El editorial de Jorge Fontevecchia

Día 569: Periodismo y ocasión

Cuanto antes emerja la crítica, más podrá el periodismo cumplir su papel de prevención, y no de "control de daños". Cualquier defecto se hace más corregible si se lo toma a tiempo.

NA Foto: El presidente Javier Milei

El ataque del presidente a los periodistas fue este fin de semana tema de todos los columnistas políticos de los mal llamados “medios hegemónicos” y, más correctamente, medios de empresas tradicionales. En el mundo anglosajón se los denomina legacy media, cuya traducción literal sería “medios heredados”, pero su significado corresponde a que son los medios de comunicación que ya predominaban antes de la era digital

Puede haber televisión y radio, pero en todos los casos tienen prensa escrita, que es lo que le dio origen a cada una de esas empresas, y tienen una tradición en forma de legado de prácticas de periodismo profesional y también empresarial que mantienen a lo largo de las décadas. No son medios contemporáneamente adquiridos por quienes desean utilizarlos al servicio de otros intereses, que no necesariamente son siempre espurios, pero en todos los casos influye sobre las prácticas profesionales. 

Tampoco se trata de medios nuevos, digitales, que pueden ser muy exitosos y hasta profesionales, pero al no tener el tamaño ni la diversidad de plataformas y canales de distribución que las empresas de medios tradicionales fueron acumulando a lo largo de las décadas, su lógica operativa responde a una estructura más liviana y, por tanto, menos apegada a mantener las mismas posiciones a lo largo del tiempo, sin que esto tampoco signifique un desmedro para ellos.

Estas características únicas de los medios de empresas tradicionales hacen que se los confunda con el calificativo de “hegemónicos”, como una forma de decir aristocráticos o más poderosos, lo que no necesariamente es así. Pero con lo que sí cuentan es con la mayor cantidad de capital simbólico, autoridad y credenciales que les dio el paso del tiempo en una misma posición.

Estas características únicas de los medios de empresas tradicionales también los hacen más pesados, más lentos, más conservadores, con la lógica física de quienes tienen más que conservar. Y generalmente no fueron los primeros en llevar adelante denuncias de cada gobierno de turno. Sucedió así con la dictadura, con el menemismo y con el kirchnerismo, donde los medios más jóvenes comenzaron primero a ejercer un periodismo crítico. En todos los casos, las publicaciones de Editorial Perfil, que ya está por cumplir 50 años pero sigue siendo joven frente a los 80 años de Clarín y los 155 años de La Nación. Durante el menemismo se sumó la recién fundada Página/12 de Jorge Lanata, pero no fue así con el kirchnerismo.

En esta columna de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3) analizaremos cómo todos los medios de empresas tradicionales siempre terminaron siendo críticos en el último tramo de cada ciclo de gobierno y cómo este tiempo cada vez se reduce más. 

Afortunadamente, cada vez se acorta el tiempo de paciencia estratégica con los errores de cada gobierno, y si en los noventa con Menem, o a comienzos de este siglo con Néstor Kirchner, había que esperar recién a la segunda presidencia del mismo campo político para que se comenzara a escuchar la crítica de estos medios, hoy, en solo un año y medio, todas las publicaciones escritas de los medios de las empresas tradicionales son críticas a las formas estéticas y republicanas del presidente Javier Milei.

Se percibe todavía la necesidad de que en el mismo texto que se criticará a Milei se critique también al kirchnerismo para no enojar a la audiencia y que quede claro que la crítica a Milei no implica un apoyo al peronismo, ni mucho menos a sus políticas económicas. Es comprensible, sucede en todos los medios, también en los de Perfil, que cuando se critica aquello con lo que la audiencia tiene afinidad, nos baja la audiencia. Esto se percibe en el minuto a minuto del rating y en la cantidad de asistentes en las redes sociales.

Las imágenes que podrían comprobar el ingreso sin control al país de 10 valijas de un vuelo privado desde Miami 

No se llegó todavía a lo que sucede en Estados Unidos, donde el New York Times critica a un presidente antes de que asuma, siendo solo candidato. Previo a las elecciones, realiza el endorsement, cuando se recomienda a la audiencia por qué el periódico considera que no es conveniente votar por tal candidato y sí por otro. Pero es un avance importante y, lo más importante, es la tendencia. 

Porque mientras en Estados Unidos esta práctica que mantiene el New York Times está en retirada —el Washington Post, desde que Jeff Bezos dio la orden, dejó de hacer su tradicional endorsement—, la legacy media de los medios escritos de las empresas tradicionales en la Argentina progresa reduciendo el tiempo de tolerancia con las actitudes antidemocráticas de cada gobierno. 

Podríamos decir, arrojando una estadística, que la paciencia estratégica de los medios duró 6 años con Menem, 5 con el kirchnerismo y menos de 2 años con Milei. Esto es muy importante porque, cuanto antes emerja la crítica, más podrá el periodismo cumplir su papel de prevención, y no solo a posteriori en lo que podría considerarse “control de daños”. Cualquier defecto se hace más corregible si se lo toma a tiempo. 

Este avance de los medios escritos de las empresas tradicionales contrasta hoy con el papel de la Corte Suprema de Justicia, que lleva más de un año y medio sin pronunciarse sobre la constitucionalidad del decreto de necesidad y urgencia 70/2023, que por su volumen e importancia podría haber motivado hasta un per saltum, pero hace bastante tiempo que parte de ese mega DNU está en el máximo tribunal, habiendo agotado las instancias de los juzgados intermedios sin que se produjera decisión de la Corte Suprema.

La cientista social norteamericana Gretchen Helmke tituló un ensayo “La lógica de la defección estratégica: relaciones entre la Corte Suprema y el Poder Ejecutivo en la Argentina en los períodos de la dictadura y la democracia”, cuyo trabajo comienza así: “¿Por qué los jueces toman medidas contrarias al gobierno?”. Las respuestas habituales a esta pregunta destacan que los jueces sólo proceden de ese modo cuando son independientes. 

Los estudiosos contemporáneos no se han puesto de acuerdo en cuanto a la forma de definir y medir la independencia judicial; no obstante, desde la elocuente observación de Helmke según la cual los jueces que carecen de independencia rara vez ‘se arriesgarán a ganarse la antipatía’ de los gobernantes, la premisa de que esta es una condición necesaria, aunque insuficiente, para que funcione el sistema de controles y equilibrios entre los poderes nunca ha sido cuestionada.  

Ricardo Lorenzetti, Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti, jueces de la Corte Suprema.

En el artículo de Helmke se explica cómo durante el régimen militar que se extendió entre 1976 y 1983, los jueces aumentaron sus pronunciamientos contrarios al gobierno solo en los dos años finales del mismo, cuando ya era muy probable que perdiera poder. Por ejemplo, mientras que hasta 1980 los jueces fallaron contra el gobierno en un promedio del 36% de los casos, entre 1982 y 1983, este porcentaje se elevó considerablemente al 48% y 46% respectivamente. 

Durante el gobierno de Alfonsín , entre 1983 y 1989, los pronunciamientos contrarios a su gobierno comenzaron en un nivel relativamente bajo y aumentaron a medida que su debilidad crecía. Entre 1983 y 1987, el 37% de los fallos fueron contrarios al gobierno, mientras que entre 1988 y 1989, este porcentaje subió a un promedio del 47%

En relación al primer gobierno de Menem, entre 1989 y 1995, en coherencia con la lógica de la defección estratégica, a medida que la popularidad de Menem aumentaba y se hacía más probable su reelección, el porcentaje de fallos contrarios al gobierno disminuyó, cayendo a aproximadamente del 40% en 1993 al 25% entre 1994 y 1995. Esto se ajusta al presupuesto de que la inseguridad de los magistrados en el cargo aumenta su deseo de congraciarse con el gobierno, pero solo cuando estiman que este seguirá en el poder. 

A un año de su creación, el Gobierno oculta qué función cumple la Unidad de Inteligencia Artificial del Ministerio de Seguridad 

Si bien el estudio de la académica norteamericana alcanzó hasta el año 1995, el periodista y abogado Hugo Alconada Mon explicó que esto sigue hoy en día. “Gretchen Helmke estudió más de 15.000 fallos y expedientes judiciales argentinos. Detectó una tendencia de jueces y fiscales a ser procíclicos. Cuando tenés poder, se hincan ante vos. Cuando dejás de tener poder, te patean la cabeza”, dijo en Modo Fontevecchia. 

Durante un panel académico organizado por la Universidad de Harvard en noviembre de 2021, destacados profesores de derecho y ciencia política debatieron sobre una de las tensiones institucionales más críticas en América Latina: la relación entre el poder judicial y los presidentes populistas.

Allí, Helmke explicó el concepto de “defección estratégica” y fue más allá: ¿cuál es el dilema que enfrentan los presidentes frente al poder judicial en la perspectiva de perder el poder en el futuro? 

“Otro tema que me parece realmente interesante e importante para reflexionar es qué están calculando sobre lo que les pasaría si pierden el poder. Es decir, cuál sería su destino después del mandato y el peligro de ser enjuiciados por un tribunal. ¿Cómo influye eso en sus incentivos respecto al Poder Judicial?”, expresó la politóloga norteamericana. 

Y agregó: “Creo que en realidad es más complicado de lo que parece, porque, por un lado, deberían querer crear un poder judicial independiente que no pudiera ser utilizado como arma por un futuro gobierno. Pero, por otro lado, si efectivamente han estado involucrados en actos de corrupción, entonces tal vez les convenga destruir por completo la legitimidad de la independencia judicial, de modo que cualquier intento futuro de hacerlos rendir cuentas parezca simplemente una maniobra de un tribunal cooptado por intereses partidarios. Básicamente, destruyen la confianza en el Poder Judicial en su conjunto”.

El periodismo, al que muchas veces se lo considera cuarto poder o una especie de fiscal de la República como asistente del poder judicial, tiene sus propios problemas. La escritora estadounidense, viuda de Paul Auster, Siri Hustvedt, publicó un ensayo titulado “El fascismo en los Estados Unidos” sobre el sanewashing. El término se traduce como “lavado cuerdo”, pero se refiere a cuando los periodistas y los medios adecuamos al lenguaje políticamente correcto los insultos que profiere un sujeto noticioso que no lo es y, tratando de exponer a los lectores y la audiencia a la violencia verbal del emisor citado, lo terminamos naturalizando en contra de nuestra voluntad, o “haciendo correcto” a quien no lo es. En palabras de la propia Siri Hustvedt, este concepto es “dar un aire de sensatez a lo que no es más que una locura”. 

Ayer en este programa, la periodista y conductora María O’Donnell explicó un ejemplo de sanewashing que debe evitarse. “(Milei) fue a La Plata a inaugurar la campaña de los libertarios. Le dijo “burro” a Axel Kicillof, entre otras cuestiones. Y entonces pongo los canales para ver cómo abordaban eso, y era “muy duro” con Kicillof, con unos zócalos que no decían lo que realmente había pasado. Era un Presidente que había insultado a alguien, no había sido ‘duro’”, sostuvo la conductora 

"Era evidente que Javier Milei ya como candidato en 2023 maltrataba a todo aquel que pensaba distinto". 

 Interesante debate sobre en qué ocasión el periodismo cumple mejor su misión de llamar la atención de la audiencia sobre la mala praxis de nuestros políticos. Si antes, cuando todavía son una amenaza, un peligro no consumado, porque todavía son candidatos o recién acaban de asumir; o una vez que, en los hechos, constatan el daño pronosticado. 

Un ejemplo que cruza periodismo y justicia es el Pacto con Irán, que el periodista Pepe Eliaschev denunció en el diario Perfil en marzo de 2011 y el fiscal Nisman recién en enero de 2015 denunció a Cristina Kirchner por encubrimiento en el Memorándum con Irán, meses antes de que concluyera su presidencia y no pudiera ser reelecta. ¿Sucederá lo mismo con el caso Libra en la justicia en 2027, y será investigado seriamente o, dependiendo de las encuestas, en 2031?

Era evidente que Javier Milei ya como candidato en 2023 maltrataba a todo aquel que pensaba distinto. ¿Había que esperar a que el hoy presidente este último mes le iniciara juicio a ocho periodistas: Carlos Pagni, Viviana Canosa, Ari Lijalad, Julia Mengolini, Jorge Rial, Fabián Doman, Mauro Federico y Nicolás Lantos. ¿O alcanzaba con el antecedente de haberle realizado juicio por injurias a cuatro periodistas cuando era diputado en 2021 para conjeturar plausiblemente que su trato con el periodismo iba a ser agresivo?

El "colador" de la Aduana: empresas denuncian la multiplicación del contrabando, a la vista del Gobierno 

Javier Milei, en este aspecto, fue intelectualmente honesto: no hizo como presidente lo que no haya anticipado como candidato. Siendo igualmente honestos intelectualmente, lo que los medios escritos de empresas tradicionales podrían decir es como alguna vez contó el director del diario O Estado de San Pablo, que le dijo a su equivalente de Buenos Aires durante el balotaje de 2023: “Preferimos un loco a un ‘hdp’”, entendiendo esto último metafóricamente, con la amplitud de un vivo, un incontrolable o, simplemente, desde esa perspectiva, cualquiera menos un peronista.

¿Fue una elección correcta? La mayoría de la sociedad estuvo de acuerdo, y como sostiene Hegel en “Lecciones sobre filosofía de la historia”, “la astucia de la razón” utiliza las pasiones humanas para lograr los fines históricos necesarios, que no siempre resultan en el acierto, sino también en el error ineludible para aprender y pasar a otro estadio de consciencia. O sea, para que las sociedades mejore, y progresen, inclusive a través del error. 

Pero, ¿debe el periodismo posponer sus críticas para ser empático con lo que quiere la audiencia —finalmente, los votantes—, aun pensando que es un error que inevitablemente la sociedad debe atravesar? ¿O nuestra función, como la de la justicia, debería, en el ideal, dejar que “la astucia de la razón” opere el espíritu de la historia por otros carriles y cumplir nosotros con el papel del periodismo crítico crítico porque será siempre nuestro aporte? Periodismo y ocasión, cuando el cuándo es a veces más importante que el qué.

Producción de texto e imágenes: Matías Rodríguez Ghrimoldi  

TV