Un ultraderechista y un millonario disputan las elecciones presidenciales en Bolivia
El expresidente Jorge Quiroga y el empresario Doria Medina encabezan los sondeos de intención de voto en las elecciones de este domingo en el país vecino. En un ambiente de incertidumbre y fragmentación, los candidatos de la izquierda y el oficialismo figuran entre los últimos. Estos comicios podrían reconfigurar el mapa político de Bolivia para los próximos años, donde el Movimiento al Socialismo gobernó durante las últimas dos décadas. La severa crisis económica y el enfrentamiento entre Evo Morales y el presidente Luis Arce fueron determinantes y espantaron a muchos votantes.
Uno es un ultraderechista que ya fue presidente. El otro un millonario de centroderecha. Entre estos dos perfiles estará muy probablemente el nuevo presidente de Bolivia. Cualquiera sea el ganador, pondrá fin a dos décadas de gobiernos de centroizquierda que terminan con una grave crisis económica.
Las últimas encuestas ubican en primer lugar al empresario Samuel Doria Medina con 21,2% de intención de voto. Le sigue el expresidente Jorge Quiroga (2001-2002) con 20%.
Ambos capitalizarán el rechazo del electorado al mandatario Luis Arce, del Movimiento al Socialismo (MAS) y al líder indígena Evo Morales, quien ejerció el poder entre 2006 y 2019.
La principal carta de la izquierda es el presidente del Senado y ex dirigente cocalero Andrónico Rodríguez, quien se apartó de Evo. Pero marcha muy rezagado de los punteros, con apenas 5,5% de intención de voto.
Desde 2005, el oficialista Movimiento al Socialismo ganó todas las elecciones en las que participó en primera vuelta con más del 50% de los votos.
En un contexto de inestabilidad política y económica por la falta de dólares y el desabastecimiento de combustible, el país enfrenta unas elecciones caracterizadas por la fragmentación y, especialmente, la incertidumbre: hay un 13,3% de indecisos, un 5,2% de votos en blanco y un 14,6% de votos nulos (estos últimos responden al llamado de Evo Morales).
En total, la Justicia habilitó a diez candidatos. Aunque muchos de ellos carecen de la fuerza política necesaria para obtener buenos resultados. Algunos se convertirán en “árbitros” en el balotaje.
Rodrigo Paz, de la Democracia Cristiana, figura tercero con 8,3% de intención de votos. Le sigue Manfred Reyes Villa, de derecha, que alcanza el 7,7%. El alcalde de Santa Cruz de la Sierra, Johnny Fernández, sólo obtiene un 3%. El exministro y candidato del MAS, Eduardo del Castillo, un 2%. La única mujer que figuraba, Eva Copa, de El Alto, abandonó la contienda cuando apenas lograba 1%.
El resultado de las urnas no solo definirá al próximo presidente, sino que también podría reconfigurar el mapa político de Bolivia para los próximos años.
El empate técnico que muestran las encuestas implica que habrá una segunda vuelta ya que, como en la Argentina, para ganar es necesario obtener más del 50% de los votos o 40% con una diferencia de 10 puntos sobre el segundo. El balotaje será el 19 de octubre.
Crisis de la izquierda. El conflicto entre Luis Arce y Evo Morales fracturó el Movimiento al Socialismo, el partido que ha sido la fuerza hegemónica en Bolivia durante las últimas dos décadas.
Esta división interna, sumado al fracaso de la política económica de Arce, provocó rechazo en los sectores populares, inclusive en El Alto, que siempre fue un baluarte del oficialismo.
Morales intentó competir en estos comicios, pero primero sufrió el rechazo de un importante sector del MAS, y luego la inhabilitación del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), ya que sólo se permite una reelección.
Frente a esta situación, Morales y sus seguidores vienen promoviendo el “voto nulo”, diferenciándose del voto en blanco. Su decisión le resta votos a los sectores progresistas de Andrónico Rodríguez y del candidato del oficialismo, Eduardo del Castillo.
Principal preocupación. El telón de fondo de estas elecciones bolivianas está dominado por una serie de desafíos estructurales y coyunturales que definen el humor social y las prioridades del electorado.
La economía, en particular, se encuentra en un punto crítico, mientras que las divisiones políticas internas añaden una capa de volatilidad al proceso.
La compleja situación económica del país del Altiplano, con problemas que se agudizaron en los últimos años, impacta directamente en la vida cotidiana de sus ciudadanos.
Hay una economía funcionando en paralelo, con un dólar negro que se ubica entre un 100% y un 150% por encima del oficial, que determina los precios.
El aumento constante del costo de vida generó un profundo malestar social, manifestado en diversas protestas contra el gobierno actual.
La incapacidad del gobierno para controlar la inflación se ha convertido en una de las principales razones del descontento ciudadano, lo que favorece a los candidatos que prometen un cambio radical en el modelo económico.
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