacio liberado de la democracia más que a renovarla. Reconceptualizó el démos como una simple variación de la competencia de intereses individuales en un mercado, al sustituir el sistema impersonal de precios por alguna otra forma de deliberación política colectiva.

Hay un extraño desacuerdo entre las temporalidades de las recepciones francesa e inglesa

El mayor desatino en este sentido ocurre cuando Lagasnerie sostiene en medio de su exégesis de las lecciones de Foucault que el “homo oeconomicus aparece pues, en sentido propio, como un ser ingobernable”. Pero el punto de vista de Foucault respecto al neoliberalismo y su diferencia con el liberalismo clásico es exactamente el contrario: “El homo oeconomicus es aquel que es eminentemente gobernable. De partenaire intangible del laissez-faire, el homo oeconomicus aparece ahora como correlato de una gubernamentalidad que va a actuar sobre el medio y modificar sistemáticamente sus variables”. En otras palabras, Foucault contrapone la condición cuasi naturalista e ingobernable del sujeto económico en la economía clásica con la condición del sujeto económico en el neoliberalismo, como es el caso en Gary Becker. La especificidad del neoliberalismo residirá más bien entonces, como mostramos en este libro, en la relación environmental que tiene con los sujetos. Al menos, el interés de Foucault por el neoliberalismo está guiado parcialmente por la idea de que el sujeto económico abre camino a nuevas formas de poder y regulación y por lo tanto en algunos aspectos invierte su lugar en el liberalismo económico clásico.

Hay en efecto un extraño desacuerdo entre las temporalidades de las recepciones francesa e inglesa de las lecciones de Foucault. Así, los lectores angloparlantes, formados en la literatura sobre la gubernamentalidad que comienza con la introducción seminal de Colin Gordon y una masiva bibliografía de estudios sobre la gubernamentalidad, encontrarían deficientes los argumentos de Lagasnerie desde una simple perspectiva académica, sean cuales sean los méritos de la intervención general que pretende hacer.

Pero fue solamente dos años más tarde, con la publicación de más libros contextuales, que el debate comenzó realmente. Foucault and Neoliberalism, en particular, reunió diversas perspectivas que, más allá de sus diferencias, registraban en gran parte las afinidades de Foucault con el neoliberalismo como una cuestión de interés para la historia intelectual de la izquierda y una ocasión para reflexionar acerca de sus trayectorias teóricas recientes. No hace falta decir que el ulterior debate suscitado por una entrevista publicada en Jacobin con uno de los autores del libro (Zamora) añadió calor y luz. Esa entrevista en particular ponía de manifiesto que Foucault apenas planteó los problemas de la desigualdad económica y social, reformulando la cuestión social central, al trasladarla de la “explotación” a cuestiones de conducta personal.

Foucault emplea el neoliberalismo como una "especie de dispositivo experimental"

Finalmente, es importante mencionar el libro de Serge Audier Penser le “néolibéralisme”, con su bien documentado y detallado informe del contexto en el que Foucault dictó sus lecciones y del íntimo vínculo entre su interés por el neoliberalismo y la “crisis del socialismo” en Francia. El intelectual clave de la “segunda izquierda”, Pierre Rosanvallon, describió recientemente este libro como “indispensable” referencia al tópico, que captura plenamente la trayectoria final de Foucault y la ubica en el contexto de las luchas dentro de la izquierda francesa entre sus componentes estatistas y antiestatistas. “Es la ausencia de formación y de preocupaciones históricas”, argumenta Audier, la que ha dado forma a la recepción y lecturas displicentes y acríticas de las lecciones de Foucault.

Desde esta perspectiva, puede darse un saludable debate acerca de la relación de Foucault con el neoliberalismo dada la posición central que todavía ocupa dentro del pensamiento crítico. Sin embargo, antes de explorar más extensamente esta relación, y en particular en la manera en que encaja en la última década de la obra del filósofo, necesitamos reponer la empresa intelectual de Foucault con un poco más de detalle.

 

Foucault y las artes liberales de gobierno

Los análisis de Foucault nos alertan acerca de la pluralidad de formas del neoliberalismo y de su emergencia dentro de las fronteras nacionales y los contextos temporales, pero también de su movimiento a través de ellos. Demuestra el valor del estudio histórico-intelectual de las variantes del neoliberalismo e incluso de las biografías de sus figuras claves. Esto trae a la tierra al liberalismo como algo pasible de ser identificado y estudiado, algo más plural, contingente e históricamente arraigado que lo que puede indicar una narrativa de la “neoliberalización”.

Con la reciente publicación de los excelentes estudios histórico-intelectuales del neoliberalismo de Mirowski y Plehwe, Jamie Peck, Angus Burgin, Niklas Olsen, Quinn Slobodian y, más recientemente, Jessica Whyte, esta cuestión podría parecer redundante. Pero, si se le atribuye a Foucault el estatus de pensador de la izquierda, este proyecto era casi el único en la época de sus cursos. En Reino Unido estaba el trabajo de Andrew Gamble en The Socialist Register de 1979, y los artículos acerca del thatcherismo de Stuart Hall en Marxism Today, publicados en 1979 y 1980. Pero es interesante que, a pesar de que Laclau y Mouffe reconocieron en 1985 que el neoliberalismo era un “nuevo proyecto hegemónico”, hubo poco involucramiento de la izquierda con las fuentes de este proyecto. Esto a pesar de que, como las lecciones de Foucault iban a informar, el proyecto neoliberal había sido una doctrina práctica de gobierno desde los inicios de la República Federal Alemana, casi cuarenta años antes. Para Foucault, este olvido se debía a que se confundía el neoliberalismo con un mero resurgimiento del liberalismo clásico o simplemente con otra ideología del capitalismo de mercado. La izquierda, aún cautiva de la compleja versión del modelo ideológico de base-superestructura, no era capaz de desarrollar un proyecto que tratara de captar el neoliberalismo “en su singularidad”. Como dice Foucault: “El neoliberalismo no es Adam Smith; el neoliberalismo no es la sociedad mercantil; el neoliberalismono es el gulag en la escala insidiosa del capitalismo”.

Como dice el pensador: "El neoliberalismo no es Adam Smith o la sociedad mercantil"

Al prestar seria atención a las fuentes histórico-intelectuales del neoliberalismo, se anticipó a quienes iban a considerar el capitalismo como un “colectivo de pensamiento”, es decir, como un grupo, empírica e históricamente identificable, de pensadores que persigue un proyecto intelectual y una ambición política comunes pero dentro de un cierto espacio de conversación y disenso. El colectivo neoliberal de pensamiento probó ser uno de los movimientos políticos más exitosos, si no el más exitoso, de la segunda mitad del siglo XX en su influjo, captura y apropiación de los poderes de los Estados nacionales y otras organizaciones gubernamentales por encima y por debajo del Estado-nación.

Sin embargo, casi a contramano de este cuidadoso abordaje histórico-intelectual, con su énfasis en la pluralidad y la contingencia histórica de las diversas ramas del colectivo neoliberal de pensamiento, estaba otro de los audaces golpes maestros de Foucault: la identificación del neoliberalismo –y hasta del liberalismo clásico– con un “arte de gobierno”, algo que anunció al inicio de sus lecciones. Al citar la noción de “gobierno frugal” de Benjamin Franklin, Foucault definió el liberalismo no como una filosofía ni como una ideología sino como un arte de gobierno animado por la sospecha de que “siempre se gobierna demasiado”. Este marco general le permitió distinguir entre el liberalismo económico clásico (el de Adam Smith en particular) y el neoliberalismo, y entre las variedades de este último. Mientras el liberalismo clásico busca la limitación del Estado ante los procesos necesarios y naturales de la economía, el neoliberalismo intentará fundar la legitimidad del Estado en el mercado, como lo harían los ordoliberales en la reconstrucción de Alemania Occidental, o intenta extender el mercado y su racionalidad a todas las formas sociales de existencia y probar y evaluar cada uno de los actos de gobierno, como en el caso del neoliberalismo estadounidense. Sin embargo, considerar el neoliberalismo como un arte de gobierno es desplazar decisivamente el marco de la teoría de la ideología a la orientación práctica del neoliberalismo como forma de gubernamentalidad. En otras palabras, el neoliberalismo se vuelve una forma de arte de gobernar. La importancia de este movimiento es que desplaza la tendencia a considerar el liberalismo como algo meramente superestructural en relación con la economía capitalista, y nos obliga a verlo como un ejercicio práctico y técnico relacionado con el gobierno de los Estados. El neoliberalismo no es simplemente una filosofía de la libertad y el mercado que resulta tener implicaciones en el gobierno de los Estados. Todo consiste en gobernar Estados –o en gobernar Estados y otras organizaciones–. Es una doctrina o un conjunto de doctrinas que conciernen a una práctica centrada ante todo en el ejercicio de la soberanía política.

"Cuando digo algo": argüiría Michel Foucault, "estoy hablando del presente"

Foucault hizo un tercer conjunto de contribuciones distintivas que atañen al éthos crítico del neoliberalismo. Aquí encontramos que al menos una parte de su orientación al neoliberalismo es la identificación de qué critica o, más crudamente, qué problematiza. Estas problematizaciones dependen, claro está, del contexto nacional –los ordoliberales, por ejemplo, se oponen a las ideas de economía nacional que provienen de Friedrich List en la década de 1840, al socialismo estatal de Bismarck y a la economía planificada en tiempos de guerra, mientras Friedrich Hayek despliega una particular animadversión hacia el New Deal de Estados Unidos y los programas de bienestar del Estado de Beveridge en el Reino Unido–. La escuela estadounidense se opone tanto a estos últimos como a los programas económicos y sociales de las administraciones federales de posguerra en los Estados Unidos, particularmente las del Partido Demócrata. Sin embargo, sus enemigos comunes son aún más interesantes –en particular las prescripciones económicas y políticas de John Maynard Keynes–. Este abordaje del neoliberalismo subraya su naturaleza política y las relaciones de antagonismo que lo animan contra todos aquellos que reducen sus intereses a cuestiones económicas, técnicas o incluso éticas.

Estos tres señalamientos que provienen de Foucault ponen de relieve el carácter político del neoliberalismo como un variado movimiento o red, sin dudas con diferencias de opinión, pero unido por enemigos comunes y la meta de instituir un régimen específico de gobierno en diversas organizaciones, pero particularmente en los Estados nacionales y sus agencias. Sin embargo, más allá de estos aspectos importantes del análisis de Foucault, es imperativo comprender a qué neoliberalismo se refería Foucault, a qué “presente” estaba desafiando.

 

Foucault en su presente

“Cuando digo algo”, argüiría Foucault, “estoy hablando del presente. Lo que digo no intenta hablar del futuro, al menos en el sentido de que necesariamente se aplicará en el futuro”. Si ciertamente le gustaba definirse como un “historiador del presente”, es especialmente irónico que la mayoría de la literatura acerca de su obra ignore completamente su presente.

En una breve entrevista que dio en 1980 a una pequeña revista en EE.UU., Foucault llegó hasta a declarar: “No soy meramente un historiador [...] Lo que hago es una suerte de ficción histórica [...] lo que hice desde un punto de vista histórico es unilateral, exagerado”. Hasta confesó que quizás hubiera “ignorado algunos elementos que me contradicen”. Ante su amigo Claude Mauriac admitiría que, si bien nunca había pensado en escribir ficciones, sin embargo le “gusta hacer un uso ficcional de los materiales que reúne, ensambla, construye, haciendo a propósito construcciones ficticias con elementos auténticos”. Estas construcciones eran entonces, como argumenta Judith Revel, intentos de “interrumpir” la “permanencia” y la “estabilidad” histórica del presente. La historia se convierte así en una herramienta para subvertir las actuales configuraciones.

 

Título: Foucault y el fin de la revolución

Autor: Mitchell Dean y Daniel Zamora

Editorial: Adriana Hidalgo/Interferencias

Edición: 2024

Páginas: 320

 

Datos de los autores 

Mitchell Dean es un sociólogo político y profesor de Gobernanza Pública de la Copenhagen Business School. Anteriormente ha dictado clases en otros centros de estudio como la Universidad Macquarie (Sydney) y la Universidad de Newcastle (Australia). Entre otros libros ha publicado Governmentality: Power and Rule in Modern Society (1999).

Daniel Zamora es profesor de Sociología en la Universidad Libre de Bruselas. En castellano ha publicado, junto a Michael C. Behrent, la compilación Foucault y el neoliberalismo. Su último libro, escrito con Anton Jaeger, es Walfare For Markets (2023).