Política y género: del derecho conquistado al poder compartido
Ya habían abierto el camino las socialistas, anarquistas y librepensadoras de principios del siglo XX, pero recién en 1947, con Evita como figura central, se aprobó la ley que reconoció a todas las mujeres mayores de 18 años el derecho a votar y a ser elegidas. Desde entonces, la participación política de las mujeres fue en aumento.
Hasta mediados del siglo pasado, las mujeres permanecieron recluidas en el ámbito doméstico, excluidas de los debates públicos y marginadas del acceso a derechos que los varones ya ejercían. Su incorporación a la vida política constituyó un hecho histórico: permitió que voces largamente silenciadas irrumpieran en el espacio público, transformando el imaginario político y ampliando las perspectivas desde las que se piensa y se ejerce el poder.
En Grow-Género y Trabajo trabajamos para distribuir el poder de forma tal que el género no sea un obstáculo invisible en el desarrollo personal, laboral y profesional. Para ello, desarmamos estereotipos, recuperamos experiencias pioneras, cuestionamos pensamientos sesgados y proponemos liderazgos centrados en las personas y la diversidad. Impulsar la presencia de mujeres en puestos jerárquicos no solo significa garantizar justicia e igualdad, sino también ampliar los modos de liderazgo: habilitar referentes que inspiren a otras, visibilizar trayectorias diversas y enriquecer la toma de decisiones con miradas más amplias.
Ya habían abierto el camino las socialistas, anarquistas y librepensadoras de principios del siglo XX, pero recién en 1947, con Evita como figura central, se aprobó la ley que reconoció a todas las mujeres mayores de 18 años el derecho a votar y a ser elegidas. Desde entonces, la participación política de las mujeres fue en aumento, aunque no en la misma medida que su representatividad en los cargos. Todavía persisten prejuicios y estereotipos que sostienen los llamados techos de cristal: barreras invisibles que, aunque no figuran en ninguna ley, limitan el acceso a los espacios de decisión, incluso cuando las mujeres cuentan con la formación y las capacidades necesarias.
La política de cupos fue una respuesta a esta desigualdad. En 1991 se aprobó la Ley de Cupo Femenino, que garantizó un 30% de candidatas en las listas partidarias; en 2017 la Ley de Paridad de Género redobló el compromiso al establecer listas legislativas integradas en un 50% por mujeres y 50% por varones. Aun así, la desigualdad persiste: los varones continúan encabezando mayoritariamente las listas, lo que se refleja en la composición actual del Congreso a su favor (57%-43% en Diputados y 54%-46% en Senadores).
La brecha es todavía más marcada en los poderes Ejecutivo y Judicial. En la actualidad no hay gobernadoras mujeres y, en toda la historia argentina, solo siete lograron ese cargo. En el gabinete actual hay apenas dos ministras: Patricia Bullrich (Seguridad) y Sandra Petovello (Capital Humano). En sus inicios eran tres, pero la primera canciller, Diana Mondino, fue reemplazada por un varón.
La incorporación de las mujeres a la política también visibilizó nuevas formas de desigualdad. A los techos de cristal se suma la violencia política, reconocida en 2019 dentro de la Ley 26.485 como toda acción destinada a “menoscabar, anular, impedir, obstaculizar o restringir la participación política de la mujer”. Se manifiesta en prácticas como interrumpir o deslegitimar su palabra, realizar comentarios sobre la apariencia física, excluirlas de reuniones de decisión, usar calificativos despectivos, reducirlas a su rol de madres o cuidadoras, subestimar sus capacidades o ejercer acoso. La situación es aún más compleja para las personas trans, travestis y no binarias, que enfrentan obstáculos adicionales para ejercer cargos de representación.
La historia demuestra que cada conquista fue fruto de la organización, la persistencia y el coraje de quienes se negaron a aceptar la exclusión como destino. El desafío actual es que la igualdad formal se traduzca en igualdad real, tanto en gobiernos como en empresas, sindicatos y organizaciones, donde mujeres y diversidades participen plenamente en los espacios de decisión sin vergüenza y sin violencias.
Desde Grow-Género y Trabajo acompañamos a las instituciones en estas transformaciones culturales, que requieren construir legitimidad y apertura hacia nuevas formas de ejercer el poder. Porque el compromiso con la igualdad exige mucho más que un cupo: demanda voluntad de cambio, perspectiva de futuro y el reconocimiento del valor que aportan los liderazgos diversos para consolidar entornos de trabajo plurales e inclusivos y proyectar organizaciones más sostenibles, donde el bienestar de las personas sea un horizonte compartido.
* Lic. en Educación, integrante del área de formación en Grow-Género y Trabajo.
También te puede interesar
-
Hogares de personas con discapacidad, endeudados
-
Casi uno de cada tres jóvenes aprende sobre dinero en redes sociales
-
Aumenta el atractivo para la compra de empresas
-
Alertan riesgos de cobrar los sueldos en billeteras virtuales
-
Una pareja de jubilados necesita seis haberes mínimos para subsistir
-
Trumpshoring
-
Exportaciones podrían subir hasta US$ 3 mil M
-
Melconian cruzó a Caputo: “Este esquema no puede continuar”
-
China y Brasil arrinconan al autopartismo y Córdoba siente el impacto en su entramado productivo
-
Expectativas 2026: qué anticipan sobre crecimiento, inflación y dólar los principales jugadores del mercado