Entrevista

Juan Minujín: “Creo mucho en la educación pública”

Antes del lanzamiento de la película El suplente de Diego Lerman, que acaba de tener su estreno en el Festival de San Sebastián, su protagonista analiza la temática social del film. Revela sus procesos de investigación para crear su personaje, cómo decide los proyectos y lo que aún falta ver de sus actuaciones.

Experiencia. Para su protagónico, Minujín investigó colegios similares y habló mano a mano con educadores con experiencias similares enseñando en barrios vulnerables. Foto: néstor grassi

Luego de su actuación en La ira de Dios que aún se puede ver en Netflix, Juan Minujín estrenará en los cines en octubre El suplente, con guión de Diego Lerman, Maria Meira, Luciana de Mello y dirección del mismo Lerman. Lo acompañan en el film ya visto en San Sebastián y en Toronto como parte del elenco el actor chileno Alfredo Castro, Bárbara Lennie, María Merlino, Lucas Arrua, Renata Lerman, Rita Cortese y varios intérpretes más. —El director Diego Lerman tiene mucho trayecto en el teatro. ¿SentÍs esa diferencia con respeto a otros creadores de cine?

—Se siente su recorrido teatral en cómo trabaja con los actores y en su manera de hacer las puestas. Lo interesante que tiene el planteo es que mi personaje no sólo debe echar mano a sus herramientas pedagógicas, sino que se debe involucrar en lo personal. 

—¿Qué fue lo que más te impactó del guión?

—Sentí que tenía una gran virtud, hablaba de un tema muy complejo y profundamente actual como la educación y lo narraba de manera personal e íntima. Lejos de ser una película de denuncia o bajada de línea se metía en la humanidad de este profesor. Mostraba no solo la educación sino también la droga y esos mundos. Me lo alcanzó antes de la pandemia, y luego la retomó. Hubo mucho trabajo de reescritura. La filmamos parte en la Isla Maciel, en La Boca, también en Avellaneda, sobre todo en la zona sur, como Villa Tranquila y junto a la gente de esos barrios. Hubo una parte de investigación junto a Diego (Lerman) donde fuimos a varios colegios. Me entrevisté con muchos docentes que trabajan allí e incluso están en la película haciendo de profesores. Asistí a varias clases observando. Los chicos que se ven salieron de castings, algunos quieren ser actores, otros no lo sé. Para todos ésta fue su primera experiencia, lo que lo hizo muy interesante y desafiante. Traían una expresión novedosa. 

—¿Te imaginabas que se estrenara en los cines?

—Es una muy buena noticia. Luego de la pandemia se perdió un poco el hábito de ir al cine, sobre todo con tantas plataformas. A mí me gusta mucho compartir con otras personas desconocidas en la oscuridad una ficción en la sala, lo prefiero a verlo en mi casa o en la computadora. 

—¿De quién fue la idea de que tu profesor Lucio tuviera barba?

 — (Se ríe) Fue muy discutida. Lo hablamos mucho con Diego y con Alberto Moccia, que es un gran especialista en maquillaje y maestro en estos temas. En principio me muevo mucho por intuición y lo veía con una barba cuidada. Tal vez mis entrevistas en Puán influyeron… (N.d.R. Se refiere al edificio de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA).

—¿Qué recordás de tu experiencia como alumno en la escuela?

—Hice la mitad de mi primaria en México, porque hasta 1983 vivimos allí el exilio con mi familia. Luego pasé a Buenos Aires. Recuerdo a los docentes que me abrieron un mundo, tanto en la primaria como en la secundaria. Rescato que cada tanto en las escuelas hay algunos que te ayudan, es parte de lo que relata la película. Es conmovedor ver cómo la educación es una herramienta de transformación. En mi caso fui a escuelas públicas y privadas. 

—¿Y tus hijas?

—Igualmente fueron a públicas y privadas. Son decisiones compartidas. Creo mucho en la educación pública, es uno de los grandes pilares que sostiene a los jóvenes, donde adquieren herramientas que pueden transformar sus realidades, desde el pensamiento hasta en las acciones. El estado de la educación pública se ha ido deteriorando, es muy difícil y lamentable. A mí me parece conmovedor el trabajo de los docentes, se lo ve romantizado y supuestamente valorizado, pero en la realidad está muy precarizado. En la película se muestra un contraste interesante entre la educación a la que puede aspirar el personaje de mi hija y a la que llegan los chicos del colegio, donde mi profesor da clases. Están expuestos esos dos mundos, la clase media y los otros. 

—¿Qué te pasó cuando te enteraste de esta niña que murió en una escuela por falta de asistencia?

—Estoy en contacto con la gente de La garganta poderosa y estuve en varias de sus asambleas. Mucho antes de la investigación por la película sé cómo las escuelas funcionan en esos barrios, como red de contención social enorme. Creo que eso se refleja en El suplente, como la escena en la que los docentes van a buscar a los alumnos a sus casas. Eso está sacado concretamente de las entrevistas con los maestros, porque lo hacen muy a menudo. Por eso subrayo que todo lo que hacen excede lo pedagógico.

—¿Fantaseaste con algún profesorado?

—No. Desde mi adolescencia tuve bastante claro que quería dedicarme a la actuación. No tuve vacilación. Sí di clases de teatro en escuelas primarias, pero lo hice por cuestiones económicas. Fue una salida laboral, pero la vocación no la tengo. Tuve grandes docentes. Mi primera profesora fue Cristina Banegas, con quien estuve muchos años y en ese momento ya era una actriz consagrada, sin embargo daba clases para adolescentes. 

—¿Qué proyectos rechazás? 

—En general cuando no me interpelan, o veo que no hay una historia que esté reflejando la condición humana del personaje en algún sentido, puede ser una comedia, un drama, una de suspenso, un policial o de acción. No depende del género pero sí que en algún lugar podamos ver algo de nosotros. En ese sentido hay proyectos que tienen buenas ideas, buenos actores, pero si el guión no refleja eso, será difícil que luego aparezca. 

—¿Es cierto que los actores tienen más presente al niño?

— (Se ríe) Cuando uno encuentra el lugar lúdico se disfruta muchísimo, pero creo que el juego se puede dar en otras profesiones no sólo artistas, también por ejemplo en la gastronomía. Lo siento más en el teatro que en el mundo audiovisual. En el escenario son horas, mientras que frente a la cámara son minutos. Son distintos viajes. Uno es una pieza dentro de un montón, a veces es más importante el montajista que el actor.

—¿Hiciste alguna ficción que te cambió la mirada a nivel humano?

— (Suspira) Sí un montón. Me pasa mucho, cada vez que me meto en un proyecto busco que me pase, sobre todo con algunos temas. Desde mi primer papel donde fui sadomasoquista hasta ahora que filmo algo más cercano. Cuando entrás en la singularidad de un ser humano te contaminás con la mirada. Obviamente al hacer El marginal y conocer las cárceles por dentro tuve un cambio. También lo que nos pasó con Diego ahora en El suplente. No tenía mucha idea de cómo trabajaban los docentes en estos barrios populares. Me conmoví y me sorprendió. Muchas veces para estas ficciones se incluyen personas que no son actores y escuchándolos aprendés muchísimo. La actuación para mi es encontrar ese lugar sensible para poder expresarlo, volcándolo en el trabajo.

 

Entre Coppola y Angelina Jolie

La película El suplente participó de dos festivales, Toronto y San Sebastián, a éste último fue Juan Minujín. Afirma: “A veces puedo acompañar a algunas películas. Son momentos que me resultan muy estimulantes, es cuando te encontrás con gente de geografías muy diversas y ves películas muy distintas que son difíciles de ver en Buenos Aires. Hay intercambio entre actores, directores y productores. Uno está expuesto sólo por el trabajo y no por el historial que tiene. Es interesante y te pasa con los otros también. Ves a un intérprete de Irán y lo apreciás sin saber sus actuaciones anteriores”.

Sólo por tres días pudo quedarse en San Sebastián ya que lo esperaba en Buenos Aires la serie sobre Coppola, que produce Pampa Films para Star + con dirección de Ariel Winograd. Señala: “Estamos trabajando en la caracterización y ensayos. Hay mucho material de archivo, también me pasó cuando interpreté a Jorge Bergoglio. Ayuda encontrarse con gente que los conoce. Pero hay un momento en que uno se despega, porque estamos haciendo una ficción”. 

Aún faltan ver otras actuaciones de Minujín, pero las cláusulas que firmó impiden los anticipos, salvo sus títulos. Dos se verán por Netflix: Matrimillas, con Luisana Lopilato y No voy a pedir a nadie que me crea de Fernando Frías, filmada en España. También estuvo en Italia para actuar en Sin sangre con guión de Alessandro Baricco y dirección de Angelina Jolie. “Nunca abandono la escritura. Tuve varias propuestas como actor que me gustaron mucho y salvo mi experiencia de codirigir unos capítulos en El marginal aún no pude llevar a cabo mis propios proyectos”, finaliza.