El editorial de Jorge Fontevecchia

Día 676: La bipolaridad de Trump y Bessent

Donald Trump aclaró que el préstamo está condicionado a que el Gobierno gane las elecciones, pero Scott Bessent dijo que es suficiente con que el Gobierno alcance un tercio en el Congreso. Al resto de la sociedad nos quedó claro que Javier Milei no tiene el control de la situación.

Día 676: La bipolaridad de Trump y Bessent Foto: CEDOC

Había un chiste en las vísperas del 2001 que recorría todo tipo de programas cómicos y políticos, que en esos años hablaban más o menos de lo mismo que hoy. 

Resulta que viene el presidente y le dice a su Gabinete: 

—Tengo una buena y una mala noticia—. Entonces, el ministro de Economía le dice: 

—Diga primero la buena. 

—Bueno, nos perdonaron la deuda externa—contestó el presidente.

En ese momento todo el gabinete estalla en aplausos y llantos de alegría. Festejan con champagne y se abrazan. Era el momento más feliz desde que habían asumido el Gobierno. 

—¿Y la mala?—dice la ministra de Economía. 

—Tenemos 24 horas para abandonar el país—.  

Este chiste resuena en la actualidad por varios temas. Lamentablemente seguimos atrapados en los mismos problemas que hace 25 años, pero también tenemos la noción de que lo sucederá con nuestro futuro no se decide dentro de este país.

Hay una sensación que nos envuelve de manera inquietante. Las decisiones que impactan en el valor del peso y el futuro del Gobierno se toman en un lugar que no es la Casa Rosada, en un lugar lejano, casi inaccesible a nuestra capacidad de acción y preocupaciones. 

Además, el chiste se hermana con nuestra situación actual de manera exagerada en otro punto: todo puede cambiar de un momento para el otro. 

"¿Cómo quiere que lo arregle?", la respuesta de Milei cuando le dijeron que la gente no llega a fin de mes  

Primero, el secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent utilizó la expresión “Whatever it takes”; es decir, que haría lo que hiciera falta para ayudar al Gobierno y estabilizar la economía. Luego, se habló de un swap pero no quedaban claro las condiciones. Estados Unidos dejaba entrever que le preocupaba nuestra relación con China. Más tarde nos dijeron que en realidad era un swap de 20 mil millones de dólares, pero no quedaba claro cuándo y cómo. 

Hace dos días, Donald Trump aclaró que el préstamo estaba condicionado a que el Gobierno gane las elecciones. Ayer, Bessent precisó que ganar sería que alcance el tercio necesario para blindar los vetos presidenciales y elevó la promesa del swap a 40 mil millones de dólares.

Mientras tanto, los mercados subieron y bajaron espasmódicamente. Trump hace de policía malo y Bessent de policía bueno, una técnica propia de los interrogatorios que busca desestabilizar emocionalmente al sujeto generando confusión, pérdida del sentido de la realidad y entrega del libre albedrío. 

El Gobierno entró en un clima bipolar que lo lleva desde el éxtasis al abismo en cuestión de horas, y al resto de la sociedad nos quedó claro que Milei no tiene el control de la situación. Probablemente esta sensación sea generada adrede por el propio Trump. Al darnos una noticia buena y al siguiente día una mala y al siguiente una buena de nuevo, con su brutal impacto en nuestra economía y política, lo que nos demuestra es su poder.

Una declaración de Trump dada en segundos tiene más poder que una votación en nuestro Congreso o las palabras de nuestro propio Presidente. Trump genera el caos necesario para dejar en claro que el que manda es él, que es él quien puede devolvernos la estabilidad. Su orden es el desorden.

Donald Trump y Javier Milei en Washington.

En su ensayo "La Hora de los Depredadores", Giuliano da Empoli sostiene la inquietante tesis de que el caos ya no es una falla del sistema, sino la principal herramienta y el verdadero lenguaje del nuevo poder. En este sentido, los dueños del poder, que son una alianza de líderes políticos nacional-populistas (como Trump o Vladimir Putin) y la "tecnocasta" de los grandes magnates de Silicon Valley (como Elon Musk), utilizan el caos a su favor de varias maneras interconectadas. 

Primero, el caos funciona como una estrategia de disrupción permanente que desmantela las estructuras e instituciones de la democracia liberal, que se basaba en la estabilidad, el respeto a las reglas y el equilibrio de poderes. Al generar un flujo constante de escándalos, declaraciones contradictorias e incertidumbre, los depredadores mantienen a la opinión pública en un estado de confusión y desorientación, volviendo irrelevantes los hechos, las normas y las regulaciones.

El vacío de reglas y la liquidación de las élites tradicionales permiten que estos líderes se presenten como la única fuerza capaz de imponer el orden mediante la fuerza bruta, la acción directa o la promesa de un "milagro" que rompe con la legalidad.

Segundo, esta utilización del caos se ve amplificada por la tecnología digital. La esfera tecnológica, lejos de ser un agente de orden, contribuye activamente al desorden político al priorizar la disrupción caótica y la fuerza de la innovación sin límites sobre cualquier regulación o consecuencia social. Las plataformas y algoritmos favorecen la polarización extrema y la viralidad del contenido emocional y divisivo, que es el combustible del caos político.

Da Empoli sugiere que hay una convergencia de intereses donde los autócratas usan las herramientas de la desinformación y la disrupción digital para socavar el Estado de derecho, mientras que los magnates tecnológicos operan con una impunidad y falta de responsabilidad que los sitúa por encima de las leyes. Así, ejercen un poder sin contrapesos, un poder que es, por definición, depredador.

En resumen, el caos se transforma en el sello de su poder, una demostración constante de que las reglas han sido suplantadas por la fuerza y la voluntad sin límites del depredador. Trump es la personificación de esta estrategia, y esto se asienta en una personalidad forjada por su propia actividad económica. 

Scott Bessent anunció que la ayuda total para Argentina alcanzaría los US$ 40.000 millones 

La trayectoria del presidente norteamericano arranca de la especulación y el alto apalancamiento en el mercado de bienes raíces de Nueva York. Aunque el negocio inmobiliario es inherentemente de largo plazo, Trump le imprimió un carácter de inversión de corto plazo y alto rendimiento mediante un uso masivo de la deuda, buscando ganancias rápidas y valorizaciones infladas por el poder de su apellido.

Trump no era un broker que intermediaba, sino el magnate que desarrollaba, construía y, sobre todo, vendía el mito del lujo y el éxito sin límites, usando la publicidad y la provocación como herramientas primarias para inflar la percepción de valor de sus activos, desde la Trump Tower hasta sus casinos.

La mentalidad de máxima ganancia a corto plazo, riesgo extremo y constante reinvención de la marca se trasladó de forma directa a su carrera política. En la arena pública, su figura se convirtió en el "depredador" descrito por Da Empoli, aprovechando y a menudo generando el caos no como un error, sino como una estrategia deliberada para desestabilizar el statu quo.

El caos político, las rupturas de normas y la disrupción constante le permitieron posicionarse como el único líder capaz de "arreglar" un sistema que él mismo contribuía a quebrar. Su estilo es el de un negociador implacable y maximalista, donde la ley y las reglas se perciben como obstáculos a sortear mediante el músculo financiero o la voluntad personal, una filosofía que aplica tanto a la renegociación de contratos bancarios como a la política exterior.

En esencia, Trump representa la fusión simbiótica entre la cultura del show business, la especulación inmobiliaria y la política nacional populista, donde la volatilidad, la imprevisibilidad y la autopromoción desmedida no son defectos, sino los motores principales de su poder y su perenne influencia mediática y social. Su negocio más exitoso es él mismo, un producto de inversión volátil con picos de rendimiento y caídas dramáticas, siempre en el centro de la atención. 

Es natural que alguien con este tipo de mentalidad haya elegido a un supertrader financiero para ser el ministro de Economía de su gobierno. Recordemos que Bessent, como trader financiero y gestor de hedge funds, opera con una lógica similar de búsqueda de oportunidades en la inestabilidad.

Los traders y macroinversores exitosos se dedican a hacer apuestas arriesgadas sobre tendencias globales -en divisas, bonos o tasas de interés-, buscando ganancias rápidas en el movimiento del mercado. Esta actividad requiere una mentalidad aguda para el riesgo, la volatilidad y el cambio constante, donde los horizontes de inversión suelen ser más inmediatos que los de un fondo de pensiones tradicional.

Scott Bessent es el secretario del Tesoro de Estados Unidos. 

El llamado "efecto Bessent" en algunos mercados refleja esa habilidad para impulsar la especulación y las apuestas a corto plazo para obtener altos rendimientos. La convergencia de ambos se manifiesta en la política, favoreciendo un entorno donde la volatilidad es vista como una oportunidad y no como un riesgo a mitigar. Es una alianza que traslada la lógica de la ganancia especulativa y la acción inmediata del sector financiero y el desarrollo inmobiliario a la esfera de la gobernanza. 

¿Trump y Bessent son causantes o consecuencias de un mundo que cambia aceleradamente por el avance del capitalismo financiero y el desarrollo tecnológico en el mundo? Son un poco de ambas. Por un lado, la expansión del capitalismo financiero y su cada vez mayor impacto en la vida cotidiana, el crecimiento de grupos de inversores que tienen más capital que muchos países y el acelerado cambio del mundo laboral tras la innovación de las nuevas tecnologías de la comunicación generan las condiciones de posibilidad subjetiva que alguien que hace política con ese nivel de disrupción tenga espacio.

Por el otro lado, estos políticos aceleran las condiciones que les permitieron llegar al poder. Esto hace que la propia subjetividad de la sociedad esté cambiando. Cada vez más hacemos nuestra vida sin saber cuál será el valor transaccional de nada o si cerrarán las empresas que antes eran exitosas. Sobrevive una incertidumbre permanente sobre nuestro futuro y esto se debe a que el sistema financiero ha terminado por moldear el mundo a su imagen y semejanza. 

Una reacción a esta incertidumbre planificada es el resguardo creciente en el oro y quiebra la tendencia en su uso como reserva de los bancos centrales del mundo. Hasta mediados de los setenta, cuando todavía se mantenía el patrón oro, que fue eliminado por Richard Nixon, dos tercios de las reservas de los bancos centrales eran oro. Ese número descendió al 13% del total de las reservas desde la caída del Muro de Berlín con la supremacía del dólar y la transformación de Estados Unidos Unidos en potencia dominante. Pero este año, el porcentaje de reservas en oro de los bancos centrales del mundo alcanza el mismo nivel que el de las reservas en dólares. 

En este clima de época, la noción de negocio ha reemplazado a la de empresa. Un negocio es algo se hace puntualmente, la diferencia entre algo que se compra a un precio y se vende a uno mayor, algo que empieza y termina. Una empresa es un proyecto de muchos años o incluso trasciende a una vida. Una empresa tiene una misión, está asociada a un conjunto de valores y hasta tiene una visión del mundo. Un negocio es simplemente un cálculo matemático, una cuenta de rentabilidad. Un empresario es un agricultor y un negociante es un cazador. Uno apuesta al largo plazo, el otro al corto.

Sobre esta situación, estos depredadores, como diría Da Empoli, sólo profundizan el caos, algo totalmente alejado a lo que buscaban anteriormente los estadistas. Un estadista busca es la paz. Inclusive, la propia escuela austriaca, como explicaba Von Mises, sostenía que la economía precisa paz para crecer, y que la inversiones precisan que no haya guerra y haya seguridad jurídica para conseguir estabilidad. Estos líderes del caos no son empresarios, ni economistas ni estadistas: son traders

Alejandro Katz: "Milei iba a terminar con los privilegios y terminó con los jubilados"

Como dijo el editor y candidato a diputado Alejandro Katz en Modo Fontevecchia, estamos ante el paso de la realpolitik a la política real. Primero, podríamos decir que había una política basada en las ideas, en los grandes ideales del siglo XX: liberalismo, comunismo y socialismo. Luego vino la realpolitik, que se olvidaba de los grandes ideales con la idea de obtener algunos de los fines que se buscaban anteriormente. Es decir, se hacían alianzas con sectores con los que no se tenía acuerdo para evitar escenarios peores o aliviar en algo la situación de los más pobres. O sea, malos medios para buenos fines, como decía Néstor Kirchner. Pero ahora estamos ante la política real, en donde se hacen cosas reñidas con la ética con fines también reprobables, como el hecho de solo acumular poder como fin en sí mismo. 

Volviendo a nuestra situación nacional, después de las declaraciones de Trump no queda claro que pasará el 27 de octubre si el Gobierno tiene un mal resultado electoral, pero Bessent impuso una lectura distinta sobre lo que sería un buen resultado: que Milei obtenga los 85 diputados necesarios para poder blindar sus vetos, diputados propios o con sus aliados facilitando al gobierno lo que será alcanzar un “triunfo”. Así, el resultado electoral no será, según Bessent, la medida del triunfo, sino la capacidad posterior del Gobierno de cerrar alianzas legislativas y quizás ejecutivas, tanto con el PRO como con parte de la oposición que fue amigable en 2024. Para conocer el comienzo de este desenlace faltan solo dos semanas.  

El Caos en la mitología griega, de acuerdo con fuentes antiguas como la obra "Teogonía" de Hesíodo, no se refiere al desorden o la confusión en el sentido que le damos actualmente, sino que es el vacío abismal, la abertura sin límites o el espacio primordial que existió antes de la creación del universo ordenado, al que llamaban el Cosmos. Es la primera entidad que surgió, una existencia indeterminada e infinita que no era ni tierra, ni cielo, ni luz, sino la pura y vasta separación o el hueco cósmico. 

Este inmenso vacío, a pesar de su naturaleza informe, fue la fuente generadora de las primeras deidades elementales y de las estructuras básicas del universo: de él nacieron espontáneamente Gea, que representa a la Tierra firme y sólida, Tártaro, el abismo más profundo del inframundo, y Eros, la fuerza del deseo y la atracción que impulsa toda unión y procreación en el Cosmos. 

Tal vez este caos en la actualidad generado por Trump en el mundo y Milei en nuestro país sea el nacimiento de una nueva etapa superadora que los supere y los deje atrás. Esperemos que así sea. 

Producción de texto e imágenes: Matías Rodríguez Ghrimoldi  

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