Carlos Ruckauf: “El triunfo de Mamdani es un acto de protesta contra Trump”
El demócrata socialista se impuso en las elecciones con un mensaje directo al presidente republicano: “para llegar a cualquiera de nosotros, tendrá que pasar por todos nosotros”. Su victoria marca un revés simbólico para el oficialismo y refuerza un discurso centrado en la igualdad económica.
El ascenso de Zohran Mamdani a la alcaldía de Nueva York, tras imponerse con casi el 50% de los votos sobre Andrew Cuomo y Curtis Sliwa, no solo marca un hecho histórico por convertirse en el primer alcalde musulmán de la ciudad, sino también un giro político en el corazón del poder financiero mundial. Ante la consulta en el programa Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190), el exvicepresidente argentino Carlos Ruckauf consideró que la elección “es un acto de protesta contra Trump”, un voto que refleja el malestar de los sectores medios frente a la creciente polarización política.
El político y abogado argentino Carlos Ruckauf desarrolló una extensa carrera en la función pública entre las décadas del 80 y los primeros años de los 2000. Su estilo, marcado por el pragmatismo y la mano dura, lo vinculó tanto al menemismo como a los sectores más tradicionales del peronismo. Además, ocupó cargos clave como ministro de Trabajo en 1975, vicepresidente de la Nación entre 1995 y 1999, gobernador bonaerense de 1999 a 2002 y canciller entre 2002 y 2003.
Recuerdo que me llamaba la atención, el año pasado y el anterior, cuando usted mencionaba su nueva profesión como analista. ¿Cómo se siente en ese rol? ¿Qué le genera esta nueva etapa? ¿Qué diferencias encuentra al observar a los actores políticos desde afuera, ya no como protagonista, sino como analista?
Descubrí esta faceta durante la pandemia, cuando mi mujer y yo pasamos muchos meses encerrados. Para no invadirnos, decidimos que cada uno encontrara una nueva actividad. Con tantos años de trabajo encima, retomé el contacto con viejos amigos como Román Lechman y Johnny Viale, y así empecé en este camino. Cuando todo volvió a la normalidad, continuaron convocándome: escribí para ustedes, para otros diarios del país, y más tarde llegué a la televisión y la radio. Ahora estoy concentrado en los pódcast, un formato ágil que permite transmitir ideas en pocos minutos.
Cuando era gobernador o vicepresidente, debía percibir que lo que publicaban los diarios o comentaban los analistas muchas veces no coincidía con lo que realmente ocurría. Hoy, desde su lugar de observador, al interpretar la actualidad y contrastarla con los hechos, ¿cambió su mirada sobre el trabajo periodístico?
En el periodismo hay un grupo de personas que estudia, trabaja y busca comprender en profundidad lo que ocurre, y otro sector que, por necesidad, salta de un medio a otro y termina con información más superficial. Eso se nota especialmente en temas complejos que impactan fuertemente en la Argentina, pero que no siempre son noticia porque no generan rating.
Un ejemplo es la política exterior. Recuerdo un programa que hice con Andino en la televisión pública sobre el bombardeo que el presidente Donald Trump ordenó contra las plantas de enriquecimiento de uranio de los ayatolás iraníes: tuvo 1.200.000 visualizaciones en YouTube. Entonces, ¿cómo decir que la gente no se interesa por estos temas? A veces los medios tocan cuestiones internacionales de pasada y enseguida saltan al escándalo local. Entiendo que lo escandaloso vende, pero también habría que equilibrar e incorporar información de fondo, porque hay temas que son esenciales.
Por ejemplo, ¿qué ocurre con la relación entre Argentina e India? Si uno se lo plantea a un periodista, dirá que “no da rating”. Sin embargo, el futuro del país podría estar vinculado con la nación más poblada del planeta, un socio complementario al que podríamos venderle gran parte de nuestra producción.
Y, en el plano internacional, ¿qué lectura le merece la elección de Zohran Mamdani en Nueva York? ¿Cree que se trata de un hecho aislado o de algo más significativo?
No, creo que es un hecho muy importante y, al mismo tiempo, muy traumático para Donald Trump. Resulta interesante cómo los sectores medios de la sociedad norteamericana, con su deseo de enfrentarse al republicano, buscan canales de expresión inusuales. Estoy convencido de que muchos judíos de la ciudad votaron por este candidato, quien hoy fue celebrado por Hamás y Hezbolá, no porque pertenezca a esos grupos, sino porque lo perciben como un enemigo de Estados Unidos. Pero, al fin y al cabo la gente protesta de distintas maneras cuando vota.
Es similar a lo que ocurre en la Argentina, cuando alguien se pregunta: “¿Por qué vota la gente cuando gana Milei?”. Parte del electorado lo apoya convencido, pero otra parte lo hace simplemente porque no quiere lo otro. En Estados Unidos pasó algo parecido: muchos votaron contra los republicanos, no solo en Nueva York, sino también en estados que solían gobernar, como Virginia. Esto revela una clara disconformidad del votante norteamericano.
Tengo tres nietos norteamericanos, y una de mis nietas se queja de la inflación. Le dije: “No sabés lo que es la inflación, mi amor”. Y me respondió: “No, abuelo, esperá, la inflación no es lo que vos ves en los índices. Los créditos del lavarropas que compré hace un año subieron un 43%. Tuve que cambiar de trabajo porque la presión fiscal me obliga a ganar al menos 500 dólares más por mes”. Ellos no hablan en términos mensuales, pero traduzco así para que se entienda acá.
En cada sociedad hay tensiones, y lo que está ocurriendo en Estados Unidos hace que muchos sientan que el costo de vida se eleva en aspectos esenciales. Esa especie de voto contra Trump, que termina eligiendo a Mamdani como vehículo de expresión, resulta llamativa, sobre todo en la capital del mundo.
Hay una tapa muy interesante de The Economist donde se ve el Empire State y a Trump y Mamdani escalándolo, una imagen muy lograda. En la Argentina podría verse algo parecido, aunque incipiente, en el crecimiento de la izquierda en la ciudad de Buenos Aires, que hizo una de sus mejores elecciones en mucho tiempo. Jaime Durán Barba decía que, eventualmente, podría surgir un outsider opuesto a Milei. ¿Lo considera plausible?
Lo veo difícil a corto plazo, porque no se elige un outsider con frecuencia. Me parece que, para ganarle a Milei, alguien tendrá que proponer algo verdaderamente nuevo. Si la alternativa es el discurso tradicional de la izquierda o del kirchnerismo, los resultados ya los vimos. Muchos dirigentes de ese espacio no entienden que su mensaje y su actitud representan un pasado al que incluso los votantes peronistas no desean volver.
De lo contrario, no habría ganado como lo hizo en la provincia de Buenos Aires. No importa si fue por mucho o por poco: por primera vez, la provincia votó de manera completamente distinta. Y lo hizo, en buena medida, por un hartazgo profundo: mala atención estatal, deficiencias en salud y educación, e inseguridad creciente. La ciudadanía hizo sentir su descontento —como se diría— haciendo “tronar el escarmiento” en las urnas.
En la provincia de Buenos Aires ya había ocurrido algo similar con el PRO, primero con Vidal cuando ganó las elecciones y luego con Esteban Bullrich en los comicios de medio término. Pareciera que el peronismo dejó de ser el partido hegemónico y que la provincia ya no es su bastión histórico.
No, no lo creo. El triunfo de Vidal fue, en gran medida, producto del arrastre de Macri. Fue una elección presidencial con comicios a gobernador, y él capitalizó la bronca de la gente frente al desgaste del kirchnerismo. El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner ya no satisfacía a la sociedad, y eso se reflejó en las urnas.
Hoy, los argentinos votan, cada vez más, en contra de algo antes que a favor de una propuesta. Muchos ni siquiera participan, y quienes lo hacen, lo hacen movidos por el rechazo más que por la adhesión. En 2027, por primera vez, habrá urnas y boletas distintas: una boleta única de papel para presidente, vicepresidente y diputados nacionales, y otra para gobernador e intendentes en un cuarto oscuro aparte. El kirchnerismo mantendrá su propio sistema provincial, consciente de que su estructura territorial depende del arrastre de sus listas locales.
¿Cómo ve el escenario político hacia adelante?
Habrá que ver cómo funciona el acuerdo entre La Libertad Avanza y los gobernadores en 2026, porque 2027 será el año de la disputa electoral. El Gobierno primero tiene que sacar el presupuesto nacional y luego las tres leyes de reforma que impulsa. No van a salir como las manda el Ejecutivo, porque todo se negocia con lápiz y papel. Por eso creo que el ministro del Interior que eligió Milei es el adecuado: lo conozco desde joven y conoce las estructuras políticas.
¿Le parece acertado el cambio de ministro del Interior y de jefe de Gabinete?
El cambio en la Jefatura de Gabinete también modificó funciones. Adorni será quien represente al presidente en el Parlamento, pero la articulación política quedará en manos del ministro del Interior. Milei, que hasta ahora concentraba su atención en la economía, comenzó a involucrarse más en la gestión política, consciente de que necesita acuerdos para sostener las reformas. Aunque logró consolidar una defensa institucional, todavía no tiene mayoría legislativa. En Diputados puede alcanzar el quórum, pero en el Senado la situación es más ajustada: 28 votos propios con aliados, frente a 28 del bloque kirchnerista. Por eso, su margen dependerá de sumar nuevos apoyos.
Conoce cómo se manejan las internas en los gobiernos. ¿Qué similitudes encuentra con las del menemismo?
En la época de Menem las internas eran políticas, no técnicas. Cavallo, por ejemplo, no formaba parte de ellas. Menem era muy hábil: cuando se le cayó el primer acuerdo económico con Bunge y Born, Cavallo le llevó un programa llave en mano y lo puso al frente del Ministerio de Economía. Fue una decisión inteligente, porque subordinó la política exterior a la económica. Guido Di Tella fue un gran canciller, hacía lo que la política económica necesitaba. Hoy pasa algo parecido: el canciller actual acompaña las decisiones del Ministerio de Economía.
Menem solía decir: “El entorno soy yo”. Y creo que Milei aplica lo mismo. Ese triángulo de hierro que conforman él, su hermana y Santiago Caputo existe porque le conviene. Le permite repartir tensiones y no asumirlas directamente. En su momento, intentó ampliar ese esquema sumando a Francos, pero ahora volvió a concentrar la conducción en sí mismo.
¿Cree que esa estructura se mantendrá?
Karina Milei y Martín Menem reunieron a los diputados electos de LLA para alinear al bloque
Sí, me parece que sí. Karina Milei seguirá como guardiana del presidente y organizadora política; Caputo, como operador en todos los frentes, y el nuevo ministro del Interior, como articulador con los gobernadores y el Congreso. Habrá que ver cómo se equilibra ese triángulo con un ministerio tan fuerte. El presidente le dio atribuciones amplias, casi como las que tenía el Ministerio del Interior antes de la reforma del 94, cuando no existía la figura del jefe de Gabinete.
MV