Diego Sztulwark explicó cómo entender a Javier Milei desde la perspectiva de Franz Kafka
El politólogo presentó su nuevo libro, "El temblor de las ideas. Buscar una salida donde no la hay", y analizó la figura del presidente argentino como emergente de "un cambio de humor en la sociedad".
En diálogo con Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3), el politólogo y escritor Diego Sztulwark habló sobre su nuevo libro, “El temblor de las ideas. Buscar una salida donde no la hay” y explicó la figura de Javier Milei desde las obras de Franz Kafka y Nicolás Maquiavelo. “Milei, como de tantos políticos anteriores a él, que son emergentes de un cierto tiempo”, sostuvo.
Diego Sztulwark es profesor, licenciado en Ciencias Políticas y especialista en el estudio de movimientos sociales en Argentina y América Latina. Fue docente de la maestría en Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y de la carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Además, fue integrante del equipo de investigación Violencia, Escuela y Subjetividad, y miembro del Colectivo Situaciones. Sztulwark publicó su último libro, titulado “El temblor de las ideas. Buscar una salida donde no la hay”, en el que analiza el auge de la extrema derecha en nuestro país.
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Este jueves presentás tu libro. Contanos un poco sobre eso.
Será mañana a las 19:30, en el Centro Cultural Jean Jaures, que queda en la calle Jean Jaurés al 300. Van a estar Tomás Schuliaquer, que es del colectivo del Centro Cultural; la cantante y filósofa, música y pensadora Liliana Herrero; y el abogado y poeta de La Plata, Julián Axat. Así que ahí nos encontraremos con amigos que quieran venir a celebrar la salida del libro y conversaremos largo y tendido.
Vos primero planteás que hay que leer a Kafka como a Maquiavelo, y me gustaría que nos ayudes a entender por qué.
En el sentido de que el lector ilumina los textos que lee según pueda ser consciente de su propio presente y sus propias necesidades, que es algo que Maquiavelo ya contemplaba un poco en “El príncipe”. Si uno ve las sucesivas ediciones, se puede encontrar, por ejemplo, con notas comentadas de Napoleón. Es un texto que, de alguna manera, prevé que el lector puede ir adosándole notas, porque meterse en la lectura del libro es también meterse en las preguntas políticas de su tiempo y producir un conocimiento sobre eso.
Hoy, quinientos años después de la edición de “El príncipe” de Maquiavelo, cuando leemos sobre la fortuna, cuando leemos sobre la necesidad, cuando leemos sobre la virtud, nos preguntamos cómo eso actúa en nuestra realidad. Y entonces, de alguna manera, el libro supone que el lector que lo lee también haga una reflexión sobre las estrategias que su tiempo necesita.
Kafka, pienso yo, es un autor no directamente de la política, sino puramente de la literatura, y es, a su manera, un hombre político. Quizás todo escritor, en cierto sentido, sea un hombre político en la medida en que desarrolla estrategias literarias. Estas estrategias, en algunas ocasiones, nos pueden hacer pensar en nuestras propias estrategias políticas, en el sentido de que son estrategias que pueden inspirar posibilidades estratégicas sociales.
Sobre todo, en la medida en que la política está ligada al lenguaje, hay una zona común en donde, me parece a mí, que ciertos bloqueos actuales podrían ser interrogados leyendo a Kafka como un hombre político, como un estratega. Estratega en el plano de la literatura, pero nosotros, quizás con nuestros propios bloqueos políticos, podemos encontrar traducciones, traslaciones y operaciones posibles.
“El temblor de las ideas. Buscar una salida donde no la hay” (Editorial Ariel).
Haceme un paralelo primero entre “La voluntad y la fortuna” de Maquiavelo en el caso de Milei, y luego en la idea de “Buscar una salida donde no la hay”, en el caso de Kafka con Milei.
Es una pregunta exigente, pero muy interesante. Es evidente para mí que, si vamos a tomar a Milei como príncipe posmoderno argentino, hay una parte que hay que adjudicarle a la fortuna. La fortuna es lo que los tiempos le piden al político. Los tiempos no los maneja nadie. Es una especie de rueda que surge quizás de la infinita modificación de los afectos de la multitud, de la población. Es decir, que son incontrolables. Es una especie de encadenamiento infinito de pensamientos y pasiones que se contagian, y hacen que los tiempos vayan cambiando, y que el sistema de expectativas y el sistema de posibilidades para el político vayan cambiando, de manera tal que el político no puede vivir repitiéndose, ni sus logros antiguos le son necesariamente válidos para los tiempos que vienen.
Y Milei es emergente de unos tiempos nuevos, de un cambio de humor en la sociedad, y me parece que esos tiempos tienen que ver con cosas que a duras penas logramos pensar. Seguramente podríamos poner en la lista de aquellos fenómenos que nos permiten pensar un cambio de los tiempos a la pandemia, la degradación de una serie de gobiernos que no han logrado satisfacer expectativas y una intervención muy fuerte de tecnologías virtuales que son tecnologías de la distancia. Son fenómenos que no son solo argentinos, que por lo menos abarcan Occidente. Pero yo creo que hoy podríamos decir que no son solo occidentales, y que van cambiando las coordenadas a partir de las cuales el lenguaje y los gestos interpelan a las personas y logran producir expectativas.
Me parece que se puede decir de Milei, como de tantos políticos anteriores a él, que son emergentes de un cierto tiempo. Y ahí la fortuna cumple su papel. La fortuna, dice Maquiavelo, tiene que ser subordinada a la virtud. La virtud, para Maquiavelo, es una capacidad de acción, una capacidad de imposición, una capacidad de introducir forma, una capacidad de introducir sobre la fortuna una cierta configuración.
¿Milei es un príncipe gracias a la virtud o gracias solo a la fortuna? Esa es la pregunta del millón. A mí, no solo no me cae simpático, pero quizás no me cae simpático por sus políticas y por su ideología, y me cuesta atribuirle la virtud. Pero pongamos que sí existe una virtud, quizás involuntaria. Es decir, ciertos rasgos de la personalidad de Milei pueden haber coincidido muy bien con ciertas expectativas del nuevo tiempo. En ese sentido, yo diría que se puede decir que “El príncipe” de Maquiavelo todavía ayuda a pensar a los príncipes nuevos.
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¿Y sobre encontrar salida donde no la hay, desde la perspectiva de Kafka en la situación de tener a Milei presidente?
Si a Kafka lo tomamos como un estratega literario que nos puede proveer a nosotros quizás de algunas estrategias políticas, yo pienso que hay varias que hay que tener en cuenta. En los nuevos tiempos, una cierta relación con el lenguaje y una cierta relación con la gestualidad quedó anacrónica. Una de las consecuencias de eso es que sujetos emancipativos, sujetos emancipadores, sujetos que tienen la pretensión de cuestionar estructuras sociales injustas y de explotación, que podían creer que tenían consigo un conjunto de recursos o potencias para transformar la realidad, y unos lenguajes adecuados a esa realidad, tienen que hacerse cargo de que la realidad giró. Situación tal que esos discursos y esas prácticas no les están sirviendo de esa manera.
Y en ese sentido, el cambio de situación hace que nosotros podamos decir que la potencia social, la potencia intelectual, la potencia moral, la potencia cultural, no nos es dada. Es decir, no disponemos de ella en un sentido previo o natural. Y creo que ahí el kafkismo, la obra de Kafka, presentan una serie de imágenes muy interesantes para evaluar. Una de ellas surge en una carta que le manda Kafka a su gran amigo Max Brod, aquel que se hizo famoso porque finalmente publicó la obra de Kafka cuando Kafka le había pedido que la arrojara al fuego.
Kafka le escribió a Brod que los judíos no pueden escribir en su lengua, no pueden escribir en la lengua mayor, en la lengua imperial, en la lengua dominante, que es el alemán y no pueden dejar de escribir. Entonces, el "no pueden en su propia lengua", el "no pueden en la lengua mayor", son dos imposibilidades o dos prohibiciones. Y marcan muy bien la impotencia de alguien respecto de su práctica. Son escritores que no pueden escribir. Pero la tercera imposibilidad, “no pueden dejar de escribir”, preanuncia la necesidad de una nueva forma. Porque, de todas maneras, se va a seguir escribiendo de alguna manera.
Esto quiere decir que la potencia surge de una triple imposibilidad. No se dispone de la potencia de manera inmediata y no se dispone de la potencia de manera ya dada. Pero eso no quiere decir que en la búsqueda no se produzcan formas nuevas para la potencia. Y esta me parece una gran estrategia kafkiana.
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