Los grupos narcos que ponen en jaque al gobierno colombiano
Hay tres grandes carteles en el país que operan la producción y distribución de drogas. Se trata del Clan del Golfo, la disidencia de las FARC y el Ejército de Liberación Nacional. Cuentan con un gran número de milicianos y un alto poder de fuego. Comercializan la producción de cocaína en Estados Unidos y Europa.
El panorama del narcotráfico en Colombia ha experimentado una transformación radical en las últimas décadas. Lejos de la estructura jerárquica de los grandes carteles de los años 80 y 90, la criminalidad organizada se ha fragmentado en una red descentralizada y altamente adaptable de grupos armados.
Estos grupos no solo han mantenido a Colombia como un epicentro global de la producción de cocaína, sino que también han diversificado sus rutas y métodos para evadir a las fuerzas de seguridad y maximizar sus ganancias. El control de las vastas regiones productoras de coca es la clave del poder para estos sectores.
Los principales grupos que operan en este lucrativo negocio son:
El Clan del Golfo: Considerado el más grande y militarmente robusto del país. Sus operaciones se extienden por al menos 20 de los 32 departamentos de Colombia, lo que les permite controlar vastas áreas de cultivo, especialmente en la región del Urabá y en el noroeste del país, fronterizo con Panamá.
Su dominio sobre los corredores estratégicos para el transporte de drogas hacia el Caribe les otorga una posición de privilegio en la cadena del narcotráfico.
Disidencias de las FARC. Compuestas por facciones que se negaron a unirse al Acuerdo de Paz de 2016, estas disidencias se han consolidado como un actor fundamental en el narcotráfico.
Operan principalmente en el sur del país, en departamentos como Nariño, Guaviare y Putumayo, donde la alta densidad de cultivos de coca les proporciona una fuente casi inagotable de ingresos. Su estructura, aunque menos centralizada que la del Clan del Golfo, les permite operar de manera autónoma y con un alto nivel de financiamiento.
Ejército de Liberación Nacional (ELN). Originalmente una guerrilla de ideología marxista-leninista, el ELN ha expandido significativamente su participación en el narcotráfico.
En departamentos como Arauca y Norte de Santander, en la frontera con Venezuela, no solo se dedican al cultivo y procesamiento, sino que también cobran “impuestos” a otros grupos por el tránsito de la droga, lo que los ha convertido en un actor clave en la dinámica criminal transfronteriza.
Bandas criminales: Estos grupos son más pequeños y operan a nivel local, a menudo sirviendo como subcontratistas para los más grandes.
Su función es crucial, ya que se encargan de la seguridad de los cultivos, el control del microtráfico en ciudades y la logística en los puertos para el embarque de la cocaína, actuando como eslabones vitales en la cadena de suministro.
Rutas. El envío de la droga desde Colombia a sus principales mercados, EE.UU. y Europa, es una operación de alta ingeniería criminal que explota las vulnerabilidades de la geografía y el comercio internacional.
Por el Pacífico: la mayoría de la cocaína que llega a Estados Unidos sale de la costa pacífica colombiana. La geografía de esta región, con su densa selva y su intrincada red de ríos, ofrece una cobertura ideal para los narcotraficantes.
Por el Atlántico: es la puerta de entrada a Europa. El mercado europeo, con su alto poder adquisitivo, se ha vuelto más lucrativo que el estadounidense. La costa atlántica de Colombia, con puertos como Cartagena y Barranquilla, se ha convertido en el principal punto de salida de la cocaína.
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